Una Vida Mecanografiada

Después de casi una hora hojeando las novedades de la librería extrañamente abarrotada de debajo de su casa, y harto de no encontrar ningún volumen que calmara su curiosidad, Stephen tomó una consideración: volvería de vacío y escribiría él mismo una novela. Un libro para todo aquel que en algún momento tuviese la extraña sensación de no encontrar lo que buscaba entre los anaqueles de cualquier librería y terminara al fin por caer rendido ante el poder evocador de su prosa. Así que de vuelta a casa, paró en el kiosko que frecuentaba cada mañana para ojear las portadas de las principales cabeceras antes de ir a trabajar y compró un recambio de tina para su vieja pluma y un paquete de folios reciclados, porque Stephen era de los que prefería el contraste que ofrecían estas hojas con el negro mecanografiado de su Olivetti de herencia. Y manos a la obra. Decidió que aquella novela no podía narrar otra historia más que la de un hombre que, después de casi una hora hojeando las novedades en una librería extrañamente abarrotada y harto de no encontrar ningún volumen que calmara su curiosidad, tomaba la decisión de volverse a casa de vacío y escribía su propia novela. Al personaje le pondría un nombre extranjero, por aquello de que los nombres foráneos quedan mejor en las novelas y el argumento encontraría sentido al establecerse como una ayuda para todo aquel que en algún momento tuviese la extraña sensación de no encontrar lo que buscaba entre los anaqueles de cualquier librería y terminara al fin por caer rendido ante el poder evocador de la prosa con la que estaría escrita aquella novela. Después de un par de páginas, cayó en la cuenta de que se había comprado un recambio de tinta para su pluma aun sabiendo que escribiría a máquina. Y no es que la compra no fuese necesaria, porque el que tenía debía estar tan coagulado como el tarro de mermelada de fresa que había residido en su nevera durante más de diez años hasta que una plaga de hormigas había acabado con él apenas tres días atrás, sino que podría parecer absurda si ya sabía que ni siquiera iba a tomarse la molestia de cambiar un tubo por otro en su Montblanc falsa. Así que para solucionarlo, decidió que el personaje de su novela escribiría su propia novela con pluma, para quitarse el peso del sinsentido de la compra de su cabeza. Y mientras el borrador iba adquiriendo páginas y forma, Stephen tuvo la extraña sensación de que estaba escribiendo su propia biografía narrando hechos que sucedían apenas minutos después de que quedaran plasmados en las hojas de papel reciclado. Fue entonces cuando se dio cuenta de las posibilidades que aquel extraño fenómeno le ofrecía y durante el resto del capítulo se lanzó a la invención de un amor inesperado que nacía una tarde cualquiera, después de casi una hora hojeando las novedades en una librería extrañamente abarrotada en la que, por casualidad, se encontraba a quien después de muchos años seguiría siendo el amor de su vida.

Y es que Sucede Que Hoy inventé dibujando círculos...

8 comentarios :

MJ Grau | 15:57

Las librerías son un misterioso lugar para encontrar lo que se busca, ya sea realidad o fantasía.

Divertida escena de Nothing Hill.

¿CEU?

Saludos

Pablo Martín Lozano | 00:19

Divertida escena de Notting Hill?
Bonito lugar una libreria.
CEU, sí. Casi vivo allí.

Saludos!

MJ Grau | 09:36

Me vino a la mente la escena de la película Nothing Hill, donde se conocen en una librería, aunque no demasiado concurrida.

Jaja, pues entonces vivimos en el mismo "pisito".

Hasta el próximo post!

Pablo Martín Lozano | 12:11

En ese caso...bienvenida compañera!

Nos vemos por allí...(si supiera quién eres...jeje)

Saludos!

Encarni | 20:32

Todos escribimos o inventamos nuestra historia tomando decisiones cada día...

Besos!

Pablo Martín Lozano | 02:20

Totalmente de acuerdo, Encarni. La vida es la mejor novela. Cada día escribimos nuevas líneas y el argumento depende de nosotros mismos en buena medida.

Que la pluma fluya sobre tu papel.

Besos.

Eme | 19:19

Cuando salgo con las manos vacías de una librería es sólo por razones puramente económicas. Je.

Pero quizás -quizás- tengas razón: si sintiera que ya no existen novelas para mí, me dejaría de cuentos (literalmente) y me decidiría por fin a escribir una.

[Es extraño]

En cambio, si para escribir novelas fuera condición sine qua non no encontrar ninguna que mereciera la pena leer, preferiría no escribir nun-ca ninguna.

Me ha gustado pasar por aquí.

Saluditos

Pablo Martín Lozano | 19:50

Hola Eme, bienvenida y gracias por comentar.
Es cierto que la economía es un freno más que real a la hora de adquirir cultura porque mira que está cara. Me ha gustado tu reflexión y, sin ser tan drásticos, no tiene que ser condición sine qua non no encontrar ninguna, puedes lanzarte a escribir por placer y que tu obra comparta estante con otras muchas.

Saludos!