La Última Fotografía

Cliff acababa de tomar su última fotografía y ni siquiera era consciente de ello. Atrás quedaba el día en el que sus padres le regalaron su primera cámara de fotos auténtica. Hasta entonces siempre se había conformado con aquellas en las que al mirar por el pequeño agujerito, se podía ver una serie de imágenes que cambiaban al pulsar el botón. Pero ahora ya se había hecho mayor y llevaba tiempo deseando tener una buena máquina. Le encantaba la idea de poder salir a la calle y perder la tarde fotografiando el vuelo de un gorrión, las hojas empujadas por el viento del otoño, el paso de Juliette en bicicleta a las seis en punto de la tarde, o la caída del sol por detrás de las montañas que se veían a lo lejos. Aquella máquina se convirtió en poco tiempo en su mejor amigo. Iba a todas partes con ella, la llevaba consigo allá donde fuera y la utilizaba en el instante más inesperado, cuando creía estar viendo una escena irrepetible. Y fue así como pronto adquirió la destreza que años después le otorgaría fama mundial, a través de sus exposiciones a lo largo y ancho del planeta. Su firma era equivalente de calidad, de éxito, de lleno absoluto en las mejores galerías de arte del mundo. Su teléfono no dejaba de sonar para hacerle llegar encargos de grandes multinacionales de la publicidad, revistas de moda, naturaleza o viajes, cabeceras de los periódicos más prestigiosos... Sin embargo lo que más le gustaba a Cliff era viajar alrededor del mundo acompañado sólo por su cámara y perderse en los rincones más fascinantes de cada país que visitaba. Sus playas, sus gentes, sus calles, sus edificios. Cada centímetro de mundo fotografiado por Cliff se convertía en lugar de culto. Hasta llegó a decirse de él, que primero disparaba su flash y después ocurría la escena. Tenía el don de estar en el lugar indicado en el momento preciso. Pero de todas las fotografías que Cliff había hecho a lo largo de su vida, ninguna otra como aquella que acababa de hacer, le habría de suponer el amargo trago del que sería víctima tan solo unas horas después, en el laboratorio de revelado. Había viajado hasta Polonia sólo dos días atrás, movido por el encargo de un diario alemán que preparaba un suplemento dedicado a la barbarie nazi cuando, tras la puerta de uno de los barracones del lúgubre Auschwitz, Cliff encontró a un niño de apenas seis o siete años que lloraba desconsolado de ver a su madre hacer lo mismo, mientras trataba de inmortalizar con una de aquellas cámaras de juguete como con la que tanto había jugado Cliff en su infancia, el lugar donde su abuelo había pasado los últimos años de vida. Captó su dolor en una instantánea y, ya en el laboratorio, una vez revelado el carrete, descubrió que en una de aquellas literas, el fantasma del abuelo del pequeño sonreía sosegado mientras con su mano acariciaba la mejilla de su nieto. Desde entonces, aquella sería la última fotografía de Cliff.

Y es que Sucede Que Hoy volví por instantes a la barbarie nazi...

8 comentarios :

Anónimo | 22:27

Me estremece la foto, y creo que no es Cliff quien la hizo. Estuve allí contigo...uno de los lugares más frios y desagradables que existen en el planeta. Yo no llevaba cámara, pero archivo esa imagen en mi memoria y la relaciono con el horror más grande que puede sufrir cualquier ser humano. No se sí habría fantasmas, yo no los vi, pero si que se notaba el paso de la historia y de las historias que, desgraciadamente, se vivieron allí. Nunca olvidaré ese día ni esa visita.

Una compañera de viaje.

Fanático | 23:45

Y si tal vez sólo fue un reflejo, o algún efecto del flash?... de todas formas, yo creo en los fantasmas. que quede claro. un saludo.

Pablo Martín Lozano | 03:05

Hola Anónima. Aciertas y tal vez Cliff no sea más que un alter ego que inventé. La foto la hice yo, es cierto, y todavía recuerdo aquella extraña sensación de estar en un lugar donde las paredes sudaban lágrimas al saberse testigos de tanto sufrimiento. Jamás entenderé aquella barbarie y me avergüenza pensar el poco tiempo que hace. Tampoco yo olvidaré el día ni la visita.

Un beso compañera de viaje.

Pablo Martín Lozano | 03:07

Hola Fanático, está bien ese toque de humor que le has aportado al post, lejos del mensaje triste y gris que transmite. Podría ser un reflejo o un efecto de flash, pero lo malo es que en un lugar como aquel también podría ser un fantasma. Todo lo negativo que imagines está presente en aquellos barracones.

Otro saludo y gracias por comentar.

Encarni | 13:14

La fotografía hace que se me ponga la piel de gallina. Es increíble las cosas que pueden llegar hacer los hombres. Me horroriza pensar cuánto tuvieron que sufrir allí.

Gracias por el regalo, la tengo en mi escritorio. Me gusta cogerla entre mis manos los dias que necesito fuerzas y la miro cada día para no olvidarme de la enorme suerte que tengo y que no debería quejarme por cosas insignificantes.

Precioso.

Un beso.

Pablo Martín Lozano | 16:21

Hola Encarni. Sintiéndolo mucho no acepto tu agradecimiento. No es algo de lo que pueda sentirme satisfecho, ni siquiera de la foto que tomé, porque hasta ella recoge el dolor y el sufrimiento a manos de la barbarie nazi.
En cualquier caso, es un buen uso el que le das al regalo, no sabes cómo se te queda el cuerpo cuando pisas aquellas tierras.
El relato habla de Auschwitz, tal vez por extender la historia al campo más conocido, pero tanto la foto como el regalo, son del campo de Sachsenhausen, muy cerca de Berlín.

Un beso.

Anónimo | 21:02

Se me ha erizado la piel y he sentido un escalofrío al imaginarme tales escenas; sin duda es horroroso pensar en esa situación,en ese cachito de historia cruel y asesina de algún que otro loco creido rey del Universo...como bien dices siempre, es injusto y sobre todo impermisible dejar derramar una sola lágrima a cualquiera,esta vida se hizo para ser felices,aunq algunos tienen un poco desvirtuado ese tipo de conceptos; quizás quede demasiado lejos a sus capacidades como ser humano...Gracias por ofrecernos esta tierna parte de ti y sobre todo gracias x ese precioso talismán calcinado que me regalaste...

Pablo Martín Lozano | 21:20

Muchas gracias a ti por tu comentario y, de alguna manera, me alegro de haber erizado tu piel con esta historia porque me hace pensar que no todo el mundo es insensible frente a tales sinsentidos. Esta vida se hizo para ser felices, tienes razón y, por tanto, cualquier intromisión de cualquiera que trate de impedirlo es criticable. Lo del post todavía va más allá.
Cuida ese talismán que dices porque concentra la energía invertida de aquel lúgubre paraje.

Besos.