Último Aviso Para Los Pasajeros...

- Cierra los ojos y deja que te bese -dijo mientras sostenía entre sus manos la rosa que acababa de regalarle.

Sumiso, excitado por la magia del momento, los cerré y esperé el contacto.

Diez segundos después, todavía sin sentir el roce en mis labios, abrí los ojos de nuevo.

Deshojada, inerte y olvidada, la rosa yacía junto a mis pies anclados al suelo de aquella estación.

La gente iba y venía con prisas; las mismas que ella tuvo para marcharse sin decir adiós.


Y es que Sucede Que Hoy no hace falta más...

10 comentarios :

Anónimo | 04:32

Hola Pablo, hace un buen rato que no me daba una vuelta por aquí y resulta tan placentero regresar.. Hoy me has hecho evocar la sención extraña que causa la ausencia.

Un beso
Marlene

BeRiTa | 06:22

Dos semanas habían pasado ya. Ese era el tiempo que teníamos para estar juntos, después él regresaría a NY y yo me quedaría sola, pensaba.

Nos despedimos muchas veces, las últimas no podíamos encontrar palabras. Él lloró, yo no pude.
Salimos rumbo al metro; le dije que no lo llevaría hasta allá y que nos despidieramos en la esquina.
Tras la barda de una casa vieja que nos ocultaba de las miradas curiosas de mi madre, nos dimos los últimos besos. Estábamos abrazados y de pronto nos interrumpió una señora de origen indígena. Cargaba sobre sus brazos un canasto de pequeños ramos de rosas.
Él tomó uno para mi. Tres rosas blancas y tres rosas durazno... le pagó a la señora y me dijo:
'Creo que cuando se marchiten las rosas me dejarás de querer. No me digas nada, lo sé. Mientras tanto, estas flores te darán consuelo en lo que me olvidas. Yo... ojalá te olvidé cuando la nieve se derrita allá; lo dudo'

Me besó. Lo abracé y lo vi partir. Dentro juré que no pasaría eso y lloré una lágrima por cada flor.

Las rosas duraron más de lo que esperaba... pero se marchitaron, y como él ya sabía, lo que sentí murió con esas flores. Dolió que tuviese razón.

Sí, lo olvidé. No, él no me olvidó...

Si las flores pudiesen hablar, cuántas historias no nos contarían.

Anónimo | 13:55

... Y es que huir a veces es el camino más sencillo, probablemente no el correcto, pero sí el más accesible.
Después de leer tu texto, me vienen a la memoria sus despedidas.
Él jamás se despedía...
Subidos en mi coche, nos besabamos con la incertidumbre de no saber cuando sería la próxima vez.
Él me susurraba, "no me digas adiós... no quiero despedirme de ti" y después de un largo beso y a un par de minutos de la salida del tren, desaparecía en el más frío de los silencios y allí quedaba yo, enfrente de la Estación del Norte, con lágrimas resbalando por mis mejillas y repitiéndo para mi constantemente, "no quiero verte, si no puedo tenerte...", pero pronto se evaporaba este sentimiento y volvía a pensar en su regreso.

... Sucede que a veces, no sé lo que quiero...

Besos, Inma

Pablo Martín Lozano | 23:47

Hola Marlene, cuánto tiempo. Qué alegría volver a tenerte por aquí.
Contento de que te hayas sentido a gusto en tu regreso. Yo feliz por él.
El sentimiento de ausencia es uno de esos que se agarran al estómago y es difícil de paliar.

Besos!

Pablo Martín Lozano | 23:51

Berita: Precioso relato aunque supongo que no tan precioso el malestar que debió quedarte después de aquella despedida.
En ocasiones tenemos la capacidad de adelantarnos al futuro y saber lo que ocurrirá, como con el caso de esas flores.
Me encanta el final de tu historia, la última frase. "cuántas historias NO nos contarían..."

Besos y ánimos. Gracias.

Pablo Martín Lozano | 23:54

Hola Inma, gracias por el comentario. Creo que de todos los lectores de este post (o al menos de muchos de ellos -tal vez ellas, por no perder la costumbre-)tú eres de las que más me comprende. Y no porque el resto no hayan vivido situaciones similares, que ojalá pero me temo que sí, sino porque conoces perfectamente esa estación de la que hablo. La Estación del Norte de Valencia. Ese hall amplio y siempre lleno de gente que sin embargo por momentos puede resultar el lugar más frío y desolador del planeta; cuando escuchas el pitido del tren que parte y sus ruedas comienzan a deslizarse.
"Sucede que a veces, nadie sabe lo que quiere", pero con un poco de silencio y un ejercicio por escucharte a ti misma, las respuestas llegan solas. Tiempo al tiempo.

Besos y gracias.

Anónimo | 16:13

Espero que lleguen, deseo que lleguen, anhelo que lleguen... Porque a veces, se me agota el corazón y el alma.

Gracias por tus palabras, conozco la desolación de nuestra estación, cuando el tren parte rumbo dios sabe donde...

Te leo y releo a diario, porque encuentro en tus palabras un bálsamo para mi nostálgia.

Besos. Inma

Encarni | 23:04

Hoy regreso después de unos cuantos días perdida entre el estrés y los ratitos agradables, que por suerte aún existen.

Supongo que todos hemos sentido eso alguna vez, cuando estás casi tocando con la punta de los dedos ese sueño que tanto llevas esperando, de repente se desvanece sin ni siquiera tiempo para un "adiós".

Recuerdo que hace mucho tiempo, cuando descubrí tu blog hablabamos precisamente de trenes, estaciones y maletas. Cuando alguien nos deja en el andén tristes debemos coger nuestra maleta y convertirnos en pasajeros, no es bueno quedarse allí sentado esperando a que regrese.

Yo también conozco la "Estación del Norte" hace algunos años llegué a ella en un tren para recorrer durante unos días tu linda ciudad. Me impresionó su inmensidad y la cantidad de sensaciones que provoca. Cuántos recuerdos guardará para ella...

Echaba de menos tu mundo.

Un besote.

Pablo Martín Lozano | 23:43

Inma, para mí es todo un placer saber que sirvo de bálsamo con mis letras. Si me dejas y continúa mi efecto, puedo invitarte a seguir "curándote".

Besos y gracias!

Pablo Martín Lozano | 23:45

Hola Encarni, yo echaba de menos tus palabras. Me alegro de que conozcas el lugar porque así me entiendes mejor. No a mí, miento, sino al texto.
No recordaba a qué te referías con lo de estaciones y maletas de cuando me comentaste por primera vez, pero he caído en la cuenta al leer tus palabras. Ya hace.

Besos y gracias.