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Una Ciudad, Tú y Yo

El sol teñía de naranja el horizonte cuando las ruedas del tren de aterrizaje terminaron por desprenderse del asfalto de la pista de despegue. Con tu mano aferrada con fuerza a la mía y una sonrisa tan nerviosa como ilusionada, el avión iba ganándole metros a un cielo azul intenso despejado. A lo lejos, cada vez más diminuta, la ciudad nos despedía deseándonos un día lleno de alegría y felicidad, consciente de que en apenas horas estaríamos de regreso surcando el mismo cielo en el sentido inverso. Por delante, casi doce horas era el tiempo del que dispondríamos para recorrer la ciudad de los canales y palacios flotantes. Doce horas para perdernos por sus calles y dejarnos envolver por el romanticismo que desprende cada esquina. Te llevaría a recorrer los callejones repletos de mensajes de amor; los portales en los que los amantes furtivos le robaban un beso a su musa; los palacios más bonitos de toda la ciudad; sus puentes; sus gentes; sus tiendas de máscaras y disfraces elegantes. Recorreríamos la plaza de San Marco al son de las orquestas de los restaurantes; nos detendríamos suspirando frente al lugar de donde más suspiros se han lanzado; pasearíamos por las estrechas aceras al borde del Canal Grande y cuando el sol comenzara su viaje de vuelta al otro hemisferio, una góndola de cojines dorados nos deslizaría por las aguas de los canales más bonitos de Venecia. Durante el trayecto brindaríamos con champán francés y compartiríamos el sueño de estar viajando juntos por una ciudad prometida. Después de una cena a la luz de las velas, el avión estaría esperándonos para traernos de vuelta a casa. Y aunque ya hubiese estado en aquel lugar, a tu lado sería como pisar aquellas tierras por primera vez. Porque Venecia es una ciudad que se disfruta más acompañado por alguien especial; porque Venecia esperaba mi regreso de tu mano para descubrirme los secretos que sólo muestra cuando dos corazones laten unidos por la misma fuerza. Pero para todo eso todavía faltaban casi dos horas y tú, a mi lado, sonreías intrigada por saber lo que te tenía preparado.

Y es que Sucede Que Hoy fue nombrarlo y vernos allí...

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Más Allá De Tu Existencia

Debe ser que no estoy muerto; que no he caído en la desgracia del olvido; que mis pasos continúan dejando huella en el camino. Y debe ser que aún suspiro; que a lo lejos se despierta un sutil quejido; que en el pecho aún hay sitio para más y más latidos. Puede ser que te sienta hasta dormido; que en las noches acaricie o desgarre tus vestidos; que la luna sea a la vez la luz, la espía y nuestro nido. Y puede ser que tus besos sean antídoto y por ellos resucito; que son bálsamo de sueños y delirios; que desatan las pasiones que sin miedo escenifico. Porque hoy me acostaré pensando en tu mirada, en el gesto que dibujas cuando una sonrisa lanzas, en el tacto de tus manos entrelazadas a las mías aferrándose con fuerza y transmitiendo su energía. Y me dormiré susurrándome tu nombre como mantra, acallando un "me encantas" que me nace, que se lanza y de la punta de la lengua no se marcha. Cerraré con fuerza la boca para no dejar escapar los retales de los besos que aún descansan en mis labios y oleré mi mano impregnada en el perfume que he robado de tu cuello mientras los dos cerrábamos los ojos y volábamos en silencio al reino de la excitación, el fervor y el entusiasmo. Y para cuando haya caído rendido ante las sábanas, rescataré los sueños que me llevan junto a ti; las imágenes oníricas que últimamente acostumbran a quererte dibujar únicamente a ti. Y seguiré a tu lado en la distancia, abrazado a ti por debajo de tu edredón desde mi cama, más allá de los límites de la existencia, y tocaré y sentirás mi mano recorriendo tu espalda haciéndote cosquillas con su paso lento, hasta erizar tu piel y sentir tu sangre hirviendo adentro.

Y es que Sucede Que Hoy traspasé la frontera de tu reino...

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A Un Puente De Distancia

A un puente de distancia dos corazones laten con fuerza sintiendo que hay algo mágico en las miradas que comparten dos ladrones de estrellas. A un puente de distancia cae la noche y se hace larga sin poderlo atravesar, mientras sueño con la excusa para volverte a encontrar. A un puente de distancia pierdo la esperanza de distinguirte entre la niebla y sonreír hasta llorar. A un puente de distancia dos almas se buscan en la inmensidad y se encuentran en la nada compartiendo mucho más que una amistad. A un puente de distancia los recuerdos de los besos se pasean por los labios de dos locos demasiado cuerdos que en la vida se acaban de topar. A un puente de distancia dos manos se intentan tocar y no alcanzan el camino para llegarse siquiera a rozar. A un puente de distancia siente el cielo que la luna llora porque esta madrugada no te pude saludar. A un puente de distancia duermen en silencio dos amantes que se buscan y se pierden y se aprecian y algo más. A un puente de distancia viven dos almas gemelas que un día se conocieron y desde entonces sólo esperan el momento de poder decir "te quiero", sin el miedo en unas voces que aún luchan por no temblar.

Y es que Sucede Que Hoy un puente nos separó y te eché de menos...

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Como Al Alma El Suspiro

Y al fin llegó como llega el invierno sin falta cada año; de noche, en silencio, torciendo la esquina de una ciudad dormida sin edredones. En el cielo una luna infinitamente redonda y pura regalaba su luz iluminando los árboles agitados por un viento gélido. Las manos y el corazón temblaban, no sé ya si por ese mismo frío o por los nervios de saber que era el momento; que no habrían más esperas; que la magia dejaría que de un abrazo brotara una pasión parcialmente suicida. Y el beso cayó al labio como al alma el suspiro. Dos cuerpos se juntaron en un mismo instante suspendido eternamente en el tiempo, mientras los sueños se fundían en un cuento con millones de páginas vírgenes de argumento. Espacios en blanco para escribir en verso la vida de dos locos perdidos en un mundo ajeno. Y tal como había llegado se fue con el invierno aquel lapso de ensueño, dejando al desnudo dos rostros nerviosos pero sinceros. La semilla se regaba con la savia de aquellos besos y en el pecho florecían tallos como almendros en enero. Una primavera temprana perdida en el calendario que trataba de hacerse hueco entre lágrimas de hielo afilado. Pero el sol sabía que había llegado el turno de sus rayos, el momento de arrasar el frío y cubrir el prado de dorado. Que la pena se esfumara entre lamentos con la fuerza de un silencio que pusiera fin al duelo. Eran tiempos de alegría; eran tiempos de añadirle páginas y vivencias a la biografía.

Y es que Sucede Que Hoy sucedió y fue mágico...

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Feliz Navidad

Felices Fiestas a todos. Navidades y Solsticios.
Que los "Sucedes" se "Sucedan" en un atasco de "Sucesos" positivos.

Con todo el cariño y afecto,
Pablo.

Y es que Sucede Que Hoy es Nochebuena...
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Regreso A La Playa De Los Sueños

El peso de la noche templada caía suavemente sobre la arena virgen de una playa construida en sueños a base de ilusiones y ojalás. En lo alto, la luna brillaba pura y radiante aportando la luz necesaria para reflejar en pieles y pupilas los deseos de dos almas encendidas con la llama del destino. Los cuerpos, entrelazados y entregados al sublime arte de la seducción, se compenetraban rozando piel con piel sin dejar de observar el manto de estrellas que se abría sobre ellos en un vasto lienzo pardo. A lo lejos el rumor de las olas festejando aquel instante de pasión acompañaba con regalos de sonidos imposibles y caricias que venían en forma de ola hasta mojarles los pies. No era la primera vez que visitaban aquella playa paradisíaca. Mucho tiempo atrás, incluso desde el más absoluto desconocimiento, los dos habían compartido una noche como aquella. Una noche en la que se juraron volver, dejando escrita una nota en la arena..."Viajaré hasta donde anoche dejé escrita una nota diciendo que volvería. Te veré allí, sentada en la arena esperando mi regreso. Y volveremos a ser uno mientras la luna nos deje...". Al fin ese día había llegado más de un año después. Pero no importaba el tiempo. Todo lo que un día fue un sueño se cumplía ahora en la realidad. La playa, la musa, la misma arena con la misma nota, idéntica la luna tiñendo de blanco un porvenir esperanzador. Sólo cambiaba un detalle; las caricias antes imaginadas ahora podían sentirse con las yemas de unos dedos anhelantes durante tanto tiempo de aquella misma piel.

Y es que Sucede Que Hoy volveré sabiendo que allí me esperas...

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Mágica Madrugada

Mágica la luna que brilla allá en lo lejos y nos recoge a esta hora con su blanca luz nocturna. Fuego el que me corre por las venas en los minutos que transcurren lentos antes de volver a verte. Brisa suave la que envuelve tu figura y desprendes con aromas hechizantes impregnados en el aire. Dulces besos los que sueño de tus labios fusionados con los míos mientras lucen sin tapujos en lo alto las estrellas...
Es la magia que construyes y que embriaga mis sentidos hasta ver perdida el habla. La que dice que es sincero esto que siento pues en ti está dibujado con esmero mi reflejo. Pasan los minutos y avanza la noche fría, rota por el vaho de unos cristales empañados a la luz de una farola perdida en las afueras de la ciudad. Las palabras amortiguan el sonido de la lluvia golpeando en el cristal, mientras dos corazones palpitando sin cesar hablan a escondidas desnudando su verdad. Saben que en lo alto las cabezas hablan sin parar, pero ellos desconectan y se dedican solamente a amar. Porque saben que en el fondo pueden regalar felicidad; porque sienten que en sus pechos algo tiene que estallar. Y el encanto del invierno entra en sus almas sin pesar, pues entiende que con besos hasta el frío que propaga es fácil contrarrestar. El reloj avanza raudo mientras roba horas al amanecer, y con pena y pesadumbre la velada pasa sin poderla detener. Entretanto siento el peso de tu nombre aferrado a mis entrañas; es la suerte de tenerte frente a frente y compartir la madrugada con la esencia de un "hasta mañana".

Y es que Sucede Que Hoy crece la magia y el sentimiento...

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Nuestro Cruce En Cada Esquina

Vuelvo a casa y todo es de otro color; las calles, las luces, los coches. Las sonrisas de la gente sonríen más de lo común, los ojos de la luna brillan desprendiendo amor. Es el espíritu de la Navidad, pienso, pero estoy equivocado. Respiro y saboreo un oxígeno dulce, acaramelado, impregnado de tu piel lejana. Viene helado y directo a llenarme los pulmones de tu fragancia de primavera fértil. Y mientras inspiro con fuerza hasta agotar tu aroma, cierro los ojos y veo un cielo despejado. Sin embargo llueve y está encapotado, pero basta con imaginar tu rostro y sentir radiante un sol cercano. Es la magia que te envuelve, la brisa templada que desprendes con tus manos. Es la Navidad, pienso, pero sigo equivocado. Acaricio el paso de las horas deseando otra noche como aquella; la de ayer o la primera, la que entraste con sorpresa. Y te busco una y mil veces en el día y presiento nuestro cruce en cada esquina. Pero no llega el momento de encontrarnos y me vuelvo cabizbajo y resignado. Es el juego del destino que nos guía; ese mismo que te trajo como un regalo a mi vida; ese mismo que me grita que es tan raro como bello el sentimiento que suscitas. No es la Navidad, pienso, y esta vez es la que acierto. Es un soplo de aire fresco; es un presente; es un sueño; es la vida que sonríe; es el universo que siempre escucha atento.

Y es que Sucede Que Hoy lo vi todo de otro color...

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El Funambulista Del Amor

Y como en un ataque de sinceridad desbocada salieron de su boca las verdades que durante tanto tiempo había tenido que callar. Por sus venas corría ardiente la sangre tantas otras veces derramada por los lagrimales, mientras las manos le temblaban de impaciencia y nerviosismo. Había decidido dar el paso casi sin darse cuenta. Ahora las palabras se agolpaban en su mente esperando que unos labios tímidos y titubeantes permitieran transmitir los ecos reprimidos en lo más profundo de su garganta. Tiritaba, palpitaba acelerado su corazón y la catarsis se apoderaba del momento. Era como el arrebato de un ciclón contenido en en una sola gota de agua salada. En su pecho se palpaban los latidos de un corazón agitado y sorprendido por las respuestas. Por primera vez había dejado de lado la vergüenza y había decidido atravesar el abismo del ¿por qué no? sin miedo a la caída, o a que el viento de allá arriba llegase con la fuerza suficiente para tumbarlo de un soplido. Nada le importaba, había aprendido a volar solo, a planear mientras pendía de las nubes hasta llegar a salvo a tierra. Una vez le bastó para comprobar el dolor de caer en picado sin abrir las alas. Y aprendió de su error para no volver a hacerse daño. Sin embargo ahora caminaba por la cuerda floja, sin mirar atrás ni abajo, con la vista clavada en el otro lado del precipicio; en un horizonte lejano y difuso; en un confín que quedaba a mucha distancia de allí. Tal vez al llegar al otro lado se encontrara con que allí nadie le esperaba. Después de su valentía el desierto de arena y piedras le recibía en la más absoluta soledad. Y ni eso le importaba. Su alma curtida en desazones le había enseñado a que la felicidad estaba en el camino y por eso ya se sentía feliz. Acamparía allí, al otro lado del abismo, en la montaña del destierro, esperando que otra vida igual de audaz y valerosa cometiera la osadía de atravesar el fino alambre suspendido sobre el acantilado. No importaba el tiempo. Ni siquiera le importaba el hecho de que no ocurriera jamás. Cuando desilusionado por la espera en balde se cansara del lugar, todo sería tan sencillo como volver sobre sus pasos y encontrar de nuevo la felicidad en el camino de vuelta.

Y es que Sucede Que Hoy me sentí funambulista...

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Una Luz Sin Dueño

La luna eclipsa de blanco la estampa de una noche de invierno que sobrevuela con sensualidad las sábanas frías de mi colchón. A lo lejos, oculta entre un millón más, diferenciada únicamente por la casualidad de que mis ojos hayan ido a parar allí, una estrella parpadea emitiendo mensajes en clave que mi mente no es capaz de descifrar. Trato de sintonizar con el cosmos, respirar profundamente mientras mi mirada se centra en el destello intermitente del astro. Y como a retales de verdad vislumbro con incredulidad los despojos de una realidad paralela. En ese momento me dejo llevar por los brazos del tiempo al compás del ritmo que marca el universo. Las imágenes se suceden y comienza el relato de mi vida. Instantes que se dibujan en secuencias desordenadas completando las páginas de vivencias experimentadas a lo largo de los años. Son segundos de recuerdos de otros tiempos que existieron y quedaron para siempre grabados a fuego en el trastero de mi alma. Algunos no los recuerdo, otros creo estar viviéndolos en ese preciso instante y los hay que creía borrados y olvidados y sin embargo mantienen casi intacta su savia. Son retazos de una vida recobrada en sueños. Improntas efímeras de lo que un tiempo fue y dejó de serlo. Y aunque por momentos vuelvo a abrir los ojos para comprobar si el lucero sigue ahí, me pierdo en la inmensidad de la noche estrellada hasta comprender que por cada punto de luz un segundo más de vida me acompaña en el viaje. Y compruebo que alrededor de esa estrella, de justo la estrella que contemplo en cada momento, sólo luce la más profunda oscuridad. No hay estrellas a su alrededor. Soy un cuerpo celeste solitario, una luz sin dueño, un brillo amparado por la magia de la luna.

Y es que Sucede Que Hoy miré al cielo nocturno...

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Cenizas De Un Alma Incendiada

Un sentimiento ahogado en cenizas dilata el tiempo de una tarde lenta. Por debajo de la piel los ecos de un corazón excombatiente retirado a quehaceres menos implicados y complicados que el amor luchan por hacer sentir su leve impulso esperanzador. Pero la esperanza se marchó con el último tren rumbo a un lugar desconocido. Los párpados comienzan a pesar y sucumben por momentos ante el poder dictatorial del sueño. Sin embargo, pese a la extenuación, persisten en su intento por permanecer abiertos a la realidad del mundo que les rodea. Caen, se levantan y vuelven a caer. Pero justo antes del definitivo adiós recuperan un hálito de energía para lentamente sobreponerse. Y el pesar cae al pecho como la noche a la ciudad; lenta, oscura, fría... Corresponder con sensaciones a sentimientos es un juego sucio del que nadie debiera nunca alardear, pues un beso es suficiente para un salto sin retorno, para bien o para mal. Pero y qué fácil es decirlo y perderse en el camino del intento. Fracasar en el propósito y cederle la victoria al fraudulento reino del ahora. Saber que no se puede, creer que no se debe, querer que todo y nada llegue. Entonces el pecado enfunda una verdad callada a gritos. Y los gritos ensordecen de silencio. Y yo, sordo, callo gritando silencios muertos. Es el miedo al demasiado tarde, la incertidumbre ante el y si..., el imperante dogma del ahora no. Y la tarde pasa igual de lenta que al principio. Con el mismo sentimiento ahogado en cenizas; las de un alma que sufrió y desde entonces aún humean sus recuerdos de momentos perdidos e ilusiones rasgadas.

Y es que Sucede Que Hoy respiré los humos de mi alma incendiada...

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Deshojando La Aurora

El silencio se apoderaba de cada esquina de la habitación. Las paredes, escondidas tras la fina capa de pintura verde pastel, espiaban de reojo ruborizándose por el ímpetu de aquella fusión. Los muebles, las estanterías, los libros y los cuadros respiraban suavemente sin llamar la atención, haciendo como que no existían, que dormían ajenos a lo que ya había ocurrido en el salón. Y con ojos entornados, disimulo y una fuerte excitación, husmeaban con sigilo y envidiaban la pasión. Entretanto, la almohada era testigo del desnudo de una flor, que con dulces intenciones deshojaba su exterior. Fresca, pura y blanca del color del algodón, con sus manos palpaba el aire que espesaba a su alrededor. Los cuerpos se encendían anulando al calefactor y entre besos y miradas iba entrando el alba provocando desazón. La noche terminaba y con ella la pasión, que volvía a enfundarse en su traje negro camuflando una traición. Atrás quedaba una oscuridad rota con la aurora, en la que manos, labios, pieles y silencios se mezclaban con suspiros provocados por la euforia y el fervor. La atmósfera ardía en llamas de deseo y en las profundidades de las sábanas respiraba exhausto el tallo de la flor. Era tiempo de marcharse y dejar entrar el viento para borrar las pistas, el aroma y los ecos pronunciados con sofoco, vehemencia y devoción. Allí permanecería siempre el recuerdo de un secreto que tejieron cautelosos una rosa y un floricultor.

Y es que Sucede Que Hoy vi un rosal desolado por el invierno...

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Tarde De Infusión y Mozart

La tarde avanzaba cediendo terreno ante la noche que asomaba por encima del campanario más emblemático de la ciudad. La luz se apagaba con el crepúsculo violeta y las farolas comenzaban a calentar sus bombillas preparándose para una larga y fría jornada nocturna. Aislados del exterior, un grupo de amigos debatía en lo más profundo de un café antiguo envuelto en nubes de humo y música clásica. El entorno invitaba a la tertulia distendida y profunda y a ello se entregaban. Discutían acerca de lo divino y lo humano, lo celestial y lo terrenal, lo pasado y lo futuro, lo general y lo particular, pero de entre todo el hilo de la conversación una cosa quedaba clara: sabían de lo que hablaban. Se intuía cierta grandeza en sus palabras, sus mentes trabajaban a destajo y se permitían el lujo de relajarse sólo cuando alguno de ellos lanzaba alguna broma. Entretanto, el humo de las infusiones que salía por las teteras servidas en la mesa, se unía con el de los cigarros convirtiendo el lugar en un rincón espeso. Los sentimientos afloraban entre todos ellos y de sus palabras y miradas se podía intuir el sagrado secreto de la amistad eterna. Con sus cuerpos abiertos entregando y recibiendo amor tejían ilusiones compartidas en el reservado junto al gran salón. Por momentos parecía que el tiempo del reloj marchaba del revés, descontando los minutos, las horas, los días y los años de su calendario, hasta verse inmersos en una tarde igual de fría, compartiendo la misma mesa de tertulia en uno de aquello cafés de los años veinte. Incluso de principios de los cuarenta, trazando las líneas de un botín, una manifestación, una acción subversiva en contra del régimen que azotaba con fuerzas poniendo tierra de por medio entre las personas y la libertad. Sin embargo ahora eran tiempos mejores. Todo estaba más calmado que entonces y podían permitirse tratar otros temas más relajados. Pero la ilusión del momento era la misma. Ese empuje para la acción. Esa red de sueños hilvanados con la emoción del que sabe que le espera un buen porvenir. Ese aroma a viejo, a humo y a esperanza; la de no perderse el rastro. Y mientras la tarde pasaba, las serenatas y conciertos de Mozart resonaban poniendo la musicalidad y la armonía a las conversaciones que iban y venían flotando a su antojo entre las paredes del salón adornado con cortinas, esculturas y papel pintado descascarillado.

Y es que Sucede Que Hoy me encantó recordar la tarde...

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Último Aviso Para Los Pasajeros...

- Cierra los ojos y deja que te bese -dijo mientras sostenía entre sus manos la rosa que acababa de regalarle.

Sumiso, excitado por la magia del momento, los cerré y esperé el contacto.

Diez segundos después, todavía sin sentir el roce en mis labios, abrí los ojos de nuevo.

Deshojada, inerte y olvidada, la rosa yacía junto a mis pies anclados al suelo de aquella estación.

La gente iba y venía con prisas; las mismas que ella tuvo para marcharse sin decir adiós.


Y es que Sucede Que Hoy no hace falta más...
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Tu Rostro Entre El Incienso

El humo del incienso ascendía trazando formas sinuosas hacia el techo de la habitación. Un camino imposible de curvas y bailes al son de las diminutas corrientes que se formaban con sólo respirar. La oscuridad de la habitación quedaba rota por la tenue luz anaranjada de la lámpara de sal y el aro de fuego que devoraba con parsimonia la barra con aromas de la India. Las paredes respiraban aquel humo y amortiguaban con sus esquinas los zumbidos de la espiga consumiéndose. De fondo, como surgiendo de debajo de la cama, las sonoras notas de una tuba caminaban con sigilo por encima del sonido de olas acompasadas. Delicias para unos oídos abocados a la estridencia de unos tiempos ruidosamente descuidados. Con los pulmones llenos de la esencia desprendida por el incienso y con el pensamiento guiado por un segundero lento regulando mi tempo como el metrónomo el del pianista, comencé a intuir tu rostro entre las figuras escurridizas que formaba el humo. Y contemplé tu sonrisa de labios gruesos y radiante blancura; tu frente lisa y despoblada salvo por un mechón rebelde; tu nariz delicadamente pura y trazada con finura; tu barbilla redondeada, puerta al paraíso de tu boca; la piel tersa y brillante de tus pómulos casi esféricos; tus ojos claros infinitos de mirada profunda y ardiente. Las ondas dibujaban tu melena agradecida y del mismísimo aro de fuego rodeando el incienso se adornaba tu cuello. Te veía entre muros de humo espeso ambientador y te sentía entre lazos rotos en un pecho abandonado. Y quise acariciar tu cara con mi mano por sentir de nuevo el calor de tu piel, pero fue acercar mis dedos a tus labios y como un reflejo en el lago tu rostro comenzó a desfigurarse hasta desaparecer. Deformada te admiré en tu camino hacia la nada y todavía te creía ver, pero fue tocar el techo y esfumarte para siempre; esfumarte para siempre como ayer.

Y es que Sucede Que Hoy te dibujé con el humo de un incienso...

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Destino Madrid

Las calles de Madrid amanecían ajetreadas dadas las fechas en las que nos encontrábamos. Diciembre pasaba como una apisonadora por el calendario acercando los días de fiesta y celebración en familia. Las luces, los escaparates adornados, los niños ilusionados y las bolsas repletas de regalos inundaban las principales vías del centro. Desde la habitación de mi hotel podía ver el ir y venir constante de coches alrededor de Neptuno. En un principio, aquella visita exprés a la capital no tenía más sentido que el de recorrer su ambiente navideño y disfrutar de dos días en familia en los que dejarse embaucar por ese espíritu extraño de estas fechas, mientras nuestros ojos se distanciaban de lo habitual y viajaban a través de las formas y las luces de otro lugar. Pero lo que nunca podría haber esperado, era que de aquella escapada regresara con la idea tan clara de querer volver para pasar una larga temporada allí. Ya estaba casi todo planeado; amigos, piso de alquiler, futuro y ganas de demostrar nuestro talento en una aventura que llenaría de vivencias nuestras vidas y de experiencia nuestro currículum. Y pese a todo, tampoco éste fue el único motivo que me empujó a dejarme llevar por el deseo de volver cuanto antes y para largo. La primera mañana, nada más llegar a la ciudad y dirigirnos al hotel, rescaté de entre la multitud de personas que contemplaban un espectáculo en la calle a las puertas del hotel, el rostro de una chica que miraba a través de sus ojos cristalinos el show. La sonrisa se dibujaba en su cara de manera involuntaria, despertando en la mía una mueca de sorpresa ante su imponente belleza. Con su imagen fresca en la retina, realicé el check-in y me fui directo a mi habitación con la tonta ilusión de quien está a punto de abrir la puerta y ver cómo será el lugar que le dará cobijo durante su estancia. Por delante tenía más de media hora para tumbarme en la cama y relajarme después del trayecto de casi cuatro horas de coche. Y transcurrido ese tiempo, justo en el momento en el que me disponía a cerrar la puerta de la habitación para ir al encuentro con el resto de mi familia, la chica que me había enamorado antes entraba por la puerta que enfrentaba a la mía. Su habitación estaba a sólo dos pasos. Salir a su encuentro en la madrugada sería tan fácil como abrir mi puerta avanzar sigiloso un metro y medio y llamar. Pero el plan debía esperar. De momento Madrid y sus calles adornadas me esperaban en un recorrido que debía llevarme por los rincones del centro de la ciudad. Durante todo el trayecto pensaba en mi vecina casual y esporádica de enfrente. En sus ojos, en la sonrisa que tanto me había gustado en el primer vistazo y en el cruce de miradas que se produjo cuando salí de mi habitación una hora antes. De vuelta al hotel, mis nervios aumentaban. Deseaba encontrarme de nuevo con ella. Perdernos entre los pasillos y los ascensores. Subir por las escaleras hasta el cielo y descender luego directamente al infierno en un viaje sin final a su lado. Escondernos en rincones prohibidos y acabar durmiendo abrazados en una habitación hasta el momento en el que el sol rayara de nuevo el horizonte y cruzara a la puerta de enfrente para no dejar rastro del delito. Y tumbarme en mi cama y amanecer discreto como si todo hubiese sido un sueño a los ojos del resto. Y saber que le tuve de verdad en la magia de la noche. Que sus besos viajarían conmigo de vuelta hasta que el destino volviese a unirnos en aquella ciudad.

Y es que Sucede Que Hoy viajo a Madrid con el alba...

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Una Mañana De Cine

El sol se desperazaba entre sábanas en aquella temprana hora mientras la noche, cansada de ver lo mismo, comenzaba su viaje de oscuridad y frío hacia otras tierras. La ciudad dormía y apenas el sonido de algún coche resonaba entre las calles habitadas de silencio y soledad. Pocos madrugadores aquel día gris de principios de diciembre. Con la calefacción a toda potencia tratando de caldear el ambiente del habitáculo del coche, al tiempo que el limpiaparabrisas luchaba con esmero contra la escarcha del cristal, seguía el camino que me marcaban las luces. El día comenzaba entonces para mí y para algún que otro descerebrado más que compartía la misma locura que yo; empezar la jornada a remojo trazando unos largos en la piscina. En apenas tres minutos recorrí la escasa distancia que separaba mi casa del gimnasio y, una vez entré en el enorme complejo de ocio en el que se encontraba el recinto deportivo, contemplé asombrado la quietud y soledad de un lugar por el que apenas tres horas después circularían cientos y cientos de personas en todas direcciones. De compras, al cine, a comer, a trabajar, a divertirse, a pasear... Sin embargo ahora la escena me recordaba a la típica secuencia de película del oeste en la que se abre una vasta extensión de terreno y un amasijo de ramas secas y filamentos vegetales sin vida atraviesa de parte a parte la ventana. Pero aquellas escenas estaban reinadas por el sol y aquí, en mi propia película de aquella mañana, aunque sin fuerza, la luna todavía brillaba en lo alto. Pronto me di cuenta del hilo musical que salía por los altavoces repartidos a lo largo y ancho del complejo, ocultos a los ojos de la gente. Parecía la banda sonora de una película de terror, que se veía reforzada por la solitud y la poca luz de la escena. En cualquier momento podría aparecer el asesino y, sin embargo, me parecía un lugar idóneo para el encuentro. Imaginé que en aquella película particular no había malos y la persona que de pronto aparecería de la nada eras tú. Que la música entonces cambiaba y los compases de un tema de amor comenzaban a sonar. Que tú venías corriendo y de un salto me abrazabas con fogosidad. Que tus labios y los míos se enlazaban en un beso sin final. Pero el cartel que anunciaba el final de la película apareció antes de que se comenzara a rodar.

Y es que Sucede Que Hoy recordé la escena...

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Palabras Más, Palabras Menos

Las palabras de un corazón descosido, rasgado, amargo, roto resuenan en un pecho vacío, hueco, herido, sordo. Los ecos de una voz gastada y seca de haber gritado al viento por un amor dañino se apagan ahogando sus últimos suspiros en señales lejanas. La garganta, irritada casi tanto como el alma, comienza a sacar sonidos más puros, calmados y suaves que a los que se había acostumbrado en las noches de almohada en los labios y sábanas revueltas y empapadas en llanto. Camino, que no es poco, y lo hago con la cabeza alta y ligeramente girada atrás, negándome a mirar al frente olvidando todo lo que de ti por siempre quedará. Un sueño, un recuerdo, un retrato, un suspiro. El lienzo de un rostro que enmudeció con el tiempo y se dejó devorar por la humedad, abandonado en un rincón del desván. Los ojos, cansados, se cierran y sueñan con colores nuevos, más vivos, más ricos, más puros, más intensos; los colores de una nueva vida en la que el arco iris sale día tras día. Y baña de malvas, violetas, naranjas, turquesas, las horas, segundos, las tardes, las noches sin tregua. Y vuelvo a empezar y siento que es bueno que diga, que puedo, que vivo, que río y comienzo a olvidar. Y busco un lugar, cercano o lejano, ya eso da igual, que inunde mi anhelo de calma y de paz; que vaya, respire, conecte y, soltando tu mano, aprenda a volar.

Y es que Sucede Que Hoy no sé que ha sucedido...

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En La Calle De Al Lado

Aquella mañana fría de diciembre me había costado más de lo habitual levantarme de la cama. El reloj ya pasaba de las siete, cuando de normal siempre lo miraba un par de minutos antes de que la manecilla cubriera ese número. La protección del nórdico frente al frío exterior me había hecho dudar más de la cuenta antes de dar el paso definitivo y salir de un salto, temeroso, sin valor. En apenas diez o doce minutos debía estar en la piscina del gimnasio cumpliendo con mi propósito de nadar todas las mañanas antes de enfrentarme al resto del día. Ya llevaba tres semanas con el plan y todo funcionaba perfectamente. Salía de allí con las pilas recargadas, la mente abierta, los músculos a pleno rendimiento y la cabeza despejada. Finalmente llegué a la hora y, con paso acelerado, entré al vestuario donde me quité los pantalones que llevaba encima del bañador. Salí corriendo por el pasillo que conectaba con la piscina y, justo al girar la esquina que llevaba directamente al recinto, me encontré con una chica que se disponía a hacer lo mismo que yo. Me saludó cordialmente y me dijo que aquel era su primer día. Tapada sólo con un bañador ajustado que reafirmaba su figura, aquella vecina de calle me parecía el mejor regalo para mantener la motivación cada mañana y empezar con fuerza el día. Sus ojos azules resaltaban incluso por debajo de las gafas de baño y, cuando se las quitaba, parecía que sus pupilas habían mimetizado con el color azul del fondo de la piscina. Su sonrisa blanca y pura le otorgaba una belleza única a pesar del gorro que llevaba recogiendo su cabello por higiene. Me comentó su intención de ir todas las mañanas a aquellas horas para ejercitarse antes de enfrentarse a un nuevo día, tal y como yo me había planteado. Así que aquella sirena particular iba a ser mi compañera todas las mañanas, en la soledad de un gimnasio casi vacío a aquellas horas, mientras los dos nadábamos separados sólo en la superficie por un cordón de boyas azules y blancas. Por debajo, nuestros cuerpos podían tocarse y el agua que nos envolvía llevaba la esencia de los dos. Después de un buen rato llegaba mi hora. No tenía tiempo para más. Debía cambiarme a toda velocidad y llegar a clase. Pero no importaba. Sólo veinticuatro horas después volvería a tenerla ahí, a mi lado, luciendo figura tal vez con un nuevo bañador. Quien sabe si algún día, embriagados por las posibilidades del encuentro, olvidábamos las clases o incluso el letrero donde se indicaba cuál era el vestuario de cada uno.

Y es que Sucede Que Hoy pensé que mejor acompañado...

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