Miniatura De Vida
-Florentino, se ha de llamar Florentino, como el ilustre personaje del más ilustre todavía escritor colombiano. Y con Florentino se quedó a pesar de no ser humano el cuerpo de aquel árbol que sin embargo rebosaba vida pese a su calvicie estacional. Desde aquel día, el pequeño bonsái quedó bautizado y se le concedió el mejor convite con horas de agua y sol sobre el muro del balcón más alto de la casa. Y después de la resaca y los excesos ocupó el que debiera ser su lugar salvo en los días festivos y en las ocasiones especiales; justo sobre el alféizar de la ventana de la habitación del dueño, para que en las noches de luna llena se proyectara su sombra engrandecida sobre la cortina. Durante el día, la diminuta criatura respiraba los aires puros que descendían de las montañas lejanas y brindaba con los rayos de sol hasta culminar una fotosíntesis de la que el resto de plantas del entorno sentían una envidia poco sana. Se decía de él que era dado a los abusos de vida y a las borracheras de clorofila y que aprovechaba las mañanas de música clásica de su amo para hacer bailar sus raíces por debajo de la tierra de la maceta. Y fue tal vez por eso que creció fuerte y sano, con hojas enanas de un verde intenso y vivo, mimado por las caricias y los versos que le recitaba su dueño en las noches en las que ni uno ni otro podían dormir, arrastrados por la marea de sus musas retomadas del olvido por los descuidos de la memoria.
Y es que Sucede Que Hoy me regalaron un bonsái...