Beso Al Otro Lado Del Cristal

Un cielo gris y encapotado amenazaba con descargar su furia en forma de lluvia, mientras volvía a casa después de otra jornada más de trabajo. El cansancio y las ganas de llegar para despojarme de todo y relajarme en la ducha hacían del trayecto de regreso, un camino interminable. Las calles, algunas más transitadas y otras menos, se sucedían en aquel fatigoso laberinto de nombres y curvas que debían acercarme hasta la salida a la autovía. La música sonaba tenue en la radio del coche y el aire se colaba por la estrecha ranura de la ventana, renovando el aire del interior del habitáculo y dejando el espacio suficiente para que los rugidos del cielo gris retumbaran próximos a mi cabeza. De vez en cuando, tras torcer en cualquier esquina y cambiar la porción de cielo que se abría sobre mí, disfrutaba con algún rayo de sol rebelde y perdido entre las sombras de la espesa capa amoratada que cubría el espacio. El hecho de encontrar luz directa en algún rincón se convertía en toda una proeza cuya recompensa se limitaba al reflejo momentáneo de un delgado y efímero rayo de esperanza, como el que me sorprendió mientras esperaba parado a que el semáforo me diera permiso para retomar la marcha. Mi coche ocupaba por entonces el tercer o cuarto puesto de la fila que comenzaba en la línea blanca pintada en el asfalto y por detrás continuaba hasta donde abarcaba la vista. A ambos lados de la calle, los coches estacionados invadían el resto de carriles, obligando a discurrir por uno solo de los tres de los que disponía la pequeña avenida. Absorto observando el devenir de gentes que paseaban por las aceras, descubrí el reflejo de mi coche en un escaparate y paré atención en la motocicleta que se encontraba justo detrás. Montada, como quien posa elegante encima de un caballo de la realeza, contemplé la figura de una chica joven, enfundada en un vestido verde oliva de lino, gafas grandes y oscuras de sol, y un casco con estilo que protegía su cabeza, dejando escapar por debajo, una melena rubia bien cuidada. Enseguida opté por cambiar el espejo sobre el que contemplar a aquella chica y, girando lentamente la cabeza, pasé a mirarle directamente a través del retrovisor izquierdo del coche. Estaba realmente cerca de mí, tal vez sólo un par de metros por detrás de mi puerta. Con el mayor disimulo posible y lejos de querer ser sorprendido por su mirada, recorrí centímetro a centímetro su figura con ojos entreabiertos y distantes, hasta que al llegar a sus ojos, después de haber permanecido varios segundos sobre el filo de sus labios y el contorno suave de su nariz, descubrí que esperaba el momento del cruce de miradas, manteniendo la suya directamente hacia mis ojos. En un primer momento sentí el apuro de quien acaba de ser pillado in fraganti y mi primera reacción fue apartar la vista rápidamente y disimular mirando para el otro lado. Pero evidentemente resultaba del todo infantil aquel acto de despiste. Así que, estirando el cuello hasta sacar del encuadre del pequeño espejo la zona de mis ojos, continué observándole. Entretanto, los coches que circulaban por la calle perpendicular comenzaban a disminuir su velocidad vaticinando el cambio temprano de mi semáforo cuando, de nuevo invadido por su mirada, la vergüenza me invadió por dentro. Una vergüenza que se esfumó en el preciso instante en el que me regaló una preciosa sonrisa de complicidad y, con el verde del semáforo brillando en lo alto, aceleró lentamente hasta situarse al lado de mi ventanilla. Una vez allí, se giró para mirarme directamente de cerca todavía sonriendo y, acercando su boca hasta la ventana, me regaló un dulce beso desde el otro lado del cristal.

Y es que Sucede Que Hoy sentí aquel beso al otro lado del cristal...

5 comentarios :

Pablo Martín Lozano | 03:32

Me marcho todo el fin de semana a Madrid y no podré actualizar.
Volveré el domingo dispuesto a publicar una nueva historia.

Saludos.

Mara | 11:18

que lo pases bien pablo :) me ha gustado el relato, todos tiene unos finales geniales... llenos de cosas que le dan vida a la vida :)
besitos

...................................... | 19:57

también me voy durante el fin de semana, volveré el lunes de un pueblito perdido en las ruinas aztecas, me voy con la excusa de trabajar, pero dentro mío, la sed de recorrer saciando la mirada entre paisajes y recuerdos perdidos, late mas fuerte ...

sucede que hoy, me desperté pensándote, vaya a saber uno porque loca razón, quizás algún sueño escondido en los laberintos del alma… y antes de mi partida entre a perseguir tus renglones… con Joaquín en el oído, me sonó tierna tu historia… y se me lleno el cuerpo de preguntas… ¿pablo, quien sos?... ¿Quiénes somos?... quizás Galeano tenga razón…y solo seamos un puñadito de recuerdos… entonces… ¿Quién nos recuerda? …...¿será esa la única evidencia de nuestra existencia?...

…a veces… creo ser…. Solo un puñadito de preguntas… en medio del mar y el cielo…

que tengas lindo viaje… yo quizás, me vuelva con ciertas certezas…. y si acaso, vos también volvieras de Madrid con algunas… quizás suceda que ese día…


….


….

Anónimo | 01:36

Todos hemos mirado alguna vez por el espejo esperando encontrar una mirada arrebatadora. Ni una sola palabra, simplemente un instante corto pero intenso. Supongo que ese juego de seducción nos gusta a todos.

Ese beso no es más que pura seducción... Hay que reconocer que esos instantes dan vida.

Besos.

P.D: Espero que lo hayas pasado genial en Madrid, ya te tocaba un descansito.

Pablo Martín Lozano | 01:20

Mara: Aquí estoy de nuevo y, siguiendo tu consejo, lo he pasado genial. Desde el primer paso en aquella ciudad, hasta el último antes de emprender la vuelta.
Parece triste, pero a veces la vida tiene muy poco de viva, así que hay que rebuscar y volver a otorgarle vida a la vida.
Gracias y besos.

Vicky: Qué sorpresa la de formar parte de tus sueños... Me seduce la idea de conocernos a través de encuentros en ellos que salven la distancia física que nos separa.
"A veces creo ser... . Solo un puñadito de preguntas". Qué bien puesto ese punto: "A veces creo ser", ya es bastante. Quizás suceda que ese día... ¿más información?
Espero que hayas pasado unos días estupendos rodeada de tanta magia.

Gracias y un beso fuerte.

Encarni: La verdad es que lo he pasado genial y no he parado. Respecto a lo de las miradas y los espejos, bueno, qué decir, simplemente que ocurren cuando menos te lo esperas...en una calle cualquiera... Pero suceden y puedo garantizarlo ;)

Besos y gracias!