Me Persigue La Duda

Corría desesperado entre callejones de mala muerte y parques con niebla espesa a altas horas de la madrugada. El vaho caliente que salía de mi boca chocaba de frente contra el viento gélido de la noche lluviosa y, fruto de la colisión, una nube vaporosa ascendía a sólo un centímetro de mi rostro. Huía despavorido de mis propios fantasmas, empeñados en darme caza aquella noche perdido en una ciudad que no conocía. Tras de mí dejaba los restos de una tarde repleta de dudas y quebraderos de cabeza que me habían mantenido ocupado horas y horas encerrado en la habitación del hotel, mientras veía caer la nieve a través de la ventana. Ahora ya hacía casi veinte minutos que corría desesperado sin volver la vista atrás, sin valor para detenerme siquiera en los semáforos, sin la valentía de parar a comprobar si el espectro de la duda ya no me seguía. Corría y corría como quien huye de una muerte segura, como el verdugo incapaz de bajar la cuchilla al comprobar que quien posa la cabeza es su amigo de la infancia, o como el amante que sale deprisa ante la inminente llegada del marido. Me faltaba calle para dar rienda suelta a unas piernas que se movían a la velocidad de la luz. Tenía miedo de torcer una esquina y encontrármela allí, justo enfrente, apoyada en la persiana de un comercio fumando un cigarrillo. O de que se hubiese disfrazado de mujer para tratar de llamar mi atención pese a la huida. La duda era demasiado astuta. Y cuando, agotado, creí que la distancia recorrida por el laberinto de calles, parques y plazas había sido lo suficientemente grande y engañoso para que no fuese capaz de encontrarme, me vi rodeado en un callejón sin salida. Moví de lado a lado la cabeza en busca de una escapatoria, pero ni Houdini hubiese sido capaz de hacerlo. A mi izquierda, la espalda de un edificio enorme bloqueaba el paso, mientras que a mi derecha, justo en la boca del pequeño pasaje, se encontraba la duda amenazante y con sonrisa burlona.
No huyas -me dijo. No te haré daño. Llevas horas tratando de evitarme y ni siquiera me has dado la oportunidad de decirte el motivo de mi visita. ¿Qué pasa? ¿Tanto miedo me tienes? -Yo temblaba de miedo. Que sepas que por esta vez, y pese a que me hayas estado esquivando hasta que tú solo te has metido en este callejón, sólo venía a revelarte una verdad que parece que no tienes en cuenta últimamente y te vendría bien. -Las piernas dejaron de temblarme. Quería decirte, amigo, que la felicidad es una actitud ante la vida, no un privilegio. Y ahora que ya lo sabes, me marcho, veo que mi visita te incomoda. Y lo hará hasta que tú quieras, porque sólo de ti depende que yo desaparezca. Sólo de ti, recuerda. Sólo de ti.

Y es que Sucede Que Hoy me persiguió la duda...

4 comentarios :

Anónimo | 00:55

Hola Pablo,

Hace más de 3 meses navegando por ahí encontré tu blog...el primer artículo que leí fué el del viaje a Venecia que nos queda por hacer...me fascinaron tus artículos...no se como le haces para escribir cosas tan bonitas y a la vez tan llenas de sentimiento...te felicito enormemente por tener ese corazón llena de sentimiento y esos dedos llenos de nostalgia...

Espero algún día poder ver en la librería un libro en el que tu seas el autor...y tener en mis manos ese libro con tu firma...

Saludos desde Monterrey, México
Selene

Pablo Martín Lozano | 01:11

Hola Selene, encantado de saludarte y recibir tu comentario.

Recuerdo aquel post como si lo hubiese escrito ayer. Tal vez es uno de esos en los que simplemente dejé correr mis dedos sobre el teclado y las palabras parecían salir solas haciéndose eco de lo que, desde dentro, le gritaba mi corazón.

Me alegro mucho de que te guste mi manera de escribir y aprecies el sentimiento de cada letra. Ojalá pueda firmar un libro para ti, porque sería un sueño hecho realidad.

Un beso y gracias.

Encarni | 13:27

A veces es muy difícil hacer que las dudas desaparezcan. Supongo que es cuestión de buscar la respuesta, pero no siempre estamos dispuestos a escucharla y asumirla, tal vez por eso se queda más tiempo del debido.

Creo que voy a tener que empezar a aplicar más cierta frase "la felicidad es una actitud ante la vida, no un privilegio" A veces se me olvida que la felicidad está al alcance de todos...

La duda nunca es buena compañera de viaje, la próxima vez no corras, detèn el coche en la primera parada y bájala.

Un besote.

Pablo Martín Lozano | 16:05

Hola Encarni. Esa frase la utilicé porque la noche anterior me vino justo antes de cerrar por última vez los ojos. No es la primera vez (y espero que tampoco la última) que en el preciso instante antes de caer dormido, me viene una "revelación" así. Me obligado luego a escribirla.

Un beso y gracias!