Deshojando La Aurora

El silencio se apoderaba de cada esquina de la habitación. Las paredes, escondidas tras la fina capa de pintura verde pastel, espiaban de reojo ruborizándose por el ímpetu de aquella fusión. Los muebles, las estanterías, los libros y los cuadros respiraban suavemente sin llamar la atención, haciendo como que no existían, que dormían ajenos a lo que ya había ocurrido en el salón. Y con ojos entornados, disimulo y una fuerte excitación, husmeaban con sigilo y envidiaban la pasión. Entretanto, la almohada era testigo del desnudo de una flor, que con dulces intenciones deshojaba su exterior. Fresca, pura y blanca del color del algodón, con sus manos palpaba el aire que espesaba a su alrededor. Los cuerpos se encendían anulando al calefactor y entre besos y miradas iba entrando el alba provocando desazón. La noche terminaba y con ella la pasión, que volvía a enfundarse en su traje negro camuflando una traición. Atrás quedaba una oscuridad rota con la aurora, en la que manos, labios, pieles y silencios se mezclaban con suspiros provocados por la euforia y el fervor. La atmósfera ardía en llamas de deseo y en las profundidades de las sábanas respiraba exhausto el tallo de la flor. Era tiempo de marcharse y dejar entrar el viento para borrar las pistas, el aroma y los ecos pronunciados con sofoco, vehemencia y devoción. Allí permanecería siempre el recuerdo de un secreto que tejieron cautelosos una rosa y un floricultor.

Y es que Sucede Que Hoy vi un rosal desolado por el invierno...

2 comentarios :

Anónimo | 20:24

Muy poético...
Me gustó la armonía de las palabras, el compás, la rima...

Nos leemos. Inma

Pablo Martín Lozano | 22:12

Hola Inma, gracias por tus palabras. Me alegro de que te haya gustado.

Sí, nos leemos.

Besos.