Decisión con Retroceso

Y finalmente se decidió a hacerlo. Ya había pasado mucho tiempo desde que la vio por última vez. Demasiado tiempo asáltandole el mismo deseo cada noche y demasiados días en que la presión propia se hacía insostenible. Llevaba noches enteras imaginando cómo sería el momento, planeando cada uno de los pasos a seguir para tenerlo todo controlado aun sabiendo que una vez allí todo fallaría. Tenía el vestuario escogido con suma delicadeza, la sonrisa ensayada durante horas frente al espejo, el pelo tocado y retocado en infinidad de ocasiones, gestos articulados con la pericia de un actor y las palabras precisas y medidas con la magia del poeta. Ningún detalle se le podía escapar y luego todos se soltarían de su mano.

Sacó del armario un bote de la colonia que acostumbraba a utilizar cuando ella todavía le regalaba sus tequieros a diario. La guardaba desde la última vez que se vieron por si algún día se producía el reencuentro programado, como una forma de evocar recuerdos del pasado en el momento en que ella se acercara a saludarle -aunque fuese por compromiso- y cayera en la trampa de su olfato. Millones de momentos se agolparían en su cabeza, casi tantos como los que revivió él en el momento en que se roció entero. Creyó retroceder en el tiempo.

Salió de casa en el momento en que la luna comenzaba a brillar con el permiso del cielo oscuro y encapotado que descargaba con ganas una lluvia que le limpiaba los temores en la misma medida en que le traía la añoranza casi olvidada. De camino compró flores en el único establecimiento que encontró abierto, aunque a decir verdad ya se encontraba medio cerrado y tuvo que evitar golpearse con la persiana a medio bajar y convencer a la vendedora de su necesidad.
- Verá señora, puede que estas flores me den la vida o me la quiten esta noche.
Compró un ramo de rosas rojas como aquellas que un día le regaló, mucho tiempo atrás, sin llegar a saber nunca el grado de satisfacción que le produjo aquel presente; mucho menos, en cualquier caso, que el suyo por regalarlo. Caminó entre charcos burlones y una lluvia incesante que mojaba las flores, sus sueños y sus ilusiones, hasta llegar a su esquina. Cruzó la calle y miró hacia su ventana, donde pronto se dejó seducir por la silueta perfecta de su cuerpo dibujado al otro lado del visillo entorpeciendo una visión maravillosa. Era su habitación. Aquella en la que tantas veces había estado y donde compartió caricias durante tanto tiempo. Aquella cuyas paredes todavía lloraban su pérdida porque nadie como él sabía escucharlas y a la vez regalarles tantos susurros. Aquella en la que un día amó y se dejó amar...

Llegó un momento en que dejó de saber si el temblor de sus piernas se debía al frío producido por la ropa mojada pegada a su cuerpo, o más bien por el temor a la incertidumbre de su reacción. Había pasado bastante tiempo e incluso habían perdido el contacto por una decisión de ella que todavía no se explicaba. Tal vez es que tuviera miedo de seguir hablando con él y que le visitasen fantasmas del pasado que hiciesen titubear los pilares de su nueva y desdichada vida. Ahora, solo frente a aquella ventana y con los ojos perdidos en la luz que emanaba de dentro, recordó cada instante mientras la lluvia que resbalaba por su rostro disimulaba las lágrimas. No se distinguía qué gotas eran saladas y qué otras dulces; lo único que sabía era que las dos sabían amargas. De pronto vio como la silueta se empequeñecía en la distancia y la luz se apagó de golpe. Entonces entendió que sólo con aquel momento había saciado su deseo de volver a verla, imaginando que al otro lado de la ventana su cuerpo desnudo bailaba al son de aquella canción que siempre escuchaban juntos.

De vuelta a casa, caminando bajo la lluvia, pasó de nuevo frente a la floristería donde la mujer todavía recogía los últimos desperdicios de un día de trabajo. Con una sonrisa de paz esbozada en sus labios, le regaló el ramo, dio media vuelta y se fue...

Y es que Sucede Que Hoy no es la hora del amor...

4 comentarios :

Anónimo | 02:40

ha merecido la pena la espera sin lugar a dudas! como dijo cris para escribir lo que escribes y cómo lo escribes tiene que removerse tu conciencia, tu interior, y tu demuestras un interior muy movidito! has conseguido que me sintiera realmente ante la ventana sosteniendo el ramo de flores... me ha enternecido, me has echo desear volver a sentir no sólo lo agradable de un amor sino lo amargo, sentir algo tan fuerte por otra persona y es que ya sabes que estoy un poco a la deriva ultimamente... te regalo una de esas rosas!! buenas noches romántico de la vida mua!

Pablo Martín Lozano | 02:47

Gracias Anita. Sin duda lo que escribo demuestra que mi interior no sé si está, pero al menos ha estado en ese lugar en el que los sentimientos afloran y la creatividad, dicen, renace.

Me alegra que te haya gustado, hoy sucedió eso, mañana quién sabe. Seguiré intentando ser una minúscula boya que pueda guiarte mínimamente en la deriva.

Otra rosa para ti por la espera y por tus palabras. Buenas noches y buena suerte en el amor!.

laurita | 20:53

Tus palabras me ponen los pelos de punta, has hecho que descuelgue el teléfono para llamar a Albrto y decirle Te quiero. Un besote enorme

Pablo Martín Lozano | 21:59

Hola Laurita. Suerte la de Alberto que tiene quien descuelgue el teléfono por él para decirle algo tan bonito. Cuida tu relación aunque no te mande flores, aunque llueva y te mojes o aunque no sea él quien descuelgue a veces el teléfono.
Un beso muy fuerte.