El Mensajero del Tiempo
Y justo en ese preciso instante en que el sueño profundo comienza a ganarle la partida a la consciencia, me vi rodeado por grandes piedras en mitad de la nada, bajo una noche cerrada. Sin apenas darme cuenta había traspasado esa estrecha línea que separa lo real de lo imaginario diciendo adiós a la cordura y dando la bienvenida al maravilloso mundo de la fantasía.
Sentí que flotaba en el aire levitando a una distancia prudencial del manto verde que dibujaba la hierba sobre el firme. Y a lo lejos vi lo que mucho tiempo atrás había leído en ya no sé qué libro. Una pequeña colina, triste y solitaria, abandonada al olvido desde tiempos en que el hombre dejó de sentir la conexión con la Tierra. Descuidada, yerma y desamparada. En lo más alto se esbozaban las figuras de un árbol tan antiguo como el viento y la luna que asomaba con fuerza y la de un banco de piedra con aroma rancio y añejo a recuerdos de un tiempo ya olvidado. Me acerqué hasta allí y no tardé en acomodarme sobre aquella pieza de anticuario disfrazada de piedra. Por un momento contemplé la gran llanura que se extendía frente a mí repleta de flores adormitadas bajo el blanco resplandor de las estrellas y respiré la pureza de un aire que mis pulmones ya no recordaban. El canto de las hojas del árbol de mi vera me daba la bienvenida con un suave ronroneo marcado por el silbido del viento armonioso. Cerré los ojos y abrí mi pecho.
Fue en ese momento cuando comencé a escuchar una voz en mi interior. Era un susurro anciano, sabio, conocedor de tiempos remotos. Un murmullo pausado que comenzó a hablar de mí mismo, de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Aquella voz, viniese de donde fuere, conocía a la perfección cada uno de mis pensamientos y sabía suscitarme todas y cada una de las sensaciones que desde hacía tiempo no vivía. Creí que estaba soñando, pero aquel sonido comenzó a escucharse más lejano, perdido, desvaneciendo entre la sombra. Abrí los ojos en busca de aquel mensajero del tiempo, pero sólo el viejo árbol permanecía a mi lado. Me levanté y fui hacia él para abrazarlo e impregnarme de su energía, cuando descubrí que el susurro revelador que había estado escuchando provenía del interior de la madera de su tronco. Apoyé mi cabeza en él y con un sincero y cordial saludo, se despidió de mí hasta cuando volviera en busca de más respuestas.
Fue en ese momento cuando comencé a escuchar una voz en mi interior. Era un susurro anciano, sabio, conocedor de tiempos remotos. Un murmullo pausado que comenzó a hablar de mí mismo, de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. Aquella voz, viniese de donde fuere, conocía a la perfección cada uno de mis pensamientos y sabía suscitarme todas y cada una de las sensaciones que desde hacía tiempo no vivía. Creí que estaba soñando, pero aquel sonido comenzó a escucharse más lejano, perdido, desvaneciendo entre la sombra. Abrí los ojos en busca de aquel mensajero del tiempo, pero sólo el viejo árbol permanecía a mi lado. Me levanté y fui hacia él para abrazarlo e impregnarme de su energía, cuando descubrí que el susurro revelador que había estado escuchando provenía del interior de la madera de su tronco. Apoyé mi cabeza en él y con un sincero y cordial saludo, se despidió de mí hasta cuando volviera en busca de más respuestas.
Y es que Sucede Que Hoy el mensajero del tiempo me visitó entre sueños...
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