Abrigo Rojo
Al ver cómo salía de la cafetería dejó unas monedas que cubrían más que de sobra el importe de la infusión que todavía humeaba delante de él y salió acelerado detrás de ella. Parecía un detective de los que algunos contratan pensando que aún sin confianza su relación puede sobrevivir. Los poco más de diez minutos frente a ella observándola de espaldas desde la barra le habían bastado para encender el fuego en su pecho. Necesitaba saber quién se escondía debajo de aquel abrigo rojo sobre el que descansaba una larga y lisa coleta. Siguió sus pasos manteniendo siempre una distancia prudente y recorrió así calles y plazas tras la estela de luz que desprendía el aura de aquel ángel disfrazado de mujer. De pronto, al girar una esquina, su corazón se aceleró al no distinguirla entre la multitud que abarrotaba aquella calle de edificios antiguos y amontonados. Continuó abriéndose hueco entre la gente, nervioso, escuchando a su paso los rumores de aquellos que iba apartando cogiéndolos del hombro. Sus labios no daban abasto para pedir tanta disculpa. Y en una de aquellas, cegado en avanzar en busca del abrigo rojo, golpeó con su brazo el de una mujer que inmediatamente se giró clavando sus ojos en los de él. Le impactó la fuerza de aquella mirada. "Lo siento", dijo. Y cuando ya iba a emprender la marcha de nuevo, vio que del otro brazo de su última víctima colgaba aquel mismo abrigo rojo que apenas minutos atrás le había hecho perder el juicio. Volvió a mirar hacia el rostro y reconoció la coleta larga y lisa. Un escalofrío recorrió entonces su cuerpo.
Y es que Sucede Que Hoy simplemente narré...