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Viaje a las Profundidades

Hoy me desperté con ganas de bucear. De penetrar a lo más profundo y lejano del océano y perderme entre las aguas cristalinas, mientras dejo flotar mi cuerpo y me muevo al placer de las corrientes y la luna. Verme rodeado de bancos de peces y plantas de mil colores, de restos de naufragios que ahora sirven de hogar para cientos de especies. Recorrer kilómetros y kilómetros bajo el mar, ascender a la superficie en mitad de la nada y encontrar una isla perdida y solitaria. El problema es que hoy amaneció diluviando y las condiciones del mar no me permitieron adentrarme en él, ni realizar todo este viaje.

Sin embargo mis ganas de sumergirme y explorar permanecían intactas, así que decidí bucear hacia mi interior, en un viaje casi tan profundo y lejano como el anterior.

Y pronto descendí hasta lo más íntimo y resguardado de mi ser y dejé flotar mi cuerpo moviéndome a placer por mi espíritu. Allí, en lo más hondo, me vi rodeado de bancos de recuerdos e historias de mil colores, de restos de naufragios que ahora servían de tierra fértil para sembrar semillas de plantas que salían más sanas, verdes y fuertes. Y recorrí kilómetros y kilómetros bajo mi pecho y descubrí la grandiosidad de la nada y el todo de mi ser. Luego encontré una isla perdida y solitaria justo en el lado izquierdo de mi pecho, en la que pude observar que la luz y el color llenaban de nuevo su paisaje un tanto gris y caótico después de la última erupción de un volcán que, de vez en cuando, estallaba de rabia ante el dolor de otra batalla perdida. Ahora, en cambio, veía que su cielo recobraba el azul perdido, sus aguas se calmaban y rompían con delicadeza en la orilla y los rayos de sol tintaban de alegría y felicidad aquella isla. Y finalmente ascendí, una vez había comprobado el estado de mis profundidades, y observé que en lugar de salir a la superficie por mi pecho -igual que había entrado-, lo hice por la boca que en aquel instante esbozaba una tímida sonrisa que dejó escapar el aire.

Y es que Sucede Que Hoy me adentré en las profundidades de mi ser...

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Mea Culpa

Unos ojos que se nublan y se pierden entre la delgada línea que separa la realidad de la oscuridad total. Una mente que da vueltas hasta perder la noción mientras el entorno parece girar sin parar como una noria a la que le falla el sistema de frenado. Unas manos temblorosas al compás de un pulso acelerado que nace de un corazón incapaz de bombear la sangre que se agolpa y comienza a no circular adecuadamente. Todo da vueltas a una velocidad vertiginosa. Sudores fríos descienden por mi piel alrededor de todo el cuerpo y los espasmos musculares se repiten cada vez con mayor frecuencia. La vista continúa borrosa; algo no va bien en mi interior. Comienzo a sentir cómo las fuerzas desvanecen y se esfuman con cada exhalación, mientras la rabia y la impotencia de no ser dueño de la situación se apoderan de mí. Mi cuerpo ha dicho basta después del ritmo asfixiante al que le llevo sometiendo en las últimas semanas y me devuelve el revés en un mal momento, pero sin él no soy nada por mucho que mi mente me lance mensajes de poder. Me considero mucho más que carne, piel y huesos y sin embargo me resultan totalmente imprescindibles en según qué lances me veo envuelto. El aire parece extinguirse y escucho la llamada de mi cerebro reclamando riego; comienzo a desvariar y me veo al borde de la inconsciencia. No, por favor, ahora no, aguanta. Pero nadie me escucha, ni siquiera mi propio metabolismo que se deshincha por momentos. Está bien, me doy por vencido, he intentado aguantar la embestida pero cuando el cuerpo dice no, la tentativa es inútil. Elegiste un buen momento para hacerme escarmentar; cuál mejor que ese para hacerme sentir mal y enmendar mi falta de atención contigo, pero no te creía tan cruel. En fin, mea culpa. Prometo cuidarte más y así salir los dos beneficiados, funcionamos mejor cuando logramos ser un todo unido.

Y es que Sucede Que Hoy forcé demasiado la máquina sin repostar lo suficiente...

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La Ventana Entreabierta

Después de mucho tiempo observando siempre el mismo muro liso cada día a todas horas, ayer me armé con una paleta y un pincel y me propuse pintar una hermosa ventana en la pared lisa de la habitación totalmente cerrada en la que paso las horas.

Trazo a trazo fui dando forma y color a mi proyecto y en esa tarea se me fue el tiempo. Cada vez estaba más orgulloso del resultado y del nuevo aire que se respiraba en la habitación. La adorné con geranios rojos que asomaban por encima de unas elegantes macetas apoyadas en la repisa y hasta representé el reflejo de los rayos de sol de media tarde atravesando el cristal. Cuando acabé mi obra la observé y me pareció tan bella y tan real, que la toqué para intentar abrirla. Y se abrió. Fue tan sencillo como extender el brazo e imaginar que aquella escena en dos dimensiones cobraba vida y cuerpo hasta que logré sentir el tacto del cierre que comenzó a girar. Una brisa suave y aromatizada llenó mis pulmones e impregnó la habitación de una vida y alegría como no recordaba haber sentido jamás. Del otro lado, pude observar como se dibujaba un mundo ante mí en el que reinaba la paz, la solidaridad, el amor, la justicia, la belleza, el respeto, la amabilidad, la cultura, los valores...Un mundo en el que lo único que se echaba en falta, afortunadamente, era el odio, la maldad, las clases sociales, las guerras, las injusticias...

Quedé tan prendado de aquel paisaje, que sin pensármelo dos veces intenté entrar en él a través de la ventana, hasta que me di cuenta de que la había pintado demasiado pequeña. Así que me resigné a dejarla entreabierta, para que al menos se colara parte de todo ese mundo idílico y aquel en el que yo me encontraba aprendiera que las utopías no siempre son imposibles.

Y es que Sucede Que Hoy pintaría mundos mejores...

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Re-Belle Époque

Son pocos los minutos que nos separan del final. Han sido cuarenta y ocho horas asfixiantes de carreras, conversaciones, ajetreos varios, pensamientos fugaces que resultan ser certeros, un brainstorming continuo que finalmente dio sus frutos entre sábanas revueltas y luces apagadas. Ideas que vuelan y otras que se fijan en papel, creatividad que despista, viene, saluda y se marcha sin dejar rastro.

De pronto una luz al final del túnel, una bombilla que se enciende arriba justo de mi cabeza. ¿Funcionaría? Sí, yo creo que sí, está acorde con el eje de la campaña. Otra cosa más. Luego de nuevo la oscuridad se cierne sobre mí y el resto, agotados a causa de una dura jornada, pero ansiosos por encontrar la pieza clave que de nuevo aporte luz al asunto. La veo venir, está próxima, aquí se presenta, bienvenida. No, no, quédate, eres nuestra invitada de honor, de la forma en la que te has presentado y por tu estilo te ofrecemos quedarte y además como protagonista. Ponte cómoda, necesitaremos que estés fresca el día de la final. Seguramente te interrogarán demasiado y debes ser capaz de dar respuesta a todos sus interrogantes. Además debes anticiparte a sus argumentos, estar donde ellos esperan que estés y cumpliendo con la función que por ellos te hubiese sido asignada. Así que sírvete lo que quieras, todo corre de nuestra cuenta, pero eso sí, mañana por la mañana debes estar al cien por cien en todo y debes demostrarnos a nosotros que el esfuerzo ha resultado rentable. ¿Conforme? En ese caso, adelante, cómete a tus rivales.

Ahora son incluso menos los minutos que nos quedan. La brillante idea -¿quién decide si lo es o no?- ya duerme sobre colchón de cartón pluma tapada con un sobre holgado que le da calor. Mañana es su gran día y debe estar impecable. Debe demostrar que, como siempre, el tic-tac del tiempo constantemente tras la oreja puede ser el mejor aliciente para realizar un gran trabajo. Suerte.

Y es que Sucede Que Hoy Re-vivo una Re-Belle Èpoque...

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Energía en Vena

Tumbado bajo el sol, sobre la hierba, sintiendo la humedad de la tierra contrarrestando el calor de mi cuerpo. Los rayos penetran en la piel y siento cómo se pone en marcha todo mi organismo. Es la salsa de la vida, la dosis primaveral de alegría, bienestar y energía. Abro los ojos y echo a volar mis sueños, planeando mis viajes veraniegos alrededor de Europa, mientras busco formas de trenes en las pocas nubes blancas que contrastan con el claro azul de un cielo que me recibe espléndido y luminoso. La melanina se reactiva después de algunos meses en paro y siento cómo cada uno de mis músculos va recobrando fuerza con la ayuda del sol que me dibuja una sonrisa inevitable en el rostro. La música aporta más colorido al momento y una pareja de mariposas persiguiéndose enamoradas logra captar mi atención durante varios minutos. Por un momento se visten de gala y son protagonistas de un baile perfectamente compenetrado. Sus diminutos cuerpos derrochan vitalidad, elegancia y amor mientras su aleteo remueve el aire que entorpece su contacto definitivo. En esta época del año la belleza se olvida de la vergüenza y se muestra sin pudor en cada esquina. Todo es arte, todo es vida, todo es luz y armonía. Ya escucho de fondo el traqueteo del tren sobre las vías y mi mente vuela imaginando rincones y experiencias. Hoy es un día alegre, el sol, los amigos, la primavera y la vida te invitan a sonreír y disfrutar al máximo cada instante.

Y es que Sucede Que Hoy el sol revitalizó cuerpo, mente y espíritu...

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Un Buen Día Para Leer

Un vaso de agua medio lleno -siempre medio lleno-, una rosa seca que nunca se atrevió a dar, una pila de libros por comenzar, otro al lado apunto de finalizar y una lámpara que alumbraba las páginas en sus noches lectoras. Así se dibujaba el paisaje de su mesita de noche.

Había títulos de grandes autores como Kafka, Camus, Cela, Borges, Vargas Llosa, García Márquez...Nombres que alimentaban la sabiduría en sus noches de insomnio y joyas que provocaban una fiesta en el alma con la melodía de cada frase precisa. El agua humedecía su boca después de la sequedad producida por el constante pasar de páginas. Así las noches se tintaban de un color dorado y el alba venía cargada de más ilusiones y ganas de vivir. Al amanecer contemplaba al sol en su viaje ascendente y se dejaba envolver por la brisa marina de la bahía que entraba suavemente por la ventana que daba al mar. El aire del sur siempre le daba los buenos días.

Y así, entre libros y más libros, brisas y cantos de gaviota, olor a salitre y el sonido de las olas rompiendo en la orilla, pasaba los días devorando las palabras de aquellos sabios y otorgándole sentido a la cita que había descubierto tiempo atrás, en un libro de Borges, y que decía algo así:
"Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de Biblioteca..."
Y es que Sucede Que Hoy se celebra un gran día...

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Una Proposición Indecente

- Está ocupado, lo siento.
Que está ocupado, espere.
¿Oiga? ¡Qué estoy dentro!
Pero no me escu...
- Perdón por entrarte de esta manera, pero no hay otra.
- ¿Cómo?
- Verás, sé que estás trabajando aquí y te puedo meter en un lío, pero no lo soporto más.
Estoy sentada en la primera mesa, justo enfrente de donde estás tú de pie y no te he quitado ojo en toda la noche.
- Sí, tercera silla de la primera mesa del lado izquierdo. Ya me he dado cuenta. ¿Y bien?
- ¿Y bien qué? No lo sé ni yo. Lo único que sé es que he visto que te escapabas un momento al baño y he decidido acercarme. No puede verme mi novio.
- ¿Es el moreno que está sentado a tu izquierda?
- Sí, ese. En realidad nos va muy mal, pero me siento atada a él. Es un infierno.
- Pero...¿vienes a que te ayude o a qué? Aun no sé que hacemos los dos en este espacio de un metro cuadrado, en el baño en el que entré hace ya demasiado tiempo. Mi jefe espera.
- Que espere. Yo también llevaba toda la noche esperando un momento así.
- Así...¿Cómo?
- Así, a solas...

- Acabas de besarme...No entiendo nada.
- ¿A qué hora acabas?
- Eh..mmm...¿qué?
- Rápido, dime a qué hora terminas de trabajar esta noche...
- Pues, nos han dicho sobre las tres y media. Pero...¿Por qué?
- Toma, ahí está todo. Teléfono y dirección. Por favor, en cuanto salgas...
No habrá nadie.
- Espera, espera...no tan rápido. ¿Que quieres que vaya a tu casa?
- Sí. Llevo deseándolo desde que he llegado a este lugar y perdona por las formas, pero veo que no quieres. Ya claro, supongo que no te irás con la primera psicópata que hace estas cosas. Mira déjalo, pero tenía que intentarlo.
- Un momento. Todavía no he dicho que no. Sólo te pido que repitas el beso de antes.
- Te espero.

Y es que Sucede Que Hoy hubiese sido de película...

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Una Llamada Inoportuna

Y fue en uno de esos momentos en los que la vida parece golpearte duro por cada una de las veces en las que te olvidaste de dar las gracias por ella.

Era media tarde, estaba acostado tratando de recuperar un sueño del que la noche anterior no había podido disfrutar, cuando de repente sonó el teléfono. Desperté bruscamente y me alejé poco a poco del estado inconsciente en el que me encontraba sólo segundos atrás, mientras la última imagen se desvanecía lentamente en mi mente. No recuerdo cuál era. Alargué el brazo hasta alcanzar el teléfono y descolgué sin mirar la pantalla -aunque hubiese querido, mis ojos estaban demasiado pegados- y contesté sacando una voz tímida de ultratumba. Sólo se escuchaban golpes y sonidos estridentes, algo así como un bombardeo que me hizo creer que seguía soñando. Pero no. Poco a poco fui desmembrando aquellos ecos resonantes e intuí una risa de fondo que me resultaba familiar. Llevaba meses sin escucharla pero parecía la de ella. Las dudas se disiparon cuando después de la risa comencé a escuchar su voz. Seguramente llevaba el móvil en el bolso y mi número se había marcado por azar, caprichoso y mordaz aquella tarde, devolviéndome recuerdos que ya estaban enterrados. Debí colgar en seguida, volver a dejar el teléfono sobre la mesa y continuar durmiendo, pero el ser humano tiene una curiosidad insaciable -incurable e insaciable- que me forzó a permanecer pegado al auricular tratando de identificar cada sonido. Así que en el silencio de la habitación vacía comencé a entender cada una de las palabras que salían de su boca, entre golpes y tambaleos en el interior de su bolso de marca. Y fue tan doloroso como placentero escuchar cómo aquella voz trataba de soltar tequieros al viento dirigidos a otro que no era yo, sabiendo que aquel no era el tono verdadero con el que solía decírmelo a mí, el tono que realmente salía del corazón y su sentido era profundo. En esta ocasión su voz sonaba temblorosa, temerosa de no estar en lo cierto y tintada de una falsedad que sólo ella y yo conocíamos, mientras quien los recibía creía escuchar melodías celestiales sin saber que aquellas palabras no eran más que mentiras y disfraces.

Cuando acabó aquel juego de ficciones y apariencias escuché el sonido de un beso retumbando más de lo normal en mi altavoz y entendí que había llegado el momento de colgar y seguir durmiendo. Al fin y al cabo mi sueño estaba siendo más bonito que aquello.

Y es que Sucede Que Hoy sigo sin creerme nada...

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Delirios Febriles II

¿Algún médico en la sala? ¿Alguien capaz de sanar lo dolores de cabeza, de garganta, de corazón -(¿se puede?)- de músculos, de oído? ¿Alguien capaz de acabar de un plumazo con el cansancio, la dejadez, el hastío, la molestia muscular, el malestar general? En fin, ¿algún mago en la sala?.

Ahora, después de horas apoltronado en el sofá, entre intervalos de sueño y vigilia, me planteó qué es el dolor y de dónde procede. Porqué llega cuando menos tiene que hacerlo, porqué se presenta sin avisar y pone tantas trabas para ser eliminado. Quién le ordena aparecer y desde dónde. Si proviene del cerebro ¿por qué lo noto en la garganta, en la mano o en la pierna? Y si me tomo un medicamento, ¿cómo sabe lo que me duele?. Todas estas preguntas me mantenían despierto en las largas noches febriles de mi niñez. Esas y la eterna sinrespuesta del ¿de dónde vengo?. Entonces, con apenas seis o siete años, imaginaba una vaca que venía de mamá vaca, que a su vez venía de mamá vaca y ésta de la suya, y de la suya y de la suya...Y si no acababa durmiendo en el camino ascendente del árbol genealógico de las vacas, siempre terminaba diciendo..."y esa de Dios". Era una manera rápida de poner fin a las dudas y ahora caigo en la cuenta de que hay gente que, incluso con tantos y tantos años más de los que yo tenía entonces, sigue acabando siempre de la misma manera en la que yo lo hacía. Claro que encontrar la verdadera respuesta continúa siendo igual de complicado.

Realmente no sé cómo ha derivado la reflexión hasta aquí, cuando simplemente he comenzado reclamando la presencia de un médico que calmara mi fiebre, pero puede que sea por eso mismo por lo que cada vez más soy menos dueño de mis palabras y esto se convierte en un texto sin sentido. Al menos sin sentido lógico. ¿Y si el mundo no es lógico? ¿Y si las vacas no son vacas? ¿Y si el dolor no existe?.

En fin, doctores en horario nocturno...les necesito. Buenas noches.

Y es que Sucede Que Hoy la fiebre me impide ser razonable...¿o no?

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Una Postal Firmada

Abrió el buzón y encontró una postal con la imagen de aquel lugar que tiempo atrás había visitado. Mientras esperaba el ascensor, contempló durante unos instantes aquella estampa y en seguida pensó en la persona que firmaba aquella cartulina cargada de recuerdos. Por un momento esbozó su cara en la mente y sonrió tímidamente sin ser dueño de su gesto.

Viajó con los ojos cerrados hasta aquel lugar del que había partido hacía años y creyó encontrarse en aquella cafetería, sentado junto a la ventana, conversando con ella al otro lado de la mesa mientras el humo del café dibujaba extrañas formas en el aire. El ruido de las puertas del ascensor abriéndose bruscamente le devolvió a la realidad. Subió a casa sin darle la vuelta a la postal, en un intento por mantener la intriga sobre el contenido del mensaje, y se sentó de golpe en el sofá, sin apenas quitarse el abrigo, ansioso por leer aquellas líneas. Contempló una vez más la imagen y después de unos segundos se decidió a leer el dorso. Efectivamente era ella escribiéndole desde aquella ciudad donde se conocieron y donde pasaron los dos días más intensos de sus vidas. Allí donde una habitación de hotel con vistas a uno de los monumentos más bellos del lugar fue todo lo que alcanzó a visitar en su corta estancia. Allí donde comprendió el significado real de la palabra romance escrita con mayúsculas. Y empezó a leer por donde no se debe y sin embargo siempre se cae, por aquella despedida que rezaba un te espero, tachado por la marca de unos labios impregnados en carmín. Eran los de ella, todavía recordaba su forma después de haberlos probado en un eterno frenesí de roce con los suyos. Otra sonrisa anónima se esbozó en su cara sin poder remediarlo y empezó por el principio. Allí decía que desde el día en que se fue, la ciudad había perdido su encanto y su estancia en ella transcurría entre largas noches de melancolía y tardes enteras en el banco frente a la estación esperando su regreso. Aseguraba haber intentado romper su billete de vuelta, pero el susurro de la noche y el cansancio de unos cuerpos enredados le entregaron demasiado pronto al sueño. A la mañana siguiente, él ya estaba de regreso y no había querido despertarla por ahorrarle la dolorosa despedida.

Sin dudarlo ni un momento, cogió el teléfono y reservó billetes para la mañana siguiente. No había tiempo que perder, sólo mucho que recuperar desde aquel día en que las obligaciones le impidieron disfrutar del verdadero interés de su alma.

Y es que Sucede Que Hoy espero el día en que llegue...

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"Roma, non Basta una Vita"

Doce horas de sueño en cuatro días no deben ser suficientes para un cuerpo que sin embargo no se rinde ante las órdenes de mi cabeza. Creo que se merece un descanso, necesario por otra parte. Llega un momento en que las piernas caminan solas hacia la nada, movidas por un mandato invisible del que ni siquiera creo ser dueño. Supongo que ser conscientes de que están pisando tierras eternas les da cierta vida propia. Aun así, el cansancio se hace notar entre jornadas de casi veinte horas yendo de aquí a allá, medio trotando entre adoquines y calles empedradas. Ahora que lo pienso y lo recuerdo, creo que hubiese sido capaz de soportar incluso el mismo ritmo aun portando una mochila llena de piedras a la espalda; cuando el recorrido lo merece, la ilusión y el sentimiento de estar reviviendo la historia te da alas y un extra de fuerza sin el que resultaría complicado sobrevivir en estos casos.

En fin, fuera de ser un suplicio, por supuesto que mi estancia en Roma ha sido una maravilla, un sueño hecho realidad del que despertaré cuando asimile todo lo que he experimentado, sabiendo además todo lo que me queda por vivir allí, en uno de mis futuros regresos; sé que lo haré, quedan cosas por hacer y además el embrujo de Trevi -moneda incluida- invadió mi espíritu.

De vuelta en el avión, mientras repasaba cada uno de los momentos vividos en ese lugar del que me estaba alejando, he caído en la cuenta de que realizar ese ejercicio no era sino una especie de martirio. Y me explico. Pienso que para disfrutar realmente de las cosas -y siento ser tan abstracto- lo mejor que se puede hacer es dejarse impregnar por ellas, olvidarse del análisis y simplemente abrir bien los sentidos y el alma para que todo tu ser se vea envuelto en ellas. Así que, si todo mi viaje quedara resumido en una mera lista de acciones, sería reducir enormemente -y cruelmente- un cúmulo de experiencias, vivencias y situaciones a un papel, que realmente no sería un reflejo fiel de todo lo vivido. Además, creo que cuando haces el esfuerzo de ir recolocando cada recuerdo en su lugar y ordenas las imágenes, lo que estás haciendo realmente es hacer hueco en la memoria e ir almacenando allí las vivencias como cajas de cartón apiladas. Aun es pronto para eso. Todavía guardo la esencia de Roma en mi retina, mi ropa sigue portando el perfume de su aire, mi cuerpo continua caminando entre sus calles y mis ojos todavía creen admirar su belleza. Roma empapa y lo hace sin piedad.

El hechizo de su historia y de sus formas ha calado en mi interior y permanezco absorto ante la grandeza de la Città Eterna. No me atrevo a abrir los ojos por si su recuerdo se pierde al abrirlos. Bueno, realmente no me atrevo a abrir los ojos por si todo lo que he vivido en estos días no ha sido más que un sueño. Así que, con vuestro permiso, continuo soñando...

Y es que Sucede Que Hoy comprendí el "Roma, non basta una vita"...

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Roma me Espera...

Ahora sí que sí ha llegado el momento. En menos de siete horas ahí estaré, esperando ansioso una voz por megafonía anunciando que los pasajeros con destino a Roma deben presentarse en su puerta de embarque. Parece que los sueños se cumplen cuando los persigues.

Dicen que el placer de las cosas se encuentra en el camino que te lleva a descubrirlas y no tanto en la cosa en sí. Seguramente será por eso que ayer, después de tanto tiempo deseándolo, mis ojos se negaban a cerrarse en la cama. Aproveché para empaparme de la ciudad eterna leyendo guías, libros y apuntes de arte, recorriendo mentalmente cada uno de sus monumentos incapaz de esperar unas horas a tenerlos delante. Hoy la noche será parecida. Falta de sueño, nervios, ilusión...pero, sobre todo, esa sensación de que finalmente la vida me regala la oportunidad de estar con quien quiero y donde quiero. Me esperan días agotadores y aquí estoy, haciéndole un flaco favor a mi cuerpo quitándole horas de descanso. Suerte que lo tengo bien domado y no suele fallarme en los momentos importantes. El de mañana lo es, lo aseguro. Supongo que al llegar allí y chocarme de frente con tanto arte, tanta historia y tanta leyenda, mis músculos se revitalizarán y sacarán fuerzas de donde no las haya; ellos, como el resto de mí, están ansiosos por pisar aquellas tierras y percibir la caricia de su belleza.

En fin, supongo que a cada línea que escribo esto se va convirtiendo cada vez más en un hasta luego y es que, en realidad, me resultará complicado verme rodeado de todo aquel paisaje de ensueño y no poder escribir y describir la preciosidad de sus formas. Espero volver enamorado; al fin y al cabo Roma es es el reflejo en un espejo de la palabra más bonita escrita jamás por el ser humano.

Y es que Sucede Que Hoy mi avión a Roma despega en horas...

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Un Rayo de Optimismo

Y desde aquel día decidió no mirar más atrás. Levantó la cabeza, miró a ambos lados, se desempolvó la ropa y echó a andar. Intentó asomarse por un momento hacia el pasado pero se topó con un espejo que le reflejaba lo que tenía delante. Todo en su vida le hacia cambiar el rumbo hacia adonde últimamente había dejado de encaminarse. Mirara donde mirara, siempre veía lo mismo. Si lo hacía hacia adelante, veía la realidad de una vida que le estaba esperando, si miraba hacia atrás, el espejo se encargaba de ofrecerle la misma visión. Así que decidió no darse la vuelta. Hizo falta tiempo para que aquel espejo se inclinara en la dirección correcta y reflejara el porvenir; durante meses había dejado huecos por donde se colaban recuerdos ingratos. Tiempo para darse cuenta de que apenas levantara la cabeza, el mundo le recibía cada día con una sonrisa. Ahora, con las penas sacudidas y la luz del sol irradiando en su cara, recuperó el significado perdido de disfrutar la vida. Llenarse de ella y gozar de los pequeños detalles, los momentos mágicos, inesperados. Dejó entrar la luz y el calor hasta que poco a poco la fría escarcha que había recubierto su corazón se fue derritiendo. Algo estaba cambiando. Su cuerpo y alma renacían de las sombras, su mirada retomaba el brillo perdido y la sonrisa volvía a dibujarse tímidamente en su cara. Todo estaba de su parte. Continuó caminando alegremente sintiendo que su cuerpo se tornaba decididamente liviano y entonces entendió que las penas no son sino cargas pesadas que un día decidimos echarnos a la espalda y de las que desprenderse, constituye un ejercicio tan complicado como reconfortante.

Y es que Sucede Que Hoy descubrí una luz me quitó peso...

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Tanto Mundo Por Ver

Esta vez tocaba Australia. Hacía apenas veinte días que había regresado de París pero comenzaba a aburrirse de ver siempre las mismas paredes. Era una de esas personas inquietas a las que les arde la vista cuando salen a la calle y se encuentran lo mismo cada día. Tenía alma aventurera, corazón libre, gusto por viajar y una cuenta corriente que le respaldaba. ¿Por qué no hacerlo?.

Primero fue Roma, luego Londres, Nueva York, San Francisco, Miami, Budapest, Praga y París. No está mal si se cae en la cuenta de que todo ese mundo lo llevaba recorrido en el último año. Decía que disfrutaba viajando y conociendo ciudades, culturas, gente...Él que podía.
Ahora había decidido tomarse un relax, claro que le resultaba absolutamente impensable hacerlo en su propia casa -casa que, por cierto, estaba amueblada con lo mínimo ya que en realidad era más un lugar de paso que un hogar-. Necesitaba tranquilidad, playa, sol y darle la vuelta a todo lo que pasaba por su cabeza, tal vez por eso eligió marchar a las antípodas creyendo que así pensaría del revés; qué ingenuo.
El otro destino que rondaba por su cabeza era la Isla de Pascua, siempre le impresionaron las historias de los moai y aquello de hacerse llamar El Ombligo del Mundo según los autóctonos. Pero finalmente le convenció más la idea de sentirse apartado del mundo, pero civilizado y con posibilidades de recreo. El suyo no era un turismo, digamos, contemplativo. Prefería disfrutar del lugar tanto de día como de noche y por todos es sabido el poco calor que aportan las enormes figuras de piedra de la isla chilena.
Preparó la maleta en pocos minutos -es la ventaja de viajar tanto, uno domina ciertas cosas- y comprobó que su billete estaba donde lo había dejado. Un taxi le esperaría al día siguiente temprano. Y llegó ese día, amaneció antes de lo normal y el timbre de su casa no tardó en hacerse oír. Subió al taxi después de haber cerrado con llave la casa en la que, de paso, se había encargado de dejar bien selladas las penas. Ahora tenía veinte días por delante para olvidarse de todo.

Después de muchas horas de vuelo -entre el tiempo dormido y el cambio de hora todavía no sabía muy bien cuántas- aterrizó en su destino. Un sol radiante le daba la bienvenida. Bueno, eso y una azafata preciosa que le indicó la salida. Pronto llegó al hotel, se acomodó y paseó lo que quedaba de mañana por la orilla de una playa coloreada de dorado y azul intenso. Aquello era justo como había soñado. Aquello era justo lo que necesitaba. Miró al mar y sonrió.

Y es que Sucede Que Hoy viajaría día sí, día también...

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Ya es el Alba la que Asoma

Fue entre bailes y sonrisas, entre roces y miradas, entre luna y agua clara golpeando en el cristal.

Sensaciones reinventadas, fruto del contacto entre dos pieles, unos labios y algo más.
Unos ojos que no miran, atraviesan sin piedad y un susurro anheloso que se clava sin hablar.
Una excusa pertinente nos aleja del lugar y una oferta indecente aun nos lleva más allá.

Luego la escapada y las carreras, frío viento incapaz de destemplar.

Y de pronto el silencio, cara a cara envueltos en la oscuridad;
dueños del espacio, de las manos y de un corazón acelerado a todo palpitar.
Unas penas que se ahogan, que se marchan, que ya no tienen porqué estar;
unos minutos que no esperan y que pasan, por más que los intente yo estirar.

Ya es el alba la que asoma, la que llega sin llamar; la que dice que ya es tarde, que debemos regresar.

Y es que Sucede Que Hoy reexperimenté sensaciones añoradas...

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Un Amor Lacrado en Sobres Olvidados



Y después de mucho tiempo sin volver por aquellas tierras, una buena mañana se decidió a hacerlo movido por el extraño sueño de la noche anterior. Algo así como una revelación onírica, un misterio manifestado en la larga y cálida oscuridad. Se acercó hasta la estación, obcecado con la idea de que las imágenes deformadas que retenía en su mente desde que la primera luz del alba le sacó de sus fantasías, no eran sino un reflejo de lo que había de esperarle horas después al llegar a su destino.

Cogió el primer tren con parada en aquella pequeña aldea en la que pasó su juventud, hasta el momento en que decidió partir en busca de un futuro más prometedor. Él era un joven de ideas inquietas, de mente abierta y poco arraigo campestre. Siempre soñó con un futuro entre calles repletas de coches y altos edificios de cristal.
Después de poco menos de tres horas de recorrido, llegó a la estación casi en ruinas de la que un día fue su aldea. La recordaba diferente, más noble, más viva, como cuando iba él con sus amigos a contar cuántos vagones llevaba cada tren de la tarde, mientras apostaban sus cromos sentados en el andén, sin más preocupación que la de salir victoriosos de la apuesta. Sin embargo ahora sus preocupaciones no eran las mismas y aquel era un lugar inerte, derruido, silencioso y abandonado en el olvido. Sólo un tren matutino y otro a media tarde recorrían aquellas vías por entonces. Se preguntó a qué jugaban los niños de la aldea. Se preguntó incluso si quedaban niños en la aldea.

Anduvo por las calles desoladas de aquella villa que ahora le parecía tan diminuta y de la que en cambio no recordaba conocer sus límites durante la niñez. Aquel paisaje no se asemejaba en nada a lo que su memoria le había estado dibujando cada vez que los recuerdos acechaban su mente. Donde antes hubo vida y luz, ahora el polvo y los escombros se encargaban de cubrirlo. Intuyendo el camino por la fisonomía de unas calles que poco se parecían a las de su recuerdo, al fin encontró su antiguo hogar. Allí permanecía frente al mar, acusado de querer ganarle la batalla al tiempo y penado con más ahínco por tal despropósito. Una estructura endeble, una puerta rasgada y una inscripción bajo la balconada en la que figuraba el año de construcción de la vivienda y el antes honorable apellido de una familia perseguida por la catástrofe. Al leerlo recordó cómo gustaba de hacerse llamar así entre sus amigos y de qué manera resonaba aquel nombre en boca de su madre cada vez que les llamaba a viva voz desde el balcón hasta la playa para hacerles ir a comer. En cambio ahora hacía ya mucho tiempo que no escuchaba aquella voz.

Y como si alguien estuviera velando por aquel propósito, de pronto recordó su sueño. Se acercó hasta la puerta y la abrió de un empujón. En aquel instante, sin tiempo ni ganas de alzar la mirada por no sufrir con la vista de un lugar abandonado, y en un intento por no variar el recuerdo que guardaba de aquel sitio, observó que el suelo del otro lado de la puerta estaba repleto de sobres lacrados en los que siempre figuraba el mismo remite. Fue leer su nombre y un evocador susurro le devolvió el timbre melodioso del que fuera su primer amor. Fue un verano; aquel que recordaba diferente a los demás; aquel en el que conoció unos sentimientos que nunca más se volverían a repetir. Y recordó que el día de su partida no quiso despedirse, creyendo que su viaje sería corto y pronto volvería a estar con ella. Y recordó también que siempre quiso hacerle llegar una nota con su nueva dirección, pero nunca tuvo el valor ni la esperanza de que aquella joven que le hizo descubrir los placeres terrenales, se acordara ya por aquel entonces del niño que un día marchó sin despedirse.

Y es que Sucede Que Hoy me arrepentiría de no haberlo hecho...

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Que Decida la Lluvia

Llovía intensamente en la ciudad. Los charcos anegaban las calles transitadas por cientos de paraguas escondiendo rostros ocultos bajo un trozo de tela impermeable de color. El tráfico, como suele ocurrir en estos días, se había transformado en una caótica fila de hormigas cortada por la separación entre semáforos. Parece que la lluvia merma el sentido común de la gente...

El parabrisas del coche me protege del chaparrón. Me evado del barullo dejándome llevar por el sonido de las gotas contra el cristal y la suave danza del limpiaparabrisas cumpliendo con su deber. A pesar de la escasez de combustible en el depósito, marcho tranquilo. No tengo prisa, nadie me espera y en situaciones así es mejor no entrar al trapo de los insensatos correcaminos. En fin, poco a poco voy ganando metros.

En una de las eternas esperas entre el rojo y el verde del semáforo, te observo mojada en la acera, sin paraguas, vendida a una lluvia que golpea fuerte y no deja de resbalar por tu cara. Vas cargada de bolsas y a juzgar por tu poco abrigo, creo que estás pasando frío. Tratas de correr entre la gente pero todo queda en intento. Tienes poco que hacer frente al impulso de la naturaleza y todavía te queda un buen trecho hasta casa. Por cierto, qué guapa vas.

En ese momento mi cabeza comienza a atiborrarse de dudas. ¿Parar y recogerte o continuar mi camino como si nada? Al fin y al cabo últimamente no te estás portando demasiado bien conmigo. ¿Acercarme hasta ti y ofrecerme a llevarte o acercarme igualmente con el único propósito de que me veas resguardado del frío y la lluvia, para arrancar de golpe justo cuando te acerques y a ser posible levantando agua del charco cercano? ¿Compadecerme de ti o hacerlo tan poco como tú de mi? Vamos, que uno no está hecho para esto de ser duro. Decido dar la vuelta a la manzana y volver a por ti.

Mientras llego, trato de arreglar un poco el interior del coche, subo la temperatura de la calefacción y acomodo el que será -y fue- tu asiento para que todo esté a tu gusto. Vuelvo a verte a lo lejos y me preparo para acercarme hasta ti por el carril más cercano. Ya llego.

Por fin me sitúo a tu lado, bajo la ventanilla y toco el claxón para llamar tu atención.

- ¿Quieres que te acerque? Sube anda -te digo.
- Vaya, qué sorpresa (y que bien me vienes) -piensas. ¿De verdad puedo?
- Venga, pasaba por aquí y te he visto de casualidad, además, tu casa me viene de paso. (Lo siento, en situaciones así no se me da bien mentir).
- Pues qué suerte he tenido, la lluvia comenzaba a calar en mi ropa.
- Ya veo, estás empapada.

Después de poco más de diez minutos de camino llegamos a tu casa. Paro el coche en doble fila y me giro hacia ti sin apagar el motor. Todavía no te he mirado a los ojos desde que has subido.

- Bueno, pues ya estás aquí.
- Muchas gracias, de verdad, te debo una.
- (¿Sólo?) -pienso.
- ¿Por qué no subes y tomamos un café? Estoy sola en casa.
- Déjalo, da igual. Yo me marcho ya.
- Que no, de verdad. Vamos, deja el coche aquí mismo.

Ya he anunciado antes que uno no sirve para eso de ser duro. Salimos del coche y subimos. El trayecto en el ascensor se hace algo más incómodo de lo habitual. Ha pasado tiempo y lo que sus paredes estaban acostumbradas a ver, ahora no podemos repetirlo; al menos no debemos. Por fin llegamos. Estoy algo incómodo -(¿ya lo he dicho?)-.

Una vez dentro, esperando en el recibidor, tengo la sensación de encontrarme en un espacio ajeno del que sin embargo conozco cada rincón. Un lugar que me ha visto durante mucho tiempo y que ahora me resulta extraño. Qué malo es el tiempo. Qué larga la espera. Por fin estamos sentados los dos, uno al lado del otro en el sofá del salón, al fondo del pasillo. Un diálogo absurdo con la taza de café caliente entre las manos y de golpe, me besas. ¿Qué? -me pregunto a mí mismo. Después no sé qué excusa sobre la ropa empapada hasta que cuidadosamente me quitas una a una todas las prendas. Tú te vales sola.

La historia acaba donde comienza otra nueva. Una de revisiones del pasado y miradas hacia el futuro. Una de tiempo perdido que comienza a ser recuperado. Una de largas tardes de lluvia en el coche, ahora nunca más en soledad.

...Sin embargo creo que debo arrancar, una larga fila de coches me espera. Por cierto, el asiento de mi lado continua vacío...

Y es que Sucede Que Hoy di mil vueltas a la manzana pero sólo pude imaginarte...

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Un Secreto Por Revelar

Después de rastrear durante años los rincones más recónditos de las más ancianas de las ciudades del planeta, logré finalmente encontrar lo que con tanta dedicación llevaba buscando desde mucho tiempo atrás. Cuando mis fuerzas comenzaban a flaquear y mis ánimos descendían a niveles bajo cero, la trastienda de una librería olvidada me devolvió con creces la inversión en tiempo y dinero que había realizado desde que comencé la búsqueda de aquel tesoro. Lo había dado todo por encontrar aquella joya de papel, esperando que cuando la encontrara no fuese demasiado tarde como para no poder poner en práctica lo que en ella se narraba.

Ahora la tenía a escasos metros de mí. Ni siquiera recuerdo cómo fui a parar hasta el escaparate de aquella librería perdida en los mapas. Al otro lado del cristal, una sábana empolvada cubría los restos de lo que sin duda un día debió ser una rica colección de libros en una calle transitada. Sin embargo, hoy no había más que silencio y soledad.
Ahora mismo no sé si por el viento o por la misma fuerza invisible que me empujó hasta allí, la puerta del establecimiento se abrió sola, golpeando fuertemente contra la pared de detrás, que retumbó sonoramente acallando el chirrido de las bisagras envejecidas. Miré a mi alrededor en busca de esa extraña fuerza o de algún testigo que diera prueba de aquello o compartiera mi locura. La calle estaba desierta y, pese al temblor inicial de unas piernas temerosas, me decidí a entrar. Llevaba mucho tiempo esperando una oportunidad como aquella y ahora no podía dejarla escapar. De nuevo de forma autónoma, la puerta se cerró a mi paso haciendo resonar su melodía estridente. Enseguida vi que un único libro descansaba sobre el anaquel situado detrás del mostrador -o lo que quedaba de él- y me dirigí exitoso hacia lo que pensaba sería el punto final a años de búsqueda insaciable. Pero no. Justo cuando me apoyé en la vitrina para alargar el brazo y alcanzar aquel volumen, la pared entera comenzó a rotar sobre un eje central, dando paso a una suerte de almacén o trastienda. Una vez dentro, me advertí de que alguien antes había estado allí, a juzgar por las huellas sobre la capa de polvo que cubría el suelo.

Justo en el centro de la sala, sobre un atril de mármol extrañamente pulcro, se encontraba mi ansiado tesoro bajo el título de "Amar sin Dolor". Allí estaba, solitario, triunfador, elegante y sublime ante mí. Todo mi gasto recobraba sentido a cada segundo que pasaba contemplando aquella obra. Cuidadosamente, me acerqué hasta él movido por la ilusión de las misiones concluidas, mientras un escalofrío recorría mi cuerpo. Lo tomé entre mis manos, lo observé detenidamente y finalmente lo abrí. Pasé una a una las páginas hasta llegar al final, atónito ante lo que mis ojos estaban viendo. Tantos y tantos años invertidos en aquella gesta y resultó que todas las páginas de aquel volumen se encontraban en blanco, esperando impasibles a lo largo de los siglos a que alguien se atreviera a rellenarlas, una vez se descubriera la fórmula para amar sin dolor ni sufrimiento. Pero ese día todavía no había llegado.

Y es que Sucede Que Hoy el gran secreto continúa oculto...

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Si Todo Marchase Como Ayer

Hoy de nuevo mil recuerdos. Fue suficiente un mensaje en mi móvil a media tarde para hacerme revivir segundo a segundo una noche que guardo con especial cariño en la memoria. Por aquel entonces hacía algo más de frío que ahora, pero la situación no varía mucho de la actual. Todavía recuerdo el tiempo que pasé frente al armario eligiendo un modelo que lograra aunque fuese desviar tu vista por un instante. A juzgar por tu elección, juraría que tú pasaste como poco el mismo tiempo que yo frente al tuyo. Acertaste, no hay duda. No es que consiguieses desviar mi vista durante un segundo, más bien lograste que mi mirada no quisiese apartarse de tu cuerpo. Podría describir centímetro a centímetro tus atuendos de aquella noche.

Algo me decía que podía ser especial. Algún tiempo sin saber de ti, una posible coincidencia en un lugar y un destino que todavía no se atrevía a dejar que nos soltáramos. Creo que ya he dicho que la situación no varía mucho de la actual. En fin, algo más de tiempo frente al espejo y a la calle. No sé si ahora haría lo mismo, tengo poco que manipular ante ti, después de las situaciones en que me has visto durante tanto tiempo. Te recomiendo lo mismo, soy consciente de tu belleza incluso con ropa sucia o vieja.
Llegué puntual a la cita y mientras duraba la espera, mi cuerpo temblaba esperando el momento en el que te viera aparecer. Lo hiciste poco después, acompañada, sonriendo. Saludo cordial aunque escaso. Alma expectante, corazón renaciendo.

Más de un cruce de miradas durante la cena, fruto de una atracción insaciable entre los dos. Esbozos de sonrisas furtivas en cada ocasión que el uno se daba cuenta de la observación del otro. Así y con todo, era feliz, o casi. Terminó la cena y nos fuimos. El mejor momento de toda esta historia estaba a punto de producirse. Una mano malacostumbrada y un deseo irrefrenable por tocarte, entre conversaciones absurdas de las que se tienen cuando lo que deseas es algo más que palabras, pero intentas mantenerte distante ante la incertidumbre de un paso en falso que destruiría toda oportunidad. No fui yo, fue un acto reflejo. Se produjo.
En aquel momento hubiese preferido echar a correr, pero tu respuesta no fue como para eso. Gracias a tus pocas pero acertadas palabras me di cuenta de que quizá sí. Después el alcohol, el móvil, las palabras de una amiga y el deseo de mi corazón por reencontrarse con el tuyo hicieron el resto. Dos tontos que se quieren en la distancia y no se atreven a reconocerlo. Dos amantes locos que se estaban perdiendo un auténtico festín por la duda del uno y el juego del otro. Qué noche tan bonita -más de lo que fue- hubiese sido.

Hoy la historia repite sus inicios con las mismas esperanzas aunque menos posibilidades de éxito. Tendría que plantearme muchas cosas antes de decidir mi presencia. Supongo que tantas como tú. Pero sé que si voy, estaré esperando el momento de verte, de acabar la cena y salir afuera contigo por ver si mi mano no ha perdido todavía la malacostumbrada-buenacostumbre de actuar con voluntad propia en momentos como ese. Seguro que esa noche no fallo a la cita posterior por pocos que sean los indicios que me lances. Me quitaría una a una las espinas del recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Yo no sé si estaré allí, pero de hacerlo, estaré esperando. Tú no lo sé, pero lo sueño. Entenderé tu ausencia como temor a verme y no ser dueña de tu reacción. No dejes que eso ocurra.

Y es que Sucede Que Hoy recordé aquella noche potencialmente repetible...

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El Mensajero del Tiempo

Y justo en ese preciso instante en que el sueño profundo comienza a ganarle la partida a la consciencia, me vi rodeado por grandes piedras en mitad de la nada, bajo una noche cerrada. Sin apenas darme cuenta había traspasado esa estrecha línea que separa lo real de lo imaginario diciendo adiós a la cordura y dando la bienvenida al maravilloso mundo de la fantasía.

Sentí que flotaba en el aire levitando a una distancia prudencial del manto verde que dibujaba la hierba sobre el firme. Y a lo lejos vi lo que mucho tiempo atrás había leído en ya no sé qué libro. Una pequeña colina, triste y solitaria, abandonada al olvido desde tiempos en que el hombre dejó de sentir la conexión con la Tierra. Descuidada, yerma y desamparada. En lo más alto se esbozaban las figuras de un árbol tan antiguo como el viento y la luna que asomaba con fuerza y la de un banco de piedra con aroma rancio y añejo a recuerdos de un tiempo ya olvidado. Me acerqué hasta allí y no tardé en acomodarme sobre aquella pieza de anticuario disfrazada de piedra. Por un momento contemplé la gran llanura que se extendía frente a mí repleta de flores adormitadas bajo el blanco resplandor de las estrellas y respiré la pureza de un aire que mis pulmones ya no recordaban. El canto de las hojas del árbol de mi vera me daba la bienvenida con un suave ronroneo marcado por el silbido del viento armonioso. Cerré los ojos y abrí mi pecho.

Fue en ese momento cuando comencé a escuchar una voz en mi interior. Era un susurro anciano, sabio, conocedor de tiempos remotos. Un murmullo pausado que comenzó a hablar de mí mismo, de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Aquella voz, viniese de donde fuere, conocía a la perfección cada uno de mis pensamientos y sabía suscitarme todas y cada una de las sensaciones que desde hacía tiempo no vivía. Creí que estaba soñando, pero aquel sonido comenzó a escucharse más lejano, perdido, desvaneciendo entre la sombra. Abrí los ojos en busca de aquel mensajero del tiempo, pero sólo el viejo árbol permanecía a mi lado. Me levanté y fui hacia él para abrazarlo e impregnarme de su energía, cuando descubrí que el susurro revelador que había estado escuchando provenía del interior de la madera de su tronco. Apoyé mi cabeza en él y con un sincero y cordial saludo, se despidió de mí hasta cuando volviera en busca de más respuestas.

Y es que Sucede Que Hoy el mensajero del tiempo me visitó entre sueños...
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A Todos y por Todo...GRACIAS.

Y que venga ahora alguien a decirme que no puedo seguir escribiendo. Sería privarme de una de las cosas con las que más disfruto, aprendo, crezco... Sería hundirme en la miseria al saber que no puedo desahogarme en una hoja en blanco. Esa decisión es de las que sólo yo podría tomar, claro que si recibo cosas como esta -y tengo permiso para publicarlo- veo lejano el día en que esto ocurra.

Por todo el apoyo que recibo de vosotros, los ánimos que me insufláis cada día con vuestros comentarios y visitas -me consta que tengo un número creciente de fieles incluso en otros países, aunque sean silenciosos-, por el cariño que transmitís y el calor que hacéis sentir...Gracias.

Sucede que hoy, igual que ayer y el Viernes, has conseguido emocionarme, has hecho que llore y que sueñe como hace tiempo que no lo hacia...Quizá sea por mi situación personal, quizá por tu forma de escribir, o por ambas cosas...no lo se. Lo que se es que, desde el Viernes que descubrí tu rinconcito en el mundo de los blogs, en cuanto tengo un ratito me conecto para leerte. Que me siento identificada con miles de tus escritos, que con el cierre de muchos de ellos has hecho que me quede pensando unos segundos...
Quería dejarte un comentario, pero no soy tan valiente como tú de expresarme de esta manera en público, aunque hubo un tiempo en el que sí lo era...Y en los comentarios he visto que decias que mediante sta dirección se podia contactar contigo, y a esto sí me he animado.
Bueno, perdona por soltarte todo esto sin más, por casualidad una amiga me dijo que entrara en tu página el Viernes y lo hice, desde entonces ya te digo que me has enganchado, me encanta tu forma, tu tono y tu sensibilidad al escribir, y no es que sepa sobre el tema, pero son las sensaciones que me trasmites.
No tengo ni idea de quien eres, ni de como eres, pero es la primera vez que leyendo los sentimientos, pasiones y pensamientos de alguien me he sentido atraida hacia él/ella como persona, no me interpretes mal, en este comentario dejo de lado toda atracción entre hombre y mujer, la atracción de la que yo te hablo es la que siente alguien que ha sido impresionado gratamente por otra persona, en mi caso ese eres tú.
Igual piensas que estoy loca...y no te culpo después de esto, pero no podia seguir leyéndote sin decirte que me pareces una persona de lo más interesante, que admiro tu forma de enfretarte al mundo, que desde el Viernes tienes a una admiradora más de tu blog y que para mi sería todo un placer poder compartir contigo alguna que otra charla en una de esas noches de insomnio que dices tener y que yo también sufro, o disfruto, según como se mire...
En el mail aparece mi dirección, sería todo un honor para mi que me agregaras y poder conocerte un poco mejor, si es que te apetece.
Y es que, sucede que hoy has impresionado a alguien que sin conocerte seguirá admirándote como persona y futuro gran periodista.
Un beso
Y es que Sucede Que Hoy os debo mucho...
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