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Felices Fiestas


Y que el 2011 llegue con un poquito más de tiempo para poder escribir.

Y es que Sucede Que Hoy os deseo a todos Felices Fiestas...


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Cuando Estalla Vigorosa el Alba


No me importa el otoño si despierto a tu lado. Ni que el cielo se encapote, o lluevan piedras contra el suelo siempre que mi edredón termine por enredarse entre tu cuerpo. Que mis labios amanezcan entre los rizos de tu pelo. Afuera, el gris pinta de melancolía la mañana. Adentro, entre paredes, el arco iris ilumina toda la estancia y se refleja en tus pupilas todavía dilatadas. Tu sonrisa se convierte en el mejor desayuno dándome energía para toda la jornada. Qué bonita eres cuando estalla vigorosa el alba. Y te miro y sonrío y agradezco tu presencia a la vida y a las hadas. No hay palabras más sinceras que afirmar que tu presencia es como vivir en una primavera sostenida y dilatada. Que el otoño debió inventarlo un herido de amor con la espina aún clavada.

Y es que Sucede Que Hoy tu presencia fue mi luz en la mañana...

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Refugio de Arena y Sal

Por las noches mi mente no descansa. Se siente prisionera del recuerdo de un paraíso. Ese que nos dio cobijo durante horas que parecieron siglos. Cierro los ojos y veo un manto turquesa. Me huelen a mar las sábanas; me sabe a sal la almohada y viceversa. Escucho el sonido de las chicharras en plena madrugada y siento el agua envolviendo mis tobillos con tanta pasión como con la que me rodeaban tus brazos en aquel primer baño de besos y sonrisas en Cala Saona. Y revivo la libertad que nos brindó durante horas la isla que todo lo transforma. Viajo una y otra vez a la arena de tus piernas y me quedo a vivir contigo escondidos en la cueva de tu alma. Y disfruto del sonido de las olas rompiendo en tu silueta de sirena esculpida a golpe de esfuerzo y constancia. Bendita la hora en que nos perdimos por aquel lugar de pinos y estampas mediterráneas. Porque encontré el paraíso en tu sombra y prometí volver de vez en cuando a pasar contigo unas horas. Las justas para conectar de nuevo con la magia y hacer de aquellas playas el destino de nuestras memorias.

Y es que Sucede Que Hoy descubrí un paraíso contigo...

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Se Me Pega La Luna a La Piel

El calor se me pega al cuerpo casi tanto como tu recuerdo a mi retina. La madrugada no avanza y mientras chorritones de verano resbalan por mi cuerpo imagino una ducha de agua helada cayéndome desde el techo. El aire de la habitación es cada vez menos respirable. Me abrasan las sábanas y la piel. Por la ventana un cielo amarillento asoma a cada minuto con más claridad y los sonidos de la noche poco a poco van apagándose. El mercurio debe rozar los treinta. Apenas son las cuatro de la madrugada. Tal vez las cinco. Ya perdí la cuenta de las ovejas y los segundos que han transcurrido desde que mis ojos se han negado a permanecer cerrados. Amanece mi cuerpo y afuera, impasible, la madrugada avanza espesa. Mis entrañas se hacen agua. Y me viene a la memoria aquello de "siento que me licuo mientras tus manos acarician mi piel ardiente en estas noches calurosas de un verano inesperadamente pleno". Y de nuevo, como entonces, siento convertirme en charco si me muevo. Trato de enfrentarme al sueño hasta que, cansado de luchar, acabo rindiéndome al desvelo. La duda asalta mi cerebro en mitad de todo este revuelo. ¿Tan difícil es tener los días del verano y las noches del invierno?

Y es que Sucede Que Hoy la luna se me pegó a la piel...
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Olor a Recuerdo

Llueve a treinta grados y el olor a tarde húmeda me hace recordar la vez en que la lluvia nos sorprendió sin preaviso sentados bajo aquel árbol centenario. Fue una de esas tardes que sólo se viven una vez y la intensidad del pensamiento hace que queden grabadas a fuego en la memoria, justo en el rincón de las experiencias que saben a vida. Los colores, los sonidos, las sensaciones, los olores... Recuerdo todo, incluidos tus besos y tu risa entregada. La forma en la que te mantenías sentada en mis rodillas, cara a cara, a un beso de distancia. Y cómo el aire levantaba hojas, vergüenzas y esperanzas. La gente corría espantada mientras entre tú y yo reinaba la calma. Y sólo nuestros corazones latían al ritmo de la estampida generalizada. No por miedo, sorpresa o pocas ganas de sentir la piel mojada, sino de saberse entregados a una causa que por entonces apenas comenzaba. Aunuqe si lo pienso, lo bonito es que ahora que ha pasado el tiempo lo siguen haciendo con más entrega, devoción y garra. Desde entonces muchas lluvias han mojado el mismo suelo y ninguna sin embargo ha logrado evocar la emoción de saber que aquel sería por siempre un instante eterno. Por suerte queda la virtud del recuerdo; cerrar los ojos, viajar atrás y revivir a diario, ingenuo, la magia de aquel encuentro.


Y es que Sucede Que Hoy el olor me transportó...

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Como tú

Me giré y te vi. Allí estabas, sonriendo con esa cara de pícara incrédula que se te pone cuando no quieres demostrar tu risa, aunque tus labios siempre acaben por arquearse. Y te vi tan tuya como siempre, pero tan mía como nunca. Fue como sentir que detrás de aquellos ojos se encontraba mi futuro. Como si tras aquella sonrisa habitara la mía de por vida. Y sonreí como quien acaba de darse cuenta de que es feliz. Como el que siente la necesidad de agradecer lo que está viviendo. Y las paredes de la habitación respiraron armonía. De pronto la luz, el sonido, el aroma, los colores, el aire... ya nada era lo mismo. Seguramente en algún lugar del planeta, a cientos, a miles o a escasos kilómetros de la escena estaba ocurriendo algo que había desencadenado este instante de alineación de almas perfecta. Quizás el frío absurdo, quizás la lluvia veraniega. Tal vez la posición de la luna o el hecho de que no hubiese sentido tus besos durante largas y pesadas horas perdido en una ciudad que todavía no era la nuestra. Pero fue suficiente girarme y ver tu foto, esa en la que sales con cara de pícara incrédula, la que se te pone cuando no quieres demostrar tu risa, aunque tus labios siempre acaben por arquearse, para sentir que detrás de aquella mirada, detrás de aquel papel, habitaba un sentimiento que hacía que se me retorciera el alma. Y sonreí, casi sin querer, sin darme cuenta de que mis labios comenzaban a arquearse. Como tú. Tan mío como siempre, tan tuyo como nunca.

Y es que Sucede Que Hoy me giré y te vi, en foto...

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El Sabor de los Contratiempos

Reencontrarme con tus ojos es como hallar un oasis de agua dulce en mitad del desierto en que se convierten los días en los que no te siento. Te miro como tratando de ver en tus pupilas el motivo de tus silencios y me encuentro con que en ellas ya no reconozco el brillo de otro tiempo. Pero el instante en que vuelve a ti la luz y de nuevo te entreveo no se paga con dinero. Es como volver a ver salir el sol tras un largo ciclón turbulento. Se derrumba el muro de hielo y nuestras auras vuelven a fusionarse en un mar de colores ardientes como el fuego. La energía vuelve a fluir entre nuestros cuerpos. Y del fondo de tus labios, comienzan a asomar brotes de sonrisa tímida relajando la tensión de tu gesto. Es como si la primavera de pronto entrara con fuerza en tu pecho. Floreces, te abres y el polen de tu amor vuelve a mezclarse con el aire que envuelve mis silencios. Y entonces, cuando me atrevo a volver a mirarte sin miedo de encontrarme con algo que no quiero, mi corazón se agita acelerado por las ganas de robarte un beso eterno. Uno de esos que sólo salen cuando, después de algún tiempo de distanciamiento físico o etéreo, dos almas se encuentran de nuevo dispuestas a dejar atrás el sabor de los contratiempos.

Y es que Sucede Que Hoy quise escribirle a un beso...
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Nunca Más

- Puedes seguir huyendo el resto de tus días, pero nunca conseguirás escapar del amor. Aquella sentencia le había acompañado durante toda su vida como un estigma en forma de recuerdo persecutorio que se reproducía internamente sin remedio. Y sin comprensión. Porque por más que trataba de analizar aquel conjunto de palabras que le recordaban a algún epitafio que seguramente jamás existió, nunca hasta ahora le había encontrado sentido. Y sin embargo ahí estaba, resonando en su interior con fuerza cada vez que se vanagloriaba de su ajetreada vida profesional de agenda repleta de cambios de última hora. Un día, mucho tiempo atrás, él también se había repetido una y otra vez el famoso "nunca más"; la gran mentira que todo despechado pronuncia, como único remedio para cerrar heridas y autoconvencerse de que jamás volverá a sufrir del corazón. Infartos del amor, como lo llamaba él. Sin embargo, aquella sentencia cobró todo el sentido cuando, aparentemente de manera fortuita, su maleta chocó con la de aquella mujer en la sala de embarque del aeropuerto. Y de pronto el aferrado "nunca más" fue trasformándose en un "y si...", un "quizás", un "algún día tenía que llegar". Y mientras se miraban intensamente ajenos a todo lo demás, como si el mundo entero hubiese dejado de girar, de su boca se desprendió un susurro que no pudo frenar. "Al final no conseguiste escapar".

Y es que Sucede Que Hoy comprendí que el amor...

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Cuando llueve, lluevo

Cuando llueve, lluevo. Las horas se escapan sin poder aprovechar el tiempo. Las sonrisas se esconden y dormitan hasta ver salir el sol de nuevo. Se apagan las ciudades. Se encienden los recuerdos. Melancolías grises salen de su agujero. La realidad recuerda a la de un mal sueño. Habito dentro de un televisor en blanco y negro. ¿Por qué nadie me dijo que hoy me quedara durmiendo? Pero de pronto suena el teléfono y en la pantalla se muestra tu foto sonriendo. Y entiendo que a pesar de la lluvia, en algún lugar del mundo hay una flor que está naciendo. Un abrazo que está sellando un reencuentro. Unos niños que están dándose el primer beso. Cuando llueve, lluevo...y el cielo no escampa hasta que no te veo.

Y es que Sucede Que Hoy lluevo...
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