Mientras Espero

"A las nueve en el Rodford" era todo lo que ponía en el mensaje que acababa de recibir en mi teléfono móvil. Había estado esperando durante horas ese sonido que me avisara de que al fin había nuevas noticias y posiblemente una cita. Pasaban algo más de veinte minutos de las siete cuando al fin llegó, después de toda una tarde atento a la pantalla siempre sin iluminar del teléfono. "A las nueve en el Rodford" significaba que debía comenzar a prepararme para la cita. Ducha, indecisión frente al armario, primera elección -sin suerte-, segundo intento -tal vez con aquella camisa...-, tercer y definitivo modelo, colonia y llaves del coche. Ocho y cuarto y todavía estaba esperando el ascensor de casa. Llegaría tarde presumiblemente, casi tanto como las lluvias que entonces descargaban con fuerza en la ciudad después de un invierno extremadamente seco. Recordé el viejo refrán de "en abril...". La suerte habitual que me acompaña a la hora de encontrar aparcamiento no se olvidó de mí por fortuna aquella noche y mi retraso no se fue más allá de los seis minutos. Al llegar comprobé que ella también llegaba tarde. Tal vez mis tres intentos en la elección de la ropa habían sido más en su caso, o simplemente empleaba la vieja táctica de "a las nueve en el Rodford que quiere decir que yo llegaré a las nueve y diez, pero no te lo digo y así eres tú el que espera...", porque ella no tendría problemas de aparcamiento teniendo en cuenta que había elegido un restaurante a dos calles de la suya y llegaría caminando. Qué peculiares sus andares ahora que la imagino recorriendo sin prisa esas dos calles. En un primer momento esperé en la puerta para recibirla allí, de pie, con un abrazo tímido, pero a las nueve y veintidós minutos opté por entrar y esperarla sentado en la mesa que ella misma había reservado a mi nombre -cada vez estaba más seguro de su estrategia en cuanto a la hora de llegada, ¿por qué si no a mi nombre?- y pedí una botella de agua que rebajara la temperatura de mi cuerpo. Nueve y treinta y siete y ella seguía sin aparecer. Tal vez le había pasado algo. Dos calles son suficientes para la tragedia, incluso antes, en la ducha tal vez, un resbalón, un cortocircuito con el secador... Siempre me ha intrigado la capacidad de la mente humana para ponerse en lo peor y aumentar la histeria a causa de la incertidumbre. Le llamé por teléfono, pero estaba desconectado. Probé con el de casa, pero tampoco la suerte se puso de mi lado. Comencé entonces a impacientarme arrastrado por el pensamiento oscuro y trágico de su inventado y fatal destino. Pedí otra botella de agua y me propuse sosegarme para pensar mejor en lo que debía hacer. Me la bebí de un trago levantando el cuello hasta forzarlo -lo que me permitió ver las bonitas lámparas que daban luz a las mesas- y sentí el frío en las sienes, pero logré el efecto esperado y, más calmado, opté por pedir la cuenta al camarero y acercarme hasta su domicilio. Con suerte me la cruzaría de camino. A pesar del poco importe en relación a lo que habría costado la cena -aún así me pareció excesivo por dos botellas de agua-, la cuenta llegó en un estuche de cuero marrón y en el interior, además del papel impreso que rezaba el "gracias por su visita", encontré otro, manuscrito, en el que ponía:
"Siento haberte hecho pasar por esto. Siento la espera, el ridículo, los nervios y el odio inconsciente que has ido tejiendo contra mí en estos minutos que has estado esperando. Pero necesitaba comprobar qué eras capaz de hacer por mí, antes de aventurarme a la deriva después de la última experiencia. Ya sabes a lo que me refiero. Te espero enfrente de la puerta del restaurante, en el banco de la otra acera desde el que llevo observándote todo este rato a través de la cristalera.
La cena es en mi casa
".
Y es que Sucede Que Hoy te lo demostraría de mil maneras...

4 comentarios :

Lunettas | 06:43

Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy... estoy llorando !!! Dios mio que bello !!!

Ya lo sabes pues te lo he dicho de mil maneras... y creo que lo dire toda la vida... ERES HERMOSOOOOO !!! Tienes unos sentimientos increibles... en serio estoy llorando.


Miles de besos amigo.
Lu*_~

P.s: Luego te pongo un comentario con un poco mas de valor literario.

Pablo Martín Lozano | 13:44

Hola compañera de letras...
Me alegro mucho de que te haya gustado e incluso de esas lágrimas siempre que no sean dolorosas. Los sentimientos supongo que los tenemos tenemos todos, yo sólo intento transmitirlos, además.
Miles de besos a ti también y, aunque será interesante otro comentario "con un poco más de valor literario" tus lágrimas le dan a este más significado que cualquier otro.

Muchísimas gracias :).

Besos.

Anónimo | 05:02

Hola Pablo ... qué sensación extraña la de la espera. Te escribo y leo ahora, justo en un momento de espera, ya prolongado.

Besos
Marlene

Pablo Martín Lozano | 18:16

Hola Marlene, gracias por el comentario. Desde aquí, a muchos kilómetros de distancia, mis mejores deseos de que la espera valga la pena y finalmente se haga todo realidad.

Besos!