Fiebre

El mercurio del termómetro asciende al mismo vertiginoso ritmo al que descienden mis fuerzas y mis ganas para ponerme en pie. Deliro entre sábanas revueltas y empapadas en sudores fríos que recorren mi cuerpo de principio a fin. La lluvia golpea el cristal recordándome que la vida sigue al otro lado. Sin embargo yo siento que la mía se ha parado por momentos y vivo absorto en un paréntesis del que sólo me alivian momentáneamente las pastillas efervescentes. Mi mente inventa situaciones imposibles que la calentura se encarga de presentarme como reales y viajo a submundos de barro que me agobian con imágenes de las que no puedo escapar. Espirales de mil brazos que me atrapan y tiran de mí con fuerza hacia el centro de una locura pasajera. Entretanto, mi cuerpo, débil y abatido por las horas de cama y sofá, se resiente del paso de una enfermedad que siempre llega sin avisar. Raro invierno el que pasa sin su inesperada visita. Mi rostro demacrado no se reconoce frente al espejo y a pesar de ser el mismo parece que la química no le sienta bien. Y en mitad de la noche, que pronto se hace día en la vigilia interrumpida por breves trances de un sueño aparentemete fugaz, los delirios febriles me transportan hasta encuentros imprevistos que entremezclan en la fantasía conversaciones reales con otras más deseadas que auténticas, diluyendo sin esfuerzo la poca cordura que me queda. De pronto ya no sé quién soy, quién eres, quién eras. Y cuando parece que me acerco al final del enigma, suena la alarma advirtiéndome de que ya es hora de tomar la dosis.

Y es que Sucede Que Hoy la fiebre pudo conmigo...

2 comentarios :

Cris Lago | 09:59

Te mando ánimos para que te cures niño!!!...

Un mua mu grande guapo

Pablo Martín Lozano | 18:27

Gracias niña! Te aseguro que aunque sea desde Cádiz noto cómo llega tu calor! Ojalá pase pronto.

Besos!