Amor Descosido

El aire de la noche de un sábado más golpeaba mi rostro durante el paseo hacia el coche. Caminaba solo, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y a paso lento. Disfrutaba de la soledad de las calles y el sonido de mis pasos retumbando en las aceras. Sin poder evitarlo mi mente te trajo junto a mí y recordé aquellas caminatas eternas de tu mano recorriendo apasionados los rincones céntricos entre callejones. No sabía el motivo pero el capricho de la noche quiso que me acordara de nuestros besos en las esquinas, de los abrazos en las esperas de los semáforos, de las sonrisas escondidas entre las conversaciones o los suspiros frente a los escaparates de las tiendas de muebles construyendo un futuro imaginario a nuestra medida. Por aquel entonces nuestras vidas todavía discurrían por el mismo sendero marcando incluso el ritmo con andares acompasados. Las luces de un coche de policía pasando a toda velocidad por mi lado me sacaron de aquel pensamiento y volví a enfrentarme a los pasos en solitario bajo una media luna perdida en lo alto del techo infinito. Pero fue suficiente pasar por la puerta de la cafetería en la que tantas tardes pasamos juntos y cuyas paredes fueron testigo de tantos y tantos besos y promesas para traerte de nuevo. Los empleados recogían los restos de una jornada más y apilaban las sillas sobre las mesas. Y sin poder evitarlo, dirigí la mirada hacia la mesa que solíamos ocupar y me di cuenta de que aquella era la única que no tenía las sillas encima. Seguramente porque nuestras improntas seguían estando y los recuerdos eran tan vivos que incluso los camareros creían seguir viéndonos allí tanto tiempo después. Nuestras almas seguían perdidas en la última conversación que había comenzado a ser eterna desde el momento en el que abandonamos el lugar físicamente por última vez. Y allí seguíamos amándonos como en la vida real ya no hacíamos. Retales de un amor que descosió un corazón dejándole jirones eternos.

Y es que Sucede Que Hoy vi la que fuera nuestra mesa...

4 comentarios :

Από Μηχανής Θεός | 16:50

A los tiempos del futuro, quiza la riqueza de nuestra alma y la belleza de nuestra sustancia consistirá en aquellos retales eternos.. Cuando la tristeza se transforma en fuerza profunda e única...

Escrives usando la corazón también, y esto lo aprecio mucho. Perdona me, no hablo español muy bien.
Encantado de descubrirte.

Deus Ex Maquina

Pablo Martín Lozano | 21:13

Hola! Encantado yo de saludarte y de que hayas comentado. Es cierto lo que dices, tal vez al final del camino son esas cosas las que importan.
Escribo con el corazón porque no entiendo la escritura de otra forma posible.
Gracias por comentar.

Saludos.

Anónimo | 04:05

Vuelve algún día por allí y mira debajo de esa mesa... Quizá encuentres acurrucada contra la pared tu esperanza de una vida mejor. Recógela, guárdala en un bolsillo. Podrás dejarla debajo de otra mesa muy pronto.

Pablo Martín Lozano | 17:31

Hola Testigo. La verdad es que no he vuelto a pisar aquella cafetería desde esa última vez que narro y, de hacerlo, no sé si me atrevería a ocupar la misma mesa. Prefiero el recuerdo de tantos buenos momentos. Tal vez al agacharme y mirar debajo encontrara todavía algún eco de un Te quiero lejano.

Saludos!