Tu Sonrisa En La Escalera

Llegabas nerviosa a la cita cuya notificación habías recibido días antes por correo, aquel día, a aquella misma hora, en la que durante los próximos años iba a ser tu facultad. Era tu primer día en la Universidad y, nerviosa por saber cómo te ibas a desenvolver en ese ambiente que llevabas tiempo anhelando, por fin entraste hasta la sala en la que debías esperar tu turno. Ibas sola, armada con un sobre grande y una carpeta de la que asomaban las esquinas de los papeles que en apenas minutos te acreditarían como nueva alumna. Tu sueño de estudiar aquella carrera estaba a punto de cumplirse. Entretanto, yo seguía ordenando la mesa que ocupaba, regalando obsequios sin valor a los nuevos como tú y forzando una sonrisa nada cómoda en aquella hora temprana. Con paso lento y tímido te acercaste hasta donde yo estaba y, sorprendiéndome, me preguntaste el procedimiento a seguir para cumplimentar tu formulario. Todavía recuerdo el asombro que me invadió cuando levanté la vista de los papeles y te vi delante preguntándome directamente a mí. Tus ojos cristalinos de mirada profunda, el pelo oscuro y ondulado, tu color dorado de piel y el dulce susurro de tu voz me transportaron por momentos hasta un lugar del que no quería salir si no era de tu mano. Con el valor de quien se enfunda detrás de un uniforme recién adquirido, te indiqué lo mejor posible los pasos a seguir y, una vez entendiste todo, me susurraste un gracias tembloroso que contesté con una sonrisa ahora nada forzada. El ajetreo de personas por el pasillo y la voz de la coordinadora nombrando en voz alta a los que debían ingresar en la sala de matrícula, me devolvió a la normalidad y te perdí de vista. Seguramente habías entrado entre aquel pelotón de trémulos, dispuesta a terminar cuanto antes con el trámite. Durante los siguientes diez minutos me distraje devorando las páginas de la novela que me acompañaban para los momentos de tranquilidad y sosiego en los pasillos pero, justo cuando iba a concluir el capítulo, te vi salir del aula la primera con la hoja que debías entregarme a mí. Y así ocurrió. Te acercaste con más decisión esta vez y, sonriente, tendiste el papel hasta mis manos que parecían temblar ahora, como antes lo habían hecho las tuyas. Un par de comprobaciones y el agradecimiento en forma de caramelos, bolígrafos de propaganda y tajeteros. Después te diste la vuelta todavía con la sonrisa dibujada en la boca, y descendiste lentamente los escalones que enfrentaban a mi mesa y que te separarían de mí probablemente para siempre. Por cada escalón admiraba un rincón de tu cuerpo; la espalda de norte a sur, las piernas largas y morenas, la melena cuidada y suelta... Toda tú resultabas un boceto de las mejores manos del renacimiento. Y así, en el momento en que llegaste al último escalón, justo antes de doblar la esquina y perderte de vista, levantaste la mirada hasta encontrar la mía y me regalaste otra de tus sonrisas encantadoras hasta que te esfumaste sin dejar rastro, a pesar de que mi mente ya te imaginaba subiendo a toda velocidad. O tal vez sí que dejaste rastro sin ser consciente. Volví a coger el papel que me acababas de entregar y en él, con letra clara y redonda, juraría que algo más remarcado que el resto de palabras, figuraba el nombre y el teléfono de aquel ángel que me habían enviado como recompensa al madrugón de aquella mañana.

Y es que Sucede Que Hoy tu cara alegró mi mañana...

7 comentarios :

Anónimo | 15:18

'Sucede que hoy' mi querido Pablo, te dedico algo para ti aquí

Besos desde muy lejos =***

Pablo Martín Lozano | 18:36

Hola Michelle, muchísimas gracias por incluirme en esa lista pese al poco tiempo que hace que nos conocemos. Es un placer y un orgullo estar ahí.
Gracias y enhorabuena a ti también.

Besos lejanos.

Anónimo | 19:01

Hay cierto refrán que dice "A quién madruga Dios le ayuda", yo no es que crea en ese Dios, pero me gusta pensar que si madrugas tienes más momentos para vivir cosas inolvidables. Tiene que ser linda sin duda alguna como para que tus ojos no la dejaran escapar.

Un papel con su nombre y su número... tomar los datos podría ser un atrevimiento pero también podemos pensar que no fue casualidad... hay algo por ahí que se llama destino...

Seguro que ella a esta hora tampoco ha olvidado tus ojitos.

Besos!

Mara | 20:34

que historia mas bonita pablo. Pongo la mano en el fuego porque a mas de una nos gustaria ser la protagonista...
muchos besos

Anónimo | 22:39

Hola Pablo...

Ya te extrañaba, me encontraba en tiempos de reflexión los cuales me limitaban a mis pensamientos, olvidando por completo el de los demas...

Ahora que regreso he notado que extrañaba leerte, hermoso como siempre...


Yo comienzo mis clases y espero encontrar quien note mi sonrisa...

Caro

Anónimo | 22:40

lo olvide besos y un fuertisimo abrazo

Pablo Martín Lozano | 23:16

Encarni: Buena reflexión, lo que nadie puede discutir es que cuanto más madrugas, más tiempo dispones para que te ocurran hechos, más ocasiones, más probabilidad.
Destino o no, lo cierto es que era para recaer en ello.
Besos!

Mara: Gracias por tus palabras y por lo de que a más de una le gustaría. Esta vez no fue cualquiera, al menos, dejó de serlo cuando investigué acerca de su nombre.
Un beso!

Carolina: Espero que te vaya muy bien el regreso a clase, así como que haya resultado productivo tu recogimiento y reflexión. Esos momentos son necesarios en diferentes etapas de nuestras vidas y ten ayudan a crecer. Seguro que encuentras quien aprecie tu sonrisa.
Gracias y Besos!