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Ya Sé

Ya sé. Ya sé. Es como... Es como...Como querer acariciar tu alma con mis dedos. Como intentar robarte siempre el último beso. Como sentir que estoy muriendo de felicidad ahogado en un sentimiento. Es como buscarte en mitad de la noche entre las sábanas. Como indagar cauteloso por debajo de tus prendas perfumadas. Como amarnos a escondidas y en silencio por debajo de la mesa. Ya sé. Ya sé. Es como... Es como... Como haber pactado mi dicha con el tiempo. Como querer que todo pase en cualquier momento. Como pedirle al destino que proyecte el fin de mi despecho. Es como haber perdido el miedo a querer sin argumentos. Como escribir la última palabra de un último verso. Como espiarte mientras duermes y arroparte con mil sueños. Ya sé. Ya sé. Es como... Es como... Como vivir acelerado por volver a escuchar tus pasos. Como caer fulminado por un potente rayo. Como vencer un miedo eterno sólo con la ayuda de tu encanto. Es como haber encontrado un lugar sin ruido para amarnos. Como escuchar latir con fuerza un corazón hipotecado. Como arrodillarme entregado y rendirme a un sentimiento bravo. Ya sé. Ya sé. Es como haber venido al mundo para rodearte con mis brazos.

Y es que Sucede Que Hoy me basta con saber esto...

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Regreso A Los Orígenes

Volví la vista atrás y recordé mis orígenes. Mi ciudad, mi calle, mi casa. Hacía mucho tiempo que no pisaba la que durante toda mi juventud había sido mi caja de sueños y vivencias. La ciudad de la luz, del sol, del mar, de las flores. Y decidí volver porque uno se siente de nuevo cerca de sus inicios conforme el final va asomando cada vez su rostro más cerca. Así que emprendí un viaje hacia el pasado, hacia el principio de una vida por la que siempre estuve agradecido. Viajé solo, sin maleta siquiera, dispuesto a perderme en un paseo errático por las calles que jamás habían llegado a borrarse del todo de mi memoria pese a la distancia. Recorrí las aceras en las que tantas veces había impregnado mis huellas; visité lugares que recordaba tal y como los vi de nuevo; respiré ese aire húmedo y salado de mi ciudad y me recordé transitando por lugares que ahora ya no estaban donde entonces. Nada como el reencuentro con el hogar que dejó de serlo tanto tiempo atrás. Y me acerqué caminando hasta la casa que me vio nacer y crecer y vi ante mis ojos un edificio que en mi memoria estaba más cuidado. Ahora parecía que no tenía vida; que el tiempo se había apoderado de sus paredes, aunque todavía pude identificar el balcón en el último piso. Tuve la tentación de llamar a la puerta, subir y acabar entrando sin más pretensión que revivir el sonido de mis pasos por aquellos pasillos, pero entendí que los retornos no deben nunca superar la delgada línea que separa la nostalgia del dolor. Así que continué mi viaje y fui en busca del mar. Aquella playa que tradicionalmente había estado a las espaldas de la ciudad y ahora lucía como portal de entrada y bienvenida. Respiré la inconfundible brisa de mi tierra y lamenté no haberla visitado más a menudo durante todos los años en que estuve separado de ella. Mi cuerpo entero se revitalizaba con aquella luz, con aquellos aires autóctonos. Y en un instante de lucidez comprendí que deseaba pasar mis últimos años de vida allí, en mi ciudad, en la que siempre fue mi tierra, con el olor a pólvora y a naranja en el ambiente, con la brisa húmeda pegada a la piel y con el brillo especial entrando cada mañana por mi ventana frente al mar.

Y es que Sucede Que Hoy imaginé un regreso a los orígenes...

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Estaba Porque Estabas

Fue desde que intuí tus pasos acercándose inevitablemente desde el fondo del pasillo, cuando comencé a percibir tu perfume de lejos y entendí que ya iba a ser imposible escapar de tu hechizo. Minutos antes te había buscado entre las muchas nucas que podía ver desde el fondo de la sala repleta de gente y finalmente había dado con la que sin duda era la tuya. Aquella melena lisa y clara me resultó familiar y reconocible al instante. Y desde entonces la charla que estaba siguiendo dejó de tener sentido porque tú se lo robaste. Ahora sólo me importaba observarte desde atrás, con los ojos entornados del espía y el extraño placer de ver sin ser visto del más sutil de los voyeur. Pese a la distancia que me separaba de ti empecé entonces a percibirte cerca; tu olor, tu respiración, tu aura mágica. Palpé el aire que removías al apartarte el pelo de la cara o simplemente mientras movías tus manos para escribir. Me apoderé de ti porque desde el instante en que te advertí entre la multitud sólo fuiste para mí. Sustraje hasta el último gramo de tu alma para hacerlo mío mientras durara el encuentro. Y mi presencia allí cobró todo el sentido que hasta entonces no había tenido. Estaba porque estabas. Y cuando mi cuerpo te sabe en algún lugar, me arrastra con una fuerza invisible hasta allí para provocar el choque con tus ojos. Y sucedió. Y lo hizo envuelto en la magia de un reencuentro inesperado, pero certero. Después palabras, miradas, despedida acelerada y esquiva por evitar caer en el pensamiento de que dejaba de verte hasta no sabía cuándo. Y entonces el hechizo, el embrujo. Un encantamiento del que todavía no he despertado y del que espero no hacerlo al menos de momento. Te reservo la noche en mi memoria. Un hueco imaginario entre mis sábanas que sé que no ocuparás. Pero hace tiempo que aprendí a soñar. A soñar contigo. Y descubrí que todo era cuestión de creer y esperar.

Y es que Sucede Que Hoy resurgió el hechizo con tu mirada...

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De Reminiscencia Oblicua

Escribo cada día en un calendario que se traga mis palabras y al amanecer se vuelve inmaculado. Tan blanco como ayer; con tantas cosas que decir sabiendo que vivirán mientras el reloj no marque las doce. Pero con las campanadas llega de nuevo el papel borrado, como mi memoria. O lo que un día lo fue y de la que no quedan más que jirones. Recuerdo que gozó de salud la que hoy se ríe de mí minuto a minuto. Me siento abocado a una pérdida gradual del preciado bien de la memoria. Una vida sin nostalgia. Una nueva vida cada veinticuatro horas. Renaciendo cada amanecer. Porque pocas son las cosas que merecen una butaca eterna en el palco de nuestra memoria. Muchas se cuelan y no hacen sino ocupar un lugar demasiado preciado y escaso. Y entretanto, el olvido, que no es más que una bonita forma de estar muerto cuando todavía respiras. Un olvido burlón y sarcástico que lleva las de ganar porque sabe que inevitablemente llegará la medianoche. Y convivo con la certeza de saberme curiosamente recordado por mi olvido. Y olvido los recuerdos que un día juré no olvidar. Y recuerdo olvidos repentinos cuando ya los daba por muertos. Son relámpagos de luz en una vida de sombras y fantasmas. Y ante la impertinencia de mi reminiscencia oblicua no puedo sino reír. La locura del cuerdo. O la cordura del loco. O la locura del genio que viene a ser el compendio de lo anterior. Una vida de lapsus latente, de lagunas. Pero sonrío porque he aprendido a sobrellevarlo a base de papel. Porque he aprendido a desatarme de las riendas de la memoria y de la soga asfixiante de los recuerdos persecutorios. Y sonrío, sobre todo, porque veinticuatro ya me parecen muchas horas en las que vivir sin errar, como para tener que sumarlas cada día. Me quedo con la sensación de que la brisa matutina me traerá una nueva hoja en blanco y de que, al fin y al cabo, siempre existirá el papel, la tinta y las fotografías para recordarme lo que el tiempo borre de mi cabeza.

Y es que Sucede Que Hoy acepté el destino de mi insuficiencia...

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Abrazos De Bienvenida

Hoy entendí que no existe peor lugar para el que añora sentir en su propia piel un abrazo que la sala de llegadas de un aeropuerto. Fábrica de reencuentros efusivos. Y me di cuenta porque hoy yo mismo añoré uno de tus abrazos. Tal vez el primero, que vino con sorpresa. A mi alrededor el amor brotaba con cada nuevo aviso por megafonía de la llegada de un vuelo. No importaba la procedencia. El lenguaje del abrazo y la sonrisa es internacional. Como si los corazones se buscaran en el pecho del otro las ropas se unían apretando con fuerza mientras los brazos rodeaban con avaricia la espalda del recién llegado. Y pocas veces esos abrazos quedaban huérfanos de besos. Todavía sin despegarse de su impetuoso contacto los labios se fusionaban y al fin besaban a quien tantas veces habían besado soñando durante el tiempo fuera. Y yo me encontré con que no tenía tus brazos para entrelazarlos con los míos, ni tampoco tus labios para acariciarlos con los míos. No tenía tu sonrisa enfrente evidenciando la alegría del reencuentro y sin embargo sí tenía esas mismas ganas de volver a verte. Encontrarte de nuevo después del viaje que emprendiste sin necesidad de poner tierra de por medio. Jamás estuviste a más de tres kilómetros de mí en todo este tiempo y la sensación era de veinte mil. Y sin conexión aérea. Así que como no pude encontrar en tu cuerpo el calor del abrazo, ni en tu boca el sabor del beso, me conformé con estremecerme y envidiar a tantas parejas que sí lo hacían frente a mí a cada minuto. Entonces cerraba los ojos e imaginaba esa misma escena con otros protagonistas. Y la tarde pasó más rápida y se me hizo el trabajo más llevadero...

Y es que Sucede Que Hoy me sacié de abrazos de bienvenida...

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Sala De Espera

- ¿Y a qué hora dice usted que estaba citado?
- Diez y media. Pero ya llevan casi cincuenta minutos de retraso en los turnos.
- Yo debo ser la siguiente a usted. Así que estamos parecidos. Compañía en la espera no nos faltará.
- Cada día está peor esto de la Seguridad Social.
- Desde luego. Hace unos días mi hija vino con mi nieto que se lastimó jugando en la escuela y se les hizo de noche aquí dentro. Y el niño sin merendar que estaba. Es precioso, ¿sabe? Se llama Luis, como mi marido, que en paz descanse, y tiene siete años. - ¿Usted tiene nietos?
- No, no. Sólo un hijo. Soltero. Y aunque no me crea ahora a la vejez es cuando más echo en falta a alguien correteando a mi lado. Una criaturilla. Ochenta y dos años y sin nietos. Pero ahora ya vivo de regalo, como digo yo.
- ¿Ochenta y dos años tiene?
- Ni uno más, ni uno menos. ¿Y usted? (Si no es atreverme demasiado).
- Setenta y nueve hago este mes. Pero usted se mantiene mejor que yo.
- Calle, mujer. Está hecha una rosa. Yo empecé a envejecer al minuto de nacer, como todos, y el tiempo no ha tenido compasión nunca conmigo. Soy como un tronco noble en la hoguera; por fuera me mantengo como puedo, pero por dentro estoy consumido. Si no no estaría aquí. Los pulmones, ¿sabe? Es grave. Se lo noto al doctor en cada visita, aunque siempre me dice sonriendo que estoy mucho mejor. No quiere amargarme los últimos días en el calendario.
- Lo siento, hijo. Seguro que no es para tanto. Aunque lo mío tampoco es poca cosa. Desde que me caí de la bañera hace seis meses todo están siendo problemas. La cadera, las rodillas, el pecho y, ahora, el corazón me avisa de su caducidad. ¡Mire!. Su turno. Al final no ha sido tanta la espera. Suerte.
- Gracias, a ver con qué me miente la ciencia hoy.

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- ¿Cómo le ha ido? ¿Está mejor? No trae buena cara. ¿Qué le ha dicho el doctor?
- Una semana. Máximo diez días. Hoy se ha olvidado el disfraz en casa.
- Cuánto lo lamento. La vida es una mentira. ¿Puedo ayudarle en algo?
- No, descuide. Llevaba tiempo preparándome para este día. A todos nos llega la hora. Ojalá tenga más suerte que yo y le sea todo leve.
- ¿De verdad que no quiere que haga nada por usted?
- De verdad, gracias. Aunque...espere... Sí. Haga algo. Me ha dicho que usted era la siguiente a mí en el turno, ¿verdad?
- Sí, eso creo.
- Pues intente con la dulzura que me ha demostrado a mí aliviar al pobre doctor, porque tampoco para él debe haber sido sencillo conocer esta noticia. Es mi hijo.

Y es que Sucede Que Hoy vi la vejez de cerca en un hospital...
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Huellas En La Arena

Cientos de pisadas se dibujan en la arena trazando caminos sin principio ni final. Huellas anónimas de pasos errantes en busca de respuestas frente a la inspiradora brisa del mar. Rutas vacilantes que las olas se encargan de borrar más cerca o más allá. Pasos perdidos; decisiones sin vuelta atrás. La arena fina arde como el fuego bajo mis pies, pero quema más el desasosiego; la certeza de saber que no es agua lo que suena sino un océano de lágrimas y sal.

Y es que Sucede Que Hoy no sé decir más...

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Fiebre

El mercurio del termómetro asciende al mismo vertiginoso ritmo al que descienden mis fuerzas y mis ganas para ponerme en pie. Deliro entre sábanas revueltas y empapadas en sudores fríos que recorren mi cuerpo de principio a fin. La lluvia golpea el cristal recordándome que la vida sigue al otro lado. Sin embargo yo siento que la mía se ha parado por momentos y vivo absorto en un paréntesis del que sólo me alivian momentáneamente las pastillas efervescentes. Mi mente inventa situaciones imposibles que la calentura se encarga de presentarme como reales y viajo a submundos de barro que me agobian con imágenes de las que no puedo escapar. Espirales de mil brazos que me atrapan y tiran de mí con fuerza hacia el centro de una locura pasajera. Entretanto, mi cuerpo, débil y abatido por las horas de cama y sofá, se resiente del paso de una enfermedad que siempre llega sin avisar. Raro invierno el que pasa sin su inesperada visita. Mi rostro demacrado no se reconoce frente al espejo y a pesar de ser el mismo parece que la química no le sienta bien. Y en mitad de la noche, que pronto se hace día en la vigilia interrumpida por breves trances de un sueño aparentemete fugaz, los delirios febriles me transportan hasta encuentros imprevistos que entremezclan en la fantasía conversaciones reales con otras más deseadas que auténticas, diluyendo sin esfuerzo la poca cordura que me queda. De pronto ya no sé quién soy, quién eres, quién eras. Y cuando parece que me acerco al final del enigma, suena la alarma advirtiéndome de que ya es hora de tomar la dosis.

Y es que Sucede Que Hoy la fiebre pudo conmigo...

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Amor Descosido

El aire de la noche de un sábado más golpeaba mi rostro durante el paseo hacia el coche. Caminaba solo, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y a paso lento. Disfrutaba de la soledad de las calles y el sonido de mis pasos retumbando en las aceras. Sin poder evitarlo mi mente te trajo junto a mí y recordé aquellas caminatas eternas de tu mano recorriendo apasionados los rincones céntricos entre callejones. No sabía el motivo pero el capricho de la noche quiso que me acordara de nuestros besos en las esquinas, de los abrazos en las esperas de los semáforos, de las sonrisas escondidas entre las conversaciones o los suspiros frente a los escaparates de las tiendas de muebles construyendo un futuro imaginario a nuestra medida. Por aquel entonces nuestras vidas todavía discurrían por el mismo sendero marcando incluso el ritmo con andares acompasados. Las luces de un coche de policía pasando a toda velocidad por mi lado me sacaron de aquel pensamiento y volví a enfrentarme a los pasos en solitario bajo una media luna perdida en lo alto del techo infinito. Pero fue suficiente pasar por la puerta de la cafetería en la que tantas tardes pasamos juntos y cuyas paredes fueron testigo de tantos y tantos besos y promesas para traerte de nuevo. Los empleados recogían los restos de una jornada más y apilaban las sillas sobre las mesas. Y sin poder evitarlo, dirigí la mirada hacia la mesa que solíamos ocupar y me di cuenta de que aquella era la única que no tenía las sillas encima. Seguramente porque nuestras improntas seguían estando y los recuerdos eran tan vivos que incluso los camareros creían seguir viéndonos allí tanto tiempo después. Nuestras almas seguían perdidas en la última conversación que había comenzado a ser eterna desde el momento en el que abandonamos el lugar físicamente por última vez. Y allí seguíamos amándonos como en la vida real ya no hacíamos. Retales de un amor que descosió un corazón dejándole jirones eternos.

Y es que Sucede Que Hoy vi la que fuera nuestra mesa...

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Otro Día De Enamorados

A lo lejos, mientras el sol desciende incesable en el horizonte anaranjado, dos palomas juegan a la seducción con pequeños pasos en falso sobre el tendido eléctrico. Sus plumas, teñidas de violeta por la luz crepuscular, se alinean sin arrugas ofreciendo sus mejores galas. Perfumada de esencias del jazmín que rozó con sus alas durante el último vuelo, la hembra se aleja lentamente a sabiendas del rastro que deja tras de sí. El coqueteo se prolonga y, presumida, escucha con orgullo y soberbia el canto grave que su pretendiente le dedica sin quitarle ojo. Son como poemas de amor recitados en otro idioma. Desde lejos, mis ojos no son capaces de apartar la mirada de aquel par de tortolitos que dan más muestras de amor que de puro instinto natural. Y mientras me pierdo en el cauteloso juego de altanería y entrega, recuerdo que hoy es el día de los enamorados y río por la incongruencia. Como si el amor fuera cosa de un día. Como si el enamorado no sintiera que cada día es su día porque se sabe feliz y apasionado. Como si el amor, a fin de cuentas, no fuese como el despertar de la primavera; silencioso y lento, pero incontenible. Y entonces envidio a los enamorados casi como a la pareja de tórtolas que entretanto siguen con su alegre y recíproco deleite. Un cortejo del que surgen galanteos como estrellas que van cubriendo poco a poco el cielo. La noche se acerca propicia para el golpe definitivo del amor. El buche del palomo parece rebentar de fervor. Ella lentamente cede a sus encantos y, temerosa como la primera vez, saca pecho y extiende sus alas entregándose en cuerpo y alma al hechizo de su pareja. La magia del amor vino en forma de crepúsculo sobre el tendido.

Y es que Sucede Que Hoy es San Valentín...¿y?...

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Amor Secreto, Secretos De Amor

Un sobre lacrado de esperanzas y escondido en un rincón de una casa ajena oculta en sus entrañas los conjuros de meiga que la vida y los libros le han enseñado a lo largo de su todavía corta andadura. Secretos de amor, o por amor, o incluso secretos de un amor secreto, que dibujan ilusiones aun sin colorear con la incertidumbre de no saber a ciencia cierta si el tiempo hará que los colores fluyan suaves sobre el papel ahora tintado de negro pluma, violeta sueño, blanco sonrisa y verde lágrima. Líneas que cobijan en silencio los alaridos de un sentimiento ahogado en tinta por no ser el momento de soltarlo al viento a fuerza de una voz sacada del más profundo océano de su garganta. Una declaración de amor oculta debajo de las sábanas, o tal vez en el fondo del último cajón, o debajo de la alfombra. Una nota reveladora, tan enigmática como inspiradora, eternamente fugaz, como el suspiro que provoca saber acerca de ella. Apenas notas que reflejan todo un remolino de sensaciones y pensamientos demasiado intensos como para perderlos por una mala pasada de la memoria. Palabras clave que arrastran otras miles tras de sí, en un intento de perpetuar el recuerdo de unos días en los que el estímulo del amor vibró febril en lo más íntimo de su ser. Entretelas que envuelven con la transparencia del lino la esencia arcana de una historia zarandeada por la contrariedad de un viento demasiado gélido. Y sólo el destino sabe si entre sus cartas aparece el momento en el que ese sobre se abrirá dejando en libertad los sueños que quedaron prisioneros en el interior el día en que se cerró. Y sólo el destino sabe si esas palabras trascenderán o se marcharán con el viento y nada más. Porque en el diccionario del amor no aparece recogida la palabra predicción y porque el tiempo, siempre justo, siempre atento, es quien hace cumplir sueños y pinta o no de colores el universo.

Y es que Sucede Que Hoy me ocultan un secreto...

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De Los Que Ya No Quedan

Escondido entre montañas peladas y abrigado por un viento frío en estas fechas duerme olvidado un pueblo de los que ya prácticamente no quedan. Por sus calles de tierra y poco asfalto trazadas sobre un plano sencillo de perpendiculares y paralelas se respira un aire puro recién venido de las gélidas cimas de Sierra Morrena. El agua discurre fría como un beso con la boca sucia de otros labios dibujando meandros imposibles. Una aldea en la que todavía se escuchan nombres como Leoncio, Cesareo, Magdalena o Ambrosio. Un lugar en el que cada cual es conocido por su nombre y por una lista interminable de motes ya sea con simples diminutivos o, los que corren peor suerte, con auténticos juegos de palabras ingeniosos caricaturizando discapacidades o rasgos físicos notorios. Un lugar en el que los huevos todavía se recogen a diario y se sirven frescos. Donde si la panadería está cerrada y tienes una necesidad imprevista y de última hora para tu caldo, su cándido dueño acude a tu casa a avisarte de que puede abrirte especialmente el negocio para saciar tu falta. Un poblacho de los tradicionales, de esos con ancianos sentados al sol esperando a la muerte y niños montados en bicicletas sin cubiertas en las ruedas. Un burgo del de buenos días a pimera hora, buenas tardes a su tiempo y buenas noches siempre a las mismas personas, en el mismo lugar, con el mismo gesto y sabiendo que al día siguiente será de la misma forma. Un destino cíclico. Una burla al tiempo. Porque allí pasa despacio la vida, pero pasa, como pasa en cualquier lugar, porque si algo hay inevitable en este mundo es que la noche acabe con el día, la primavera con el invierno, o el mes de junio con el de mayo. Pero hay lugares en los que sólo te das cuenta de que el universo sigue en su expansión y el mundo dando vueltas sin sentido, cuando observas que los viejos acaban la tarde varios metros más allá de donde la empezaron, movidos por la gracia de los rayos de sol avanzando sin demora.

Y es que Sucede Que Hoy pasé tres días en Aldeaquemada...

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Amores, Al Fin Y Al Cabo

Amores de novela, de cuento o de tragedia, pero amores al fin y al cabo. Amores de esos que consumen toda una vida por imposibles. Amores fugaces, efímeros, estacionales o de sólo un beso. Amores eternos de los que no bastan ni una vida entera para merecerlos. Amores injustos, lejanos, imposibles, seniles de primera o de segunda mano. Amores de adornos, de lujos, de champán y de etiqueta. Amores de grietas, portales, cuartuchos de contadores o esquinas de ciudades viejas. Amores. Todos. Porque una vida sin amor es como un lienzo sin color. Pero a saber amar nadie enseña, posiblemente porque nadie puede, seguramente porque nadie sabe. Porque amor es el primer beso y también la mano en el hombro de tu amigo decaído. El hervidero de sangre en tu pecho compartiendo cama y el abrazo a tus padres. Decir te quiero mirando a los ojos o regalar una simple sonrisa a un desconocido al pasar. Y aunque es el propio amor el que te colma de felicidad hasta verla rebosar, nadie nunca debería olvidar que el otoño siempre llega y el marchito viento de sus noches viene dispuesto a hacerlo tambalear. Que si no se cuida con esmero puede llegar alguien que te lo quiera arrebatar. Lucha, pero también aprende el valor de llorar. Llora, pero jamás te embarques en una travesía de lágrimas que no desemboquen en el mar. Y si con algo debes quedarte al pasar es con la idea de que hagas lo que hagas con tu vida, recuerda siempre que no hay razón más evidente y clara de tu existencia que la hermosa sensación de amar.

Y es que Sucede Que Hoy leí El Amor En Los Tiempos Del Cólera...

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Una Vida Mecanografiada

Después de casi una hora hojeando las novedades de la librería extrañamente abarrotada de debajo de su casa, y harto de no encontrar ningún volumen que calmara su curiosidad, Stephen tomó una consideración: volvería de vacío y escribiría él mismo una novela. Un libro para todo aquel que en algún momento tuviese la extraña sensación de no encontrar lo que buscaba entre los anaqueles de cualquier librería y terminara al fin por caer rendido ante el poder evocador de su prosa. Así que de vuelta a casa, paró en el kiosko que frecuentaba cada mañana para ojear las portadas de las principales cabeceras antes de ir a trabajar y compró un recambio de tina para su vieja pluma y un paquete de folios reciclados, porque Stephen era de los que prefería el contraste que ofrecían estas hojas con el negro mecanografiado de su Olivetti de herencia. Y manos a la obra. Decidió que aquella novela no podía narrar otra historia más que la de un hombre que, después de casi una hora hojeando las novedades en una librería extrañamente abarrotada y harto de no encontrar ningún volumen que calmara su curiosidad, tomaba la decisión de volverse a casa de vacío y escribía su propia novela. Al personaje le pondría un nombre extranjero, por aquello de que los nombres foráneos quedan mejor en las novelas y el argumento encontraría sentido al establecerse como una ayuda para todo aquel que en algún momento tuviese la extraña sensación de no encontrar lo que buscaba entre los anaqueles de cualquier librería y terminara al fin por caer rendido ante el poder evocador de la prosa con la que estaría escrita aquella novela. Después de un par de páginas, cayó en la cuenta de que se había comprado un recambio de tinta para su pluma aun sabiendo que escribiría a máquina. Y no es que la compra no fuese necesaria, porque el que tenía debía estar tan coagulado como el tarro de mermelada de fresa que había residido en su nevera durante más de diez años hasta que una plaga de hormigas había acabado con él apenas tres días atrás, sino que podría parecer absurda si ya sabía que ni siquiera iba a tomarse la molestia de cambiar un tubo por otro en su Montblanc falsa. Así que para solucionarlo, decidió que el personaje de su novela escribiría su propia novela con pluma, para quitarse el peso del sinsentido de la compra de su cabeza. Y mientras el borrador iba adquiriendo páginas y forma, Stephen tuvo la extraña sensación de que estaba escribiendo su propia biografía narrando hechos que sucedían apenas minutos después de que quedaran plasmados en las hojas de papel reciclado. Fue entonces cuando se dio cuenta de las posibilidades que aquel extraño fenómeno le ofrecía y durante el resto del capítulo se lanzó a la invención de un amor inesperado que nacía una tarde cualquiera, después de casi una hora hojeando las novedades en una librería extrañamente abarrotada en la que, por casualidad, se encontraba a quien después de muchos años seguiría siendo el amor de su vida.

Y es que Sucede Que Hoy inventé dibujando círculos...

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Derribo De Esperanza

Despojándose de toda la ropa, desnudo ante el frío de las noches de febrero, se entregó en cuerpo y alma a la reconquista de una amistad perdida por la inestabilidad de un corazón en duda y un sentimiento preso. Armado con la palabra y la pausa de quien ya no espera sino un poco de comprensión fue derribando golpe a golpe el hasta entonces infranqueable muro de silencio y frialdad que se había levantado entre los dos. Palabra a palabra, latido a latido, la argamasa compacta y fuerte que unía los ladrillos de temor que conformaban el paredón se fue desprendiendo con la suavidad con la que el viento levanta la arena, y la luz comenzó poco a poco a traspasar con su calor hacia el otro lado. Tenía la certeza de que con aquella conversación buscaba tender un puente hacia una nueva realidad con sabor añejo, pero olores renovados y puros. Que retomar la partida en el momento anterior al último movimiento en falso únicamente pasaba por lanzar un ataque que abriera brecha en la tapia, para sonreír de nuevo sabiendo que del otro lado iba a existir reciprocidad. Y existió. Y sucedió que aquella efímera sonrisa se transformó en otra permanente. Que desde el otro lado del muro todo continuaba exactamente igual que la noche anterior al amanecer amurallado. Que todo había sido como un ciclón de dudas y miedos que había arrasado a su paso los días de todo un mes del calendario. Pero al fin el temporal había cesado y de nuevo el sol se abría paso. Desde entonces el aire volvía a ser ligero y ya no espeso y gélido como antaño. Las barreras de la indecisión se habían levantado. El libre intercambio de palabras y sentimientos se repuso sin los aranceles de duda que el absurdo había interpuesto un día por creer que en la vida sólo existen los extremos.

Y es que Sucede Que Hoy me alegré de recuperarte auténtica...

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Cuestión De Recuerdos

Como sombra en la noche me acechó tu recuerdo con la certeza de que mi imagen se estaba reproduciendo en aquel mismo instante en tu cabeza, como consecuencia de la llamada de mi alma y mi memoria. El temblor de antaño agitando mis manos ante tu nombre se olvidó de actuar en el momento del recuerdo y, por esta vez, fueron la calma y la templanza las que coronaron el ambiente de un sosiego impertinente. Por momentos volví hasta algunas de las tantas tardes y más noches con las que engañé a mi corazón haciéndole creer que era uno de los pocos afortunados en saborear para siempre el primer y único amor eterno. Todavía entonces no sabía que eterno es una palabra que sólo existe en el imaginario colectivo. Tal vez es que el viento me decía etéreo y yo siempre entendí eterno. O no sé qué. Una verdad sin remedio de la que tuve que darme cuenta pasado el tiempo y degustada la desazón de los días grises en soledad. Y entre pregunta y pregunta, recuerdo tras recuerdo; y entre recuerdo y recuerdo, un sincero y más elocuente silencio. Sin embargo fue intenso el momento en el que traté de recordar una muestra de tu amor por mí y un desliz de la memoria me negó reencontrarme con aquella sensación. Yo sabía que en algún día remoto existió, pero que pude comprobar con el recuerdo borroso que tu cariño había muerto mucho antes de tu adiós. Que vivía amarrado al suspiro del engaño y la traición, aun sabiendo que te amaba sin remedio y con pasión, mientras tú acabaste por hacerlo sin entrega y por compasión.

Y es que Sucede Que Hoy recordé que te recordé anoche...

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Quiero Ser

Quiero ser la gota de lluvia que resbala sin darle importancia por tu mejilla. El rayo de sol que se refleja en el arco iris de tu mirada sin dar valor a su atrevimiento. El aire que te roza sin permiso y se revuelve animoso por debajo de tu ropa. El sueño que se te escapa sonriendo en la noche estrellada. La tierra que pisas caminando y absorbe tus pasos con desmérito. La luz de la vela que cada año recibe impasible tu soplido de vida en los aniversarios. El mosquito nocturno sin dueño que se embriaga de tu sangre dulce a escondidas. El borde del vaso en el que bebes tiñendo de rojo carmín el cristal. El espejo en el que te miras cada mañana para ser el primero en ver tu rostro día tras día. La funda de tu almohada que recoge inalterable el roce de tus labios sin saber que son besos robados. La música que atraviesa sin complicación tus oídos y osa a cambiarte el ánimo y estremecerte. La última página del libro que lees para esperar tu llegada ansiosa y atenta. El sonido de tu despertador para velar noches enteras a tu lado y ser el primero en darte los buenos días. El peine con el que adornas tu pelo para perderme sin miedo en el laberinto de tu melena. Las sábanas de tu cama para rozar suavemente tu piel. Quiero ser la gota de lluvia que ahora ya resbala por tu cuello, para seguir el descenso y recorrer tu cuerpo entero mientras imagino que soy todo lo que tocas y tú tocas sin saber que soy yo el que se te acerca.

Y es que Sucede Que Hoy escribí lo que quería ser y mientras fui...

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