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Con Tinta De La Que No Se Va

pareja en aeropuertoPrometo llevarte a todos los aeropuertos que ahora no podemos permitirnos pisar. Pasar noches en vela en hoteles de ciudades que siempre quisimos visitar. Y desayunar juntos en la cama mirando el amanecer por la ventana mientras los primeros rayos de sol perfilan las siluetas de las antenas en los tejados de la capital. Prometo llevarte a tus tierras y ser el turista más ávido de aventuras e historias que jamás haya recorrido el país donde dicen que las estrellas casi se pueden tocar. Recorrer contigo la terminal del aeropuerto llenos de nervios, ganas y respeto por el largo trayecto hasta llegar a un lugar donde de pronto dejemos el invierno atrás. Y despegar de noche sabiendo que nos despertará el piloto anunciando sol en el día nuevo que comienza a despuntar. Y mirarnos sonriendo a sabiendas de todo lo que está a punto de comenzar. Y bajar del avión y sentir que el olor del los aires buenos nos invade al caminar. Cambiar el abrigo por la malla, las botas por sandalias y las bufandas por tus faldas de color primaveral. Echar atrás el tiempo y volver a disfrutar de un diciembre rodeados de sol, arena y mar. Sólo deja que el destino cumpla todo lo previsto antes de que anuncie que esta fecha señalada está próxima a llegar. Que no importa si no es hoy, ni es mañana, lo escrito, escrito está. Y mis promesas las firmo con tinta de la que mancha y no se va.

Y es que Sucede Que Hoy prometo que ese día llegará...

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Cuando Madrugar Significa Despertar a tu Lado

El sol apenas comienza a asomar por entre las calles de casas con persianas bajadas y rocío en los coches, mientras divago enfundado en mi abrigo luchando contra el frío y el sueño. Camino lento, pensativo, admirando los reflejos de la luz en los tejados mientras sostengo en una mano la correa del perro y en la otra el teléfono móvil en cuya pantalla se alternan los titulares del día. El asfalto todavía rezuma madrugada. Mi piel, todavía tu olor. La mañana despunta por el horizonte algo encapotado y entretanto yo husmeo el olor a café y tostadas recién hechas que sale de la ventana de alguna casa cercana. Me gustan los sábados en los que madrugar significa despertar a tu lado. Y conforme mis pasos consumen acera y mi westie continúa saludando a sus amigos del barrio, imagino esa misma mañana paseando por otras calles lejanas. El mismo sol reflejando ahora en las cristaleras de edificios interminables. El mismo olor a café colándose por mi nariz pero subiendo esta vez del vaso de cartón que sostengo en la misma mano en la que ahora llevo el teléfono. Y en la otra, la tuya enfundada en guantes de cuero y entrelazada a la mía con fuerza. A lo lejos, el vapor saliendo a contraluz por las alcantarillas y los primeros sonidos de persianas inaugurando una nueva jornada. Una pareja con la noche todavía pegada a sus abrigos bajando de un taxi amarillo. Y un horizonte de frondosos árboles de un verde intenso esperando a darnos sombra en el paseo matutino del fin de semana por Central Park. Amanece New York en mi mente, pero mi perro me tira de la correa con sus ojos clavados en los míos esperando a que le siga. No sé cuánto llevo parado.

Y es que Sucede Que Hoy imaginé amanecer en la ciudad que nunca duerme...

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This Is It

Quisiste ser Peter Pan y acabaste interpretando a Blancanieves mordiendo la manzana envenenada. Tu corazón dejó de latir y el mundo entero se paralizó durante varios días. "Ha muerto el Rey del Pop" se leía en los periódicos de todo el mundo. Llegaste a un mundo en el que se valoraba más el color de tu piel que la calidad de tu música y menos aún la de tu persona. Bastaron dos actos desafortunados para tacharte y echar por tierra la reputación de ángel caído del cielo. Pero tu ser desprendía pureza y sabiduría de la que no entienden ni industrias discogáficas, ni sociedades desequilibradas y carentes de valores. Tu mensaje de paz y amor comenzó entonces a emborronarse y mezclarse peligrosamente con temas demasiado serios, provocando que aquellos de miras cortas y gusto efímero abandonaran tu camino y cruzaran a la acera del insulto. Pero yo siempre continué viendo en ti a esa persona que disfrutaba con la felicidad ajena y se subía a los árboles de Neverland a componer canciones que hablaban de más allá de lo que decían sus letras. Estrofas que abrían mentes y llegaban a lo más profundo del corazón de aquellos que brillamos con tu misma luz y vibramos en la misma sintonía. Paz, sostenibilidad, amor -L.O.V.E-, como te gustaba decir a ti. Así, letra a letra, profundo y sincero.Y ahora que regreso con la sensación de que te tocó sufrir como los demás mesías, me conforma saber que tu mensaje caló en multitud de almas que ahora no hacen sino recoger tu luz y tratar de "Heal the world", tal y como dejaste escrito. Porque "The way you make me feel" es tan pacífico, profundo y lleno de sentido, que sólo me queda decirte que "I'll be there" para proclamar tu mensaje de amor, y que a todos los que no supieron ver más allá, simplemente "Beat it". God bless you, como te gustaba decir. Y recuerda que ahora y siempre "You rock my world".

Y es que Sucede Que Hoy vi la película y reconocí a ese MJ...

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Resurgir


Tengo ganas de ti. De saberme tuyo. De volverte a sentir. De caminar de tu lado por las calles de cualquier ciudad sintiendo que todo lugar es bueno para quedarse a vivir si es contigo. Ganas de escuchar tu risa. De cogerte de la mano. De besarte en la comisura de los labios. Necesito aferrarme a tus palabras y recuperar la esencia de lo que nos empeñamos en dejar morir. Y mirarte a lo más profundo de los ojos hasta ver que la alegría y el amor vuelven a rebosar en tu frasco de elixir. Tengo ganas de ti. De saberme tuyo. De volverte a sentir. Y ya sé que me repito, es que antes fue mi alma y mi cuerpo es ahora quien te lo quiere volver a decir. Ganas de sentir tu pecho contra el mío y dejar que las emociones vuelvan a fluir. Que nuestra piel se erice y enredados en abrazos nuestros poros vuelvan a derrochar frenesí. Acariciar tu cuello hasta que la luna te duerma reflejando su luz en tu desnudez. Y entonces, en la paz de la noche, volverte a decir que sí. Que te quiero como siempre y todo el tiempo de mi vida es para ti. Que mis días son en blanco y negro cuando estás lejos de mí. Que es contigo y a tu lado donde siempre quiero ir. Tengo ganas de ti. De saberme tuyo. De volverte a sentir. Tengo ganas de que amanezca sólo para volver a ver que eres realmente feliz. Para dejar atrás fantasmas y besarte apasionado hasta experimentar el resurgir. ¿Te dije alguna vez lo que significas para mí?

Y es que Sucede Que Hoy comprendí lo que era resurgir...

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Saludo Sintomático

Me saludas sonriendo como si me conocieras de siempre y yo devuelvo el saludo como si no te conociera de nada. Mientras en tu rostro se observa el gesto de un "hola, cuánto tiempo", el mío no puede disimular el rictus de un "¿quién eres?". Llevo rato pensando, tratando de identificar en ti algo que me resulte familiar; un gesto, un atuendo, un tono de voz, algo. Pero mi memoria no alcanza a localizar nada en su archivo. Mi desasosiego aumenta en la medida en que me hago consciente de lo insólito de todo esto; hasta hoy nunca había olvidado una cara por más nombres que me abandonaran al instante de haber sido conocidos. No un rostro. Nunca unos ojos. ¿Quién eres? ¿De verdad te conozco? ¿De veras debí saludarte con la efusión con la que tú lo has hecho? El silencio de la biblioteca que compartimos me arrincona cada vez más en mis pesquisas y siento que me quedaré con la duda de si alguna vez intercambiamos una palabra, más allá del "hola" de hace un par de minutos. O te has confundido, o mi memoria empieza a exigirme una dieta informativa, incapaz ya de registrar tanta información al día. Maldito saludo.

Y es que Sucede Que Hoy saludé sin saber quien era...
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El Cuarto de Revelado


La luz roja pende del techo y cae a plomo sobre tus hombros desnudos mientras tú, ajena a mis intenciones, trabajas con esmero tratando de positivar las fotografías. Estamos solos en el cuarto de revelado y mi mente sólo piensa en lo bien que refleja esa luz en tu piel. Pareces de porcelana; pura, suave, lisa, pero intensamente cálida. Llevo rato pensando en colarme en tu cabina, silencioso, y cerrar tras de mí la cortina negra que ahora deja abierta la rendija por la que no he dejado de mirarte. Sorprenderte en la oscuridad y besarte antes de que la luz roja se apague. Y mientras lo hago, rodearte con mis brazos por la espalda y dejar que nuestra química acabe sacando los colores de las instantáneas. Pero cuando estoy a punto de lanzarme pienso si no será que los haluros de plata me están haciendo cometer un error. Y freno, mientras sigo conformándome con la imagen de tu melena cayendo sobre tu hombro derecho. Con la excusa de pedirte por un momento las pinzas, llego hasta tu espalda y el olor de tu perfume se impone a todos los que desprenden los productos químicos. Poco a poco aparto la cortina y voy descubriendo más cuerpo, más piel, más perfume y, como si durante todo este tiempo en el que llevo desnudándote en la mente la tuya hubiese estado pensando lo mismo, de pronto te giras, me miras con esos ojos ardientes de luz roja y con la misma delicadeza con la que antes manejabas los negativos, me acaricias el rostro con tus manos mientras nuestros labios se llaman a gritos.

Y es que Sucede Que Hoy quise tenerte en el cuarto de revelado...

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Tienes Mirada de Duda

Tienes mirada de duda, incierta, esquiva, como escondiendo algo. Lo veo en esos ojos por los que ahora resbala todo, como las gotas de lluvia por el cristal que ya se empaña. Una mirada furtiva, arrepentida de estar mirando, incapaz de permanecer fija en un punto durante más tiempo del que dura un pestañeo. Quien dijo por primera vez que los ojos eran el espejo del alma, sin duda debía estar mirando a alguien con una mirada como la tuya de este preciso instante. Reflejo huidizo de un secreto que no quiere ser desvelado. Sin brillo, sin magia, sin energía. Impura. Una mirada hueca de espíritu. Me duele mirarte y no encontrarte en esos ojos. Me duele la imagen de mí mismo que devuelven tus pupilas dilatadas. No soy yo. No eres tú. Y si no somos, me pierdo. Hablas, sonríes, me muestras tus marcas en la piel como sello de autenticidad, y sí, lo sé, eres, pero no estás. O acaso estás, pero no eres. Estás como ida -te digo. Pero tu mente está más nublada que el cielo gris que nos envuelve y ni siquiera me escuchas. Tengo que hacerte reaccionar, necesito que tus ojos sean las lentes por las que yo miro. Y entonces, de pronto, como por gracia divina, me besas, suspiras y al separar tus labios de los míos, tu mirada vuelve a ser la mía, vuelve a rebosar amor y vida. En tus ojos habito. Ya podemos irnos.

Y es que Sucede Que Hoy vi el vacío en tu mirada...

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Hoy Es Uno De Esos Días

Hay días en los que la luz brilla de una forma diferente, mágica, y su reflejo en el paisaje urbano hace parecer que todo es más bonito. Hasta el atasco de las 19:30 cuando el centro de la ciudad se viste de claxon en cada esquina, con calles repletas de coches ansiosos por llegar a casa. Hoy es uno de esos días. Desde que hace apenas unas horas el primer rayo de sol se ha atrevido a atravesar la opaca y densa pared de nubes negras amenazantes, la luz se puede respirar de otra manera. Los coches, los edificios, el rojo de los semáforos... Todo parece estar sacado de un cuadro. Y ahora que las primeras gotas de lluvia se entremezclan con el apacible sonido del viento girando desafiante, todavía es mayor el espectáculo. Un juego de agua, sonidos y luces que vienen a hacer más llevadero este lunes insulso. En cualquier momento el cielo va a romperse en mil pedazos. Y yo pensando que nunca llueve a gusto de todos. Y yo anhelando que esta luz iluminase ahora mismo tu rostro.

Y es que Sucede Que Hoy hay una luz mágica...
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Huele a Calles Mojadas

Huele a calles mojadas. A tormenta de verano. A noche larga sin ti. Un viento revoltoso tuerce las esquinas de la ciudad mientras la extraña luz que precede a la lluvia tiñe de naranja y malva la tarde. Será que te extraño. O que ya se me hacen eternas las horas sin tu voz. Tal vez es que me siento exiliado de tus abrazos. Que la piel de mis labios reclama a gritos tus besos amenazando con desprenderse del precipicio de mi boca. La calle que veo a través del cristal cerrado de la ventana muestra el paisaje desolador de un diez de agosto cualquiera en Madrid. Las únicas almas que se dejan ver son las que habitan apenadas entre las paredes de esta casa que ya no soporta mi presencia y me lo demuestra haciendo resonar sus suelos a cada paso que doy. Parece que se retuerza de dolor, o que lance sus quejas invitándome a salir de aquí con la intención de no volver a pisarla nunca más. Ahora que empezaba a familiarizarme con los sonidos extraños, con las luces encendidas en mitad de la noche por una mano invisible, con las voces en la habitación desocupada de al lado, con los despertares repentinos en mitad de la madrugada... Pero me iré antes de que la lluvia que ahora parece no poder contenerse abandone esta ciudad. Y lo haré sin mirar atrás, como lo haría el que, convencido de ser dueño de su vida, abandona una etapa dispuesto a iniciar otra con todo el ímpetu del que puede valerse. Huele a calles mojadas. A tormenta de verano. A noche larga sin ti. Huele a despedida cercana... y yo no tengo nada más que decir.

Y es que Sucede Que Hoy la luz de la tarde anuncia tormenta...
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La Escalera Desde Donde Siempre Te Hablé

Desde la escalera donde siempre te hablé podía tocar las estrellas. Sentado, noche tras noche, miraba al cielo mientras las palabras se perdían en el viento caluroso de la noche. Te buscaba en las ramas de los árboles y en las piedras del jardín que guardará para siempre el eco de mis llamadas. Te buscaba, y lo único que encontraba era tu voz del otro lado del teléfono y las líneas de tu rostro dibujado en la tierra por mis manos. Y mientras hablábamos, sonidos nocturnos llenaban el espacio. Desde la escalera donde siempre te hablé podía imaginar el futuro. Sentado, noche tras noche, tejía los sueños del mañana mientras escuchaba tu voz diciendo vuelve ya que necesito morder tus labios. Y entonces el viento chocaba en mi cara robándome el beso que en cuestión de minutos mecía en tus manos. Después yo agudizaba el olfato creyendo captar tu perfume escondido entre las flores dormidas de mi lado. Desde la escalera donde siempre te hablé podía fingir mi estado. Hacerte ver que estaba bien a pesar de querer cerrar los ojos y despertar acostado con mi cuerpo envuelto en tus brazos. Con tu pelo enredado en mis dedos. Con la suave luz de la mañana desvelando el revuelo de sábanas, amor y desenfreno.

Y es que Sucede Que Hoy quisiera no volver a ver esa escalera...
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Fundidos en Amor

El viento de poniente ardía haciendo sonar su quejido acalorado en la tarde aparentemente tranquila en aquel rincón de la ciudad. Los coches iban y venían deslizándose por un asfalto que rezumaba caucho y vapor. Los termómetros, que marcaban máximas como no se recordaban, aplastaban el ánimo de los peatones incapaces de agitar a más velocidad los periódicos, carpetas o papeles que hacían las de abanicos. Y en el cielo, mientras tanto, un sol de justicia dejaba claro quién mandaba en esa galaxia. Los relojes no marcarían mucho más de las cinco de la tarde cuando, al salir de la oficina y con la cara recién golpeada por el calor, descubrí a una pareja oculta detrás de un árbol entregada a la dulzura de un beso vespertino a dos pasos del portal. Tal vez se despedían después de una tarde de aventuras, o puede que aquel no fuese sino el primero de los muchos otros besos que todavía estaban por llegar. Allí abrazados, como creyendo ser invisibles tras el tronco herido y reseco, aquellos amantes se fundían, más de amor que de calor, levantando envidias en los de su alrededor; hombres trajeados y mujeres de falda larga y alto tacón, que ahora caminaban con prisa de vuelta a casa, empujados por las ganas irreprimibles de enloquecer a besos en los brazos del dueño o dueña de su amor.

Y es que Sucede Que Hoy fui testigo de un beso inspirador...
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Tormenta de Verano

Madrid amaneció con las calles mojadas y un olor a lluvia y otoño que se levantaba en cada esquina. El cielo, encapotado, teñía de gris las calles iluminadas por las luces de los coches pisando charcos a su paso. La mañana despuntaba al final de la avenida, en el horizonte, mientras la piel erizada de mis brazos extrañaba tu calor, tus manos calmando el inusual frío de aquel día. Y con la madrugada todavía pegada en los lagrimales comencé a caminar con la extraña sensación de tenerte al lado, enfundada en tu abrigo marrón, con la capucha protegiéndote de la insistente lluvia y tu sonrisa tratando de hacer salir el arco iris. Aquel otoño improvisado te trajo allí, conmigo, dejándome la sensación de querer que volviera el frío para estar contigo. Sentía tu mano aferrada a la mía moviéndose adelante y hacia atrás poniéndole buena cara al mal tiempo, corriendo por los charcos como dos niños con botas de agua. Y recordé la vez en que nos sorprendió la tormenta sentados en aquel banco bajo el árbol milenario, abrazados, probando el sabor de la lluvia en tus besos. La tarde que comprendí que hasta el cielo envidiaba un amor tan puro y descargaba con furia su llanto, mientras nosotros, ajenos a todo, continuamos regalándonos sensaciones prohibidas.

Y es que Sucede Que Hoy la lluvia me hizo recordarte...
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Tuviste Que Llegar

Entre todas las ciudades del mapa tuviste que decidirte por esta. Todas las carreteras que podían alejarte de aquí y terminas por llegar justamente a esta calle, a este número, a esta habitación. Como si no existiera más mundo que este; como si el infortunio de saberme lejos no fuera ya suficiente. Pero no, aquí te tengo, justo frente a mí con esa sonrisa a medias que te hace todavía más indeseada. Pareciera que el destino se riera de mí o acaso que un halo de mala suerte rodeara mi figura en estas fechas de un calendario que no pasa los días a la velocidad habitual. Qué lentas las horas. Llegaste de pronto, sin aviso, sin ser invitada, sin ser deseada. Tu figura etérea suscita el peor de mis humores y provoca un dolor abrasante en la boca del estómago generándome náuseas. Detesto la sensación que logras encender en mi cuerpo. Si pudiera chasquearía los dedos y te haría desaparecer como por arte de la magia que ahora me niegas. ¿Qué hice mal? ¿Qué ha ocurrido, así, de pronto? Maldita melancolía, ¿por qué tuviste que llegar?

Y es que Sucede Que Hoy me invadió la nostalgia...
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Un Minuto de Retraso

Aquella mañana el tren, a punto de reemprender su viaje hacia la capital, se retrasó apenas un minuto que para alguien significaría toda una vida. Con el rocío todavía dibujando trayectos imposibles en las ventanas del vagón, a Adela se le pasaron millones de imágenes por la mente mientras el pulso se le aceleraba y una lágrima rodaba triste y fría por su mejilla. Desde afuera, Ernesto, su novio, le decía el último adiós con una mano afligida por el peso de la pena que le suponía saber que no conocía cuándo volvería a sentir entre sus brazos a la mujer que ahora se le escapaba a bordo de un tren que anunciaba su inminente salida. Ya con muchas lágrimas derramándose sin piedad por el rostro, Adela lentamente buscaba su asiento comprobando el número emborronado del billete que sostenía temblorosa recogiendo el llanto que sus ojos desprendían incapaces de soportar tanta carga emocional. Sin saberlo, en ese instante, estaba siendo el centro de atención de todos aquellos que todavía no se habían rendido ante el sueño en aquel vagón. Cuando al fin localizó su asiento, se paró frente a él, y el hecho de ver que el contiguo se encontraba vacío le provocó un sollozo que no pudo contener. Sin fuerza en los brazos trató de subir sin éxito la pesada maleta que cargaba equipaje suficiente como para no saber la fecha de su regreso. Si algo había incierto en la mente frágil y turbia de Adela era precisamente la idea de un regreso que ahora se antojaba lejano. Y mientras Ernesto ya se aproximaba cabizbajo de vuelta al coche, y arrancando con premura la maleta de las manos al hombre que se había ofrecido a ayudarle, Adela salió a toda velocidad de aquel vagón en el que ya nunca viajaría. Y gritando el nombre de Ernesto fue hacia él dejando atrás un tren que emprendía el viaje con un minuto de retraso; el que hizo que la aturdida cabeza de Adela tomara la decisión correcta a tiempo.

Y es que Sucede Que Hoy te vi entrar llorando al tren...
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¿Diseño Final?

Gracias a todos los comentarios que he ido recibiendo y a las modificaciones que he realizado conforme iba aprendiendo de tanto trastear, aquí está el resultado -casi- final. En pocos días, cuando reciba vuestro feedback y sepa qué os parece, comenzaré de nuevo a publicar relatos.

De verdad, muchas gracias a todos. La encuesta sigue abierta para que ahora, una vez modificado, expreséis vuestra opinión.

Y es que Sucede Que Hoy creo que al fin lo logré...
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¿Qué Diseño Te Gusta Más?

Como habrás visto, he cambiado el aspecto del blog. Un poco de renovación y aires más modernos. Y me interesa tu opinión. A la derecha tienes la encuesta, pero también puedes dejar tu comentario aquí y así conozco tu valoración.

Gracias y que siga sucediendo...
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En La Esquina De Los Mapas

El olor a tostadas recién hechas me sorprendió nada más salir de la ducha entre vapores que dibujaban el perfil de tus labios en el espejo empañado. Siempre me encantó aquella original forma que tenías de darme los buenos días. Todavía hoy, después de tanto tiempo, me pregunto en qué momento de la noche te despiertas para dejarlo todo preparado, sabiendo que a la mañana siguiente seré yo el primero en desprenderme de los restos de madrugada a fuerza de agua. Con la piel húmeda y la toalla enrollada al cuerpo, salí del baño y te vi sonriendo sin saberlo entre las sábanas de aquel hotel, como el que se siente descubierto in fraganti haciendo algo que no debía. Y con el mismo sigilo con el que cada noche te levantabas para regalarme el primer beso en forma de espejo empañado, abriste poco a poco un ojo mientras te apartabas el pelo de la cara marcada por las arrugas de la almohada. El amanecer de aquella ciudad se mostraba espléndido sobre tu piel dorada ocupando toda la cama. Un nuevo día comenzaba a despertar entre sonidos de gaviotas y olor a tostadas recién hechas. Por delante todo el tiempo para recorrer plazas y calles; por detrás los ecos de una noche envuelta en luna y olas, bañados por la magia de una cala solitaria en la esquina de los mapas.

Y es que Sucede Que Hoy desperté entre arena y ganas de ti...
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Entre Acordes y Velas

Sonaban canciones que hablaban de ti mientras las velas iluminaban de melancolía y desasosiego la sala repleta de gente que no eras tú. Los acordes se entrelazaban formando notas que mi mente rellenaba con letras pronunciadas por el recuerdo de tu voz. Y de pronto me pareció ver que los muros de aquel café nocturno comenzaban a ceder incapaces de soportar por más tiempo el peso de tu ausencia. Todo a mi alrededor se derrumbaba, ahora que no quedaba en pie ni la sombra de mi memoria. Debía de ser casi medianoche y, con la madrugada ansiosa esperando su turno, me invadió la melodía de tus labios en los míos mientras te imaginaba sentada en mis rodillas. Y saboreé tus besos en el cuello de la botella que sujetaba con fuerza como para tratar de tener algo entre unas manos que extrañaban demasiado el calor de las tuyas. Los aplausos parecían pisadas sobre los charcos profundos que dibujaba a mi alrededor la soledad. Tan presente y tan lejana. Tan ausente y anhelada. Una tras otra las canciones se sucedían acercando tu recuerdo a mi memoria hasta que la siguiente estrofa terminaba siempre por encajar mejor que la anterior. Como si la hubiesen escrito para ti. Como si la hubiese escrito una noche de estas cuando siento que no estás aquí. Y entre acordes, letras y recuerdos se me fue la noche perdido en tus secretos, tratando de apagar con música el ardor de ti que suscitan mis deseos.

Y es que Sucede Que Hoy te extrañé entre acordes y velas...
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Ya Llego, Ya Llego

Mantengo los ojos cerrados esperando a sentir el cosquilleo en el estómago de saber que dentro de unos instantes estaré surcando el cielo a más metros de altitud de los que a mi delicado sentido del vértigo le gusta experimentar. Aprieto los párpados con fuerza, aferrado con furia al reposabrazos y con el cuello totalmente apoyado en paralelo al asiento. Vamos, vamos, vamos -pienso. Los motores rugen afuera, del otro lado del cristal que me muestra las rayas de la pista pasando a gran velocidad. La tensión alcanza el punto máximo en el momento justo en que, sin poder evitarlo, se me abre un ojo y veo que la zona de cabina ya está apuntando al cielo. Allá vamos; espérame, enseguida llego. Y como si de pronto mi mente prefiriese desconectar y perder el conocimiento para permanecer ajena al mal trago del vuelo, entro en una ensoñación en la que escucho tu sonrisa de fondo, tu voz dulce y esperanzada susurrándome un deseo verte ya. La imagen de tus ojos clavados en los míos se dibuja frente a mi rostro y creo sentir tus manos apretando con fuerza las mías, empapadas por los nervios del despegue. Y para cuando tu imagen comienza a desvancerse como las nubes que atravesamos, de nuevo el sonido de aviso me alerta de que van a comenzar las maniobras de preparación para el aterrizaje. Ya llego. Ya llego. Empieza a extender tus brazos que es mucho el amor que traigo; empieza a preparar tu cuerpo que es muy grande el deseo de arroparte en mi regazo.

Y es que Sucede Que Hoy ya llego, ya llego...
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Instante Eterno

-Quiero ser quien te haga feliz- y las paredes de la habitación parecieron resquebrajarse incapaces de soportar tanto amor entre aquellas palabras. De pronto, la luz, que entraba tímida por la ventana, se tiñó de rojo ruborizando la atmósfera de aquel espacio. Y como si hasta las sábanas hubiesen sentido celos de aquella declaración, terminaron por descubrir sus cuerpos y resbalaron por el borde de la cama hasta caer al suelo. Afuera, la tarde transcurría lenta entre el sonido de voces ajenas y el rumor constante de los coches atravesando la ciudad. Su cuerpo se estremeció casi tanto como las paredes cuando escuchó aquella voz jurando amor y entrega sabiendo que, por encima de todo, siempre se tendrían el uno al otro a pesar de las esperas. Y en los ojos, sin saberlo, se le dibujaron sonrisas. Lo que acababa de escuchar le había atravesado el pecho como una flecha en llamas, directa a su corazón, desnudando a su paso las dudas y penas que días atrás habían estado carcomiéndole sin descanso cada segundo. Y tras la pausa que siguió a aquellas palabras, dejó escapar un suspiro que jamás debió de ser escuchado, mientras repetía internamente la frase que acababa de marcarle a fuego el corazón y que habría de repetir todavía durante muchos días después de aquel regalo en forma de palabras.

Y es que Sucede Que Hoy sobró con ese momento...

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Noctámbulo y Noctívago

Anoche bajé a la calle a buscarte en mitad de la ciudad desconocida. Bajé y recorrí esquinas y plazas mirando si por alguna casualidad habías decidido perderte entre aquellas calles cansada de ver siempre las mismas. Y resulta que te vi sin necesidad de tenerte enfrente. Te vi porque reconocí tus brazos en los de aquella chica que abrazaba a su novio en el portal, justo antes de despedirse hasta la siguiente. Te vi en el beso escondido de dos amantes rendidos al poder del deseo en un coche con los cristales empañados. Te recordé en la pose de aquella otra chica que esperaba el autobús nocturno ajena a lo que en ese momento su imagen estaba significando para mí. Y te reconocí en la melena de espaldas de tantas y tantas otras más con las que me crucé mientras te buscaba. Y en la música de aquel coche que pasó y me trajo hasta la memoria las veces que la había escuchado saliendo de tu boca. Caminé noctámbulo y noctívago por las aceras mojadas bajo el calor aplastante de una noche cualquiera de verano, hasta que volví a aquella casa en la que no reconocía ni paredes, ni colchón, a recordarte entre luces y sombras, trasnochado, con el cartón impregnado de tu perfume embriagándome de vos, amor.

Y es que Sucede Que Hoy te extrañé por adelantado...

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La Luna A Tu Alcance

Asómate, mira, ¿has visto la luna? Está ahí, más cerca que nunca. Grande, anaranjada, como con cara de pena. Aparece y se esconde entre los edificios que se dibujan en el horizonte iluminado de esta noche casi veraniega. Viene y va como mis ojos a los tuyos mientras avanzamos por la carretera desierta. Nos mira y se aleja conforme tratamos de alcanzarla con las manos abiertas. Es como si jugara con nosotros o quisiera ver cada uno de los besos que nos damos. Luce tan grande y cercana que abruma con su presencia e invita a soñar con historias de astros y estrellas. Entes lejanos que encierran los sueños que tejemos entre palabras y sonrisas que lanzamos al viento. Y al fondo de la noche la luna, sonrojada, nos sigue en silencio robándonos el tiempo. Como imanes sus ojos de cráter se clavan en los nuestros. Y con la cara tristona y teñida color desierto, la luna nos une a través del misterio. Cómo será lo de vivir a oscuras desde más allá del tiempo. Qué sentirá la luna cuando dicen que sólo es espejo. Un cuerpo sin vida, ni alma, ni cielo. Y todos olvidan la magia que brinda desde allá a lo lejos. Sin ella las noches no serían noches, ni el mar un juego de bailes, dejando al poeta sin luz para inspirarse. Y que triste sería la vida del sol sin su amante. Casi tanto como la mía sin amor que entregarte.

Y es que Sucede Que Hoy la luna luce mágica...
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Un Loco Enamorado

Brillaba un sol de primavera espléndido mientras el traqueteo del viejo tren me zambullía en una ensoñación aplomada que se cebaba con descaro sobre mis párpados. Afuera, el polen pululaba a su aire revistiendo de polvo y estornudos las calles de las ciudades por las que pasaba. Y mientras el sonido de las voces de tantos y tantos desconocidos que compartían vagón conmigo me interrumpía el sueño, la imagen de tu rostro se dibujaba en mi frente entre la vigilia y la inconsciencia de una mente sin dueño. La cabeza se balanceaba de lado a lado con una sonrisa dibujada en los labios y los ojos aún cerrados. Un loco, pensarían todos. Un enamorado, repetía mi voz en cambio. Y es que te quiero. Te quiero mientras vuelo, camino o viajo en metro. Te quiero mientras hablo, te quiero mientras callo, te quiero mientras sueño. Te llevo conmigo siempre aunque no estés a mi lado. Y te pienso a cada instante. Y te vivo con deseo. Y te quiero entre recuerdos. Te quiero igual sin prisas que sin tiempo; si lloro o estoy contento. Te quiero. Simplemente te quiero. Profundamente te quiero. Justa y decididamente te quiero. Y no importa si estoy loco o estoy cuerdo. Te Quiero.

Y es que Sucede Que Hoy te recordé en el metro...

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Aunque Tú No Lo Sepas

Toma mi mano, pero tómala fuerte. Quiero llevarte lejos de la ciudad, a un lugar donde mirar al cielo signifique ver millones de estrellas y donde besarte sea un secreto a medias con la luna. Alejarnos del mundo para reencontrarnos en el nuestro. Ese que se empeña día tras días en hacerme creer que la realidad sólo existe cuando respiras a mi lado. Que la vida se detiene hasta que vuelvo a verte y en tu ausencia no existen calles, ni gente, ni diálogos. Que todo se desvanece. Y todavía sin soltarnos de la mano recorrer los paisajes de edificios acristalados y avenidas repletas de abrigos que van y vienen. Viajar en alma y tiempo hasta un futuro que se acerca demasiado lento. No me sueltes todavía. No lo hagas ni un segundo, que cuando estoy tejiendo sueños y no siento tus latidos acaba siempre por vencerme el frío. Y ya me ves, ahora mismo no soy nada sin tu abrigo; sin el roce de tus labios acallando mis quejidos. Que las noches sin ti todavía me asustan como cuando de niño las pesadillas se repetían provocando sudores fríos. Simplemente quédate a mi lado sin decirme nada y que tus ojos sean los que expresen las palabras de tu alma. Que me basta con mirarte y repetir tequieros en mi mente, aunque tú no lo sepas.

Y es que Sucede Que Hoy te extrañé antes de que te fueras...

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Mientras Duermes A Mi Lado

La magia invade la habitación a oscuras al sentir tu piel pegada a la mía mientras escribo estas líneas sin sentido, aunque sentidas. Es tan indescriptible la sensación cálida de tus piernas entrelazadas con las mías mientras duermes ajena a estas letras a mi lado... El aire que exhalas recorre mi pecho erizándome la piel a su paso, como suspiros de silencio que vienen a recordarme que yaces a menos de un centímetro de mí. Y tus manos, humedecidas por el calor que desprenden nuestros cuerpos, acarician mi pierna aferrándose a ella con amor y entrega. Bendita sea esta hora. Bendita la luz que refleja en tu rostro y te hace aún más bella. Borracho de desnudez, pienso ahora en las noches en que sólo podía imaginarme la sensación de compartir sábanas contigo. Cuando debía resignarme a soñar con tu pelo enredado en mi almohada, frente a frente, cara a cara, ombligo a ombligo. Y ahora te miro y te admiro entre aquellas mismas sábanas que entonces sólo rezaban por rozar tu piel y quitarte el frío. Y al sentir que estás tan cerca toco el cielo con las manos y voy pensando en acurrucarme rodeándote con mis brazos. Será que es tonto escribirte cuando puedo susurrarlo. Será que llegó la hora de decir adiós y dormir al fin a un beso de distancia de tus labios.

Y es que Sucede Que Hoy te escribo mientras duermes a mi lado...

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No Dejaba de Llover


No dejaba de llover. Durante las últimas dos horas el sonido de la lluvia golpeando la ventana había sido todo lo que se dejaba oír en aquella noche silenciosa. La lluvia, y tus respiraciones pausadas mientras dormías acostada en el sofá con tu cabeza sobre mis piernas. Al final la falta de argumento de la película había vencido a tu tentativa de permanecer con los ojos abiertos. Ya hacía rato que los últimos diálogos habían pasado a formar parte de tus sueños como personajes anónimos; voces lejanas que resonaban en tu inconsciencia. Por momentos, el segundero del reloj se dejaba escuchar robándome la atención, pero no alcanzaba a ver la hora. Tampoco importaba. El sueño parecía haberse olvidado de venir a por mí aquella noche y la escena era lo suficientemente apacible como para no importarme la hora. La lluvia, las luces de la ciudad encendida de noche al otro lado de la ventana, las noventa páginas que todavía restaban para llegar al final del libro, tu respiración y el calor en mis piernas desprendido de tu rostro. Sobre la mesa todavía yacían erguidas las dos copas apenas tintadas ya de vino, que brillaban a la luz parpadeante de la televisión silenciada y desatendida. La primavera comenzaba fría y lluviosa, perfecta para disfrutar de noches como aquella. De pronto, lanzaste una risa breve sin salir de tu sueño, seguida de una respiración profunda y larga. Giraste la cabeza, acomodaste el cuello y la melena resbaló hasta cubrirte los ojos. Seguías allí, conmigo, a mi lado. Y no dejaba de llover.

Y es que Sucede Que Hoy la lluvia me trajo estas letras...
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Tú, Primavera

Un rayo de luz pura, blanca y cálida como tú no podría haber llegado al mundo en otra fecha sino en esta en que damos entrada a la primavera. A tu paso florece la vida y se llenan de color los días. Brotan risas y alegría, quedan atrás las horas grises y la gota fría. Al igual que la primavera se cuela por los costados del bosque invitando a renacer, tus aires latinos llegaron dispuestos a florecer mi alma con besos, caricias y una dulce sonrisa cada nuevo amanecer. Tiempos de vida, sangre hirviendo y profundos latidos que me llevan por el camino de tu querer. Año tras año apagas las velas con el mismo aliento con el que encendiste una llama en mi pecho aquel verano bendito en que el destino me hizo volver a creer. Y al igual que el equinoccio templado calmas el frío y tiñes de dorado la piel con tus manos y su mágico poder. Y es que tu esencia de primavera es la fuerza que me lleva y que me empuja hacia la verdad: la verdad de entregarme día a día en alma a esta historia sin final.

Y es que Sucede Que Hoy te deseo un feliz día...

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50m² De Amor

Las paredes de aquel piso céntrico de alquiler respiraban la humedad de todo el edificio y las manchas que asomaban ennegrecidas en las paredes parecían dibujar secretos de amor encriptados al más puro estilo Rorscharch. El suelo de un parqué barnizado capa tras capa hasta formar una película sospechosamente brillante era lo único que hacía recordar el pasado glorioso de aquel edificio decimonónico que al parecer había pertenecido a una familia de la alta sociedad de aquella turbulenta época. El parqué, la escalera de madera y los marcos lacados del enorme ventanal del salón con vistas a la gran avenida arbolada. Bastaba extender el brazo por el balcón principal para tocar las hojas de los álamos que teñían de verde aquel rincón de la ciudad. Nadie recordaría ya las veces en que tantos y tantos hombres fugaces tuvieron que utilizar aquel balcón como salida de emergencia y el tronco de aquellos álamos como escalera improvisada con desenlace desconocido. Si aquellas habitaciones hablaran... Lo que antes había sido un palacete aristocrático ahora había quedado reducido a pequeños apartamentos tipo loft gustosamente decorados y con la magia del pasado conjugada con las últimas tendencias en decoración. Lo mejor de aquella casa, la enorme chimenea y la pared desnuda del salón. Y poco a poco las cajas de cartón fueron ocupando el reducido espacio repletas de sueños de una nueva vida que comenzaba entre sueños que finalmente se hacían realidad. Tú, yo y nuestro primer loft. Tú, yo y un futuro más que prometedor. Cincuenta metros cuadrados rebosantes de amor.

Y es que Sucede Que Hoy lo dibujé en mi mente...

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Yo No Fui

Juego a recordar la media sonrisa que se dibuja en tus labios cuando tratas de mentirme entre bromas y gestos que te delatan. Tus manos nerviosas intentan hablar con movimientos rápidos como queriendo desvelar una verdad que cuelga peligrosamente de tu boca. Los ojos te sonríen e inevitablemente no me queda más remedio que acercarme hasta robarte el beso que se te escapa entre la risa contenida. En el fondo de tu mirada mis pupilas se reflejan derrochando un amor que se niega a desvanecer. Y en la mente rincones lejanos se desdibujan cada vez que un coche pasa por al lado y nos devuelve a la realidad de aquella calle a la vuelta de tu casa, mientras las farolas se encienden parpadeantes queriendo desvelar lo que los cristales empañados ocultan. Y al tiempo que tu locura desborda el aire que nos rodea me voy deshaciendo por dentro en piropos enmudecidos por la cara de tonto que se me queda cuando entreveo tu media sonrisa de pícara desentrenada. Disfruto callado incapaz de romper el silencio tendido de un hilo, a punto de romper en carcajadas, esperando alguna de tus salidas inesperadas. Entonces un amago, un roce, una mirada cruzada basta. Rompemos a reír y jugamos a ser humanos en mitad de un mar de sentimientos desbocados.

Y es que Sucede Que Hoy recordé tu cara de "yo no fui"...
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En La Trinchera

Ahora que te siento lejos, agazapado entre sacos de arena que habrán de salvarme la vida cuando al fuego cruzado se le antoje sobrevolar esta trinchera, recuerdo las tardes en que las notas de tu viejo violín venían a remolonearse en mis oídos. Verte al contraluz delante de aquella ventana con vistas a un mundo todavía en paz se convertía entonces en un ritual sagrado donde luces y sombras se mezclaban con la sinfonía de las cuerdas pulsadas por tus finos dedos. Ahora hay días en que creo transportarme atrás en el tiempo y escucho aquella misma melodía, hoy teñida de sangre y duelo, atravesando el aire en forma de balas que, con suerte para unos y desgracia para otros, terminan por hacer blanco. Uno más, otro menos. En esta sucia y cruel guerra de hermanos el recuerdo de tus notas se convierte en el mejor aliado. Aquí nadie puede fiarse de nadie. Quien no miente, ya ha mentido; quien no llora, ya ni siquiera se siente vivo. Y entre partitura y partitura acaricio mi fusil imaginando tu cuerpo desnudo y recorro sutilmente las curvas que dibujan tus caderas de madera y hierro. Hace horas que nadie viene a visitarme. Ya no sé si soy el último superviviente de mi sección, tal vez de mi escuadrón, o es que acaso hace días que esta absurda guerra ya acabó. Nada importa ya. Mi vida perdió sentido el día en que me reclutaron y te vi con lágrimas en los ojos diciéndome adiós con tu mano desde el andén. En aquel instante, rodeado de tantos otros infelices como yo, supe que mi vida había llegado a su fin.

Y es que Sucede Que Hoy escribo en homenaje, en recuerdo, en secreto...
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Una Palabra Tuya

Vuelve a desnudarte en palabras de amor y deja que tu alma se muestre en la plenitud de su esencia. Que caigan armaduras y escudos, pieles resecas que se interponen entre el calor de tu pecho y la frialdad aparente de tu trato medido. Que la luz que llevas dentro se muestre esplendorosa y transporte en su brillo la dulzura que duerme en tu interior. Como mariposas a las que les cuesta separarse de su crisálida, tus sentimientos se desprenden suavemente del abandono para alzarse vigorosos por encima de cualquier duda. Y en la travesía de la oscuridad al crepúsculo mis huesos tiemblan de orgullo y mi piel se derrite ante los encantos de tu corazón entregado. No hay entonces placer más profundo que el sentido al dejarme seducir por tus tiernas palabras. El mundo deja de girar y la armonía invade mi cuerpo agitado por el resonar de tu afecto. No soy digno de que entres en mi pecho, pero una palabra tuya bastará para enamorarme. Y entregado a tu magia me dejo llevar por la sinceridad que desprende tu promesa. Vuelve a desnudarte en palabras de amor y permite a mis oídos deleitarse con tus ecos, mientras se eriza mi piel de sólo saberme tuyo. Vuelve a mostrarme la sabia de tu amor y comienza a creer en los sueños que una tarde, entre besos, tejimos entre los dos.

Y es que Sucede Que Hoy una palabra tuya bastará...

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Viniste A Sembrar Paz

Viniste a sembrar paz en este corazón en guerra. Llegaste sin aviso y te adueñaste de mi territorio sin ni siquiera entrar en la contienda. Fueron suficientes tus palabras, tus sonrisas y tus aires de mujer con alma eterna. Me sedujo tu saber disfrazado de inocencia y esa lengua indomable cuando se trata de decir verdades aunque duelan. Para cuando quise darme cuenta ya el amor había arrasado incluso mi vergüenza. Con la fuerza de su ejército de besos cuestionó hasta mis creencias. Y resultó que sí existía la que ya daba por muerta. Vencido y sin orgullo me entregué a tus abrazos y es hoy que cuando no los tengo muero por dentro y me rompo en mil pedazos. Tu piel, tus manos, tu palabra dulce de sonar lejano; tu mirada, tu descaro, tu silencio sosegado cuando duermes a mi lado. Es tanto lo que extraño cuando la noche nos separa, que me encierro entre las sábanas y te imagino en mi regazo. Es tanto lo que suspiro por tu ausencia que la misma luna se emociona cuando te suspiro en soledad. Pero sólo existe algo que puede en esos momentos calmar mi ansiedad; sentir tus labios en los míos y saber que nunca más soportaré esa frialdad.

Y es que Sucede Que Hoy fuiste paz en mi adversidad...

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