Visita Difunta De Un Alma Viva

Bajaba las escaleras de grandes peldaños de mármol blanco aferrado con fuerza a la vieja barandilla de hierro, acortando al mismo tiempo la distancia que separaba el sexto piso de la calle, y la distancia que separaba el paso de los años del presente. El silencio helado de los rellanos, acompañado por las puertas de madera vieja y estropeada por el inexorable paso del tiempo, hacían de aquel descenso una acción no privada de cierta cautela y respeto. El sonido de los televisores a todo volumen delataba a los inquilinos que habitaban aquellas casas de felicidad venida a menos; gente anciana y solitaria, cuya máxima compañía residía en las voces que salían por los altavoces de sus viejos aparatos. Ya había descendido dos pisos, cuando un soplo de viento gélido envolvió mi cuerpo erizando mi piel, mientras un silbido estridente resonó con eco en el hueco vertical de la escalera. Fue entonces cuando me di cuenta de que allí estabas -exactamente igual que ahora, mientras escribo estas líneas-, visitándome tú a mi en el lugar en el que tiempo atrás lo hacía yo a menudo. Ahora que ya no estabas, podías permitirte el lujo de venir a verme a cualquier lugar y en cualquier momento, anunciándome tu presencia con la llegada de ese soplo frío de vida después de la muerte y los silbidos de palabra ausente que proclamaban tu llegada. Dibujaste en mi cara una sonrisa y traté de descifrar tus palabras entre aquella amalgama de sonidos. Sin embargo me di cuenta que tu voz resonaba clara en el interior de mi cabeza; no era la primera vez que te comunicabas conmigo después de tu pérdida. Y acompañado de tu esencia, envuelto en la magia de tu alma, llegué hasta el patio de la finca, donde todavía guiado por tu revuelo, sentí que me acariciabas y me dabas un beso de despedida, justo antes de atravesar la puerta que me separaba de la calle. Fue tu manera de decir hasta la próxima. Cada vez que volvía a aquella casa, tenía la certeza de que desde cualquier rincón escuchabas mis palabras, observabas en silencio todos mis movimientos e incluso te introducías en mí para sanar viejas heridas. Siempre fuiste la luz de mi faro, el ángel protector de mis pasos, la ayuda silenciosa a mis enigmas, la fuente de todo mi saber, la maestra de mis artes ocultas. Y ahora, ausente a la percepción de mis ojos, pero no a la de mi alma, continuabas con tus enseñanzas sobre el universo y sus verdades, el cosmos, la existencia...

Y es que Sucede Que Hoy tuve una visita esperada...

6 comentarios :

...................................... | 01:36

... no se porque.. se me vino a la mente mi abuelo... y me llene de recuerdos de la infancia... su sabiduria, su proteccion... su ausencia...que le tiempo no cura...

estuve calladita,Pablo, no sin leerte... es que, como escribia en mi blog...me sentía particularmente pequeña, ínfima… minúscula ante las ocurrencias del destino… apenas una sombra diminuta en la inmensidad de una ciudad. Tanto, que el soplo de una brisa espanto mi presencia como huracán. Mi pequeñez me asfixiaba, apenas pudiendo respirar en cuotas. Anémica de abrazos, contagiándome de incertidumbres, demandándole demasiado a mis espacios. En mi demente insensatez, en tus lentitudes y en las inagotables preguntas del mañana me sentía exageradamente microscópica.... Una chiquita cruzando la avenida colosal de la soledad sin manos a las que aferrarme, las luces de las ambulancias, las sirenas del desconsuelo pasaron sin detenerse y hubo trafico de imágenes y recuerdos. Amarillos titilaban todos los semáforos de la 9 de Julio, mientras mi cuerpecito, tibio en el desamparo del invierno tembló.
El diagnostico fue contundente: astigmatismo espiritual.... Tiernita. Ingenua. Parecía una inverosímil estrella colgada de la bóveda celeste, tan llena de miles de constelaciones infinitas y yo a miles de años luz de mi identidad; como canto rodado en el desierto descomunal de la desolación. Diminuta ante el desengaño del deber ser. Perdida, liliputiense ante un presente Gulliver; que poco tenia de cuento de hadas, pues era poca la magia que desplegaba mi varita marchitada. Abracadabra! y nada. Solo yo, acurrucada, inconciente ante las utopías de la redención.... … me sentía extremadamente menudita, ante la jactancia del olvido, ante la atroz infamia del destino, ante la petulancia del castigo… derrapando en la presunción heroica del destiempo. Bajita en el vértigo de las altas arrogancias de la razón. Mínima, insignificante, invisible. Peculiaridades del silencio abarrotado de vacíos, resonando en el aire anunciaban a grito pelado, la oferta de mi inconsistencia. Eclipsándome. Desvaneciéndome en el día gris, entre la niebla... Sencillamente hoy, las palabras aplastaban las ideas, sin reconocer puntos y comas. Sin detenerse a meditar mis pensamientos se agigantan dando pasos fabulosos. Los tiempos invisibles, se trasforman, van y vienen como desaforados, enloquecidos, hasta dejan en ondas mis cabellos, y mis pupilas tristes, mirando al vacío se colman de futuros. y me anime… e imperceptiblemente… entre deseos, siento que me despliego. Minuto a minuto, como de repente, mi loca manía de soñar, y como quien no quiere la cosa, y aunque no este bien visto por las buenas costumbres, me desnudo de razones… de teorías, de conjeturas y creencias y crezco, y crezco y crezco… y se magnifican mis luces, encendiéndome toda. Y brillando, resplandecen mis dolores, la nostalgia me regala adjetivos magnánimos, acompañándome de ilusiones… Indicios del porvenir pinto con acuarelas, y creo. Reversible.... Mi intuición me lleva traspasando las capas. Superlativa mi vida se sostiene irguiéndose, y se extiende mas y mas… y mas todavía. Tanto, que no quepo dentro de mi cuerpo, de mi humanidad, extendiéndose mi mirada mas allá de la eternidad. Se dilatan mis sueños entre las nubes, mis deseos, mis mañanas. Miro el cielo, el sol… entonces, siento que estoy, que habito, que arriesgo…que despierto y se cuela la luz… revelando una certeza: existo! Si pudieras verme, sonrío… en la eternidad del tiempo… en la trascendencia de todos los tiempos...

creo que compartimos eso ... la trascendencia de todos los tiempos... por eso te lo comparto...

besos pablito!!... segui creciendo..

Pablo Martín Lozano | 02:02

Hola Vicky, se te ha echado de menos, la verdad, pero supongo que con tu comentario disipas cualquier nostalgia. Me alegro de que se te representara tu abuelo en la mente, porque eso quiere decir que lo mío no son sólo palabras. Recuerdo inducido, tal vez (con toda la modestia).
Me ha gustado mucho el final de tu escrito "Si pudieras verme, sonrío… en la eternidad del tiempo… en la trascendencia de todos los tiempos... " y más todavía la despedida. De nuevo aciertas, yo también creo que compartimos eso, y de ahí nuestro contacto. Seguiré creciendo siempre que gente como tú me haga crecer.

Un beso fuerte.

Anónimo | 02:20

No sabes que envida (sana) me das, hace mucho que yo espero esa visita. Pero ambos sabemos que no tengo la certeza de que vaya a suceder. Cuántas noches me duermo esperando despertar en mitad de la madrugada y verla o al menos poder sentir que está cerca...

Tal vez, cada uno tenga su momento...

Yo sinceramente me alegro de que tú puedas disfrutar de ello.

Mil besos.

Pablo Martín Lozano | 02:25

Todo es cuestión de predisposición y confianza. Al mínimo indicio que sientas que puede estar ocurriendo lo que piensas, créelo y llega hasta el final.

Es cierto que a todos les llega su momento, pero también los hay que el momento pasa por su lado y lo pierden por no darse cuenta. Hay que estar receptivo a todo, sin deseo arrogante, pero con esperanza.

Pese a todo, estoy seguro de que ella está contigo en todas las madrugadas; las que duermes de un tirón, de forma presencial y las que te despiertas, oculta por no asustarte.

Un beso.

Anónimo | 14:55

CARNE DE GALLINA!!!!!!!!!!...impresionante....saber que puedes sentir a tu ángel en la "nada".......de repente te paras,el mundo se paraliza, te sientes confusa, notas una fina brisa alrededor de tu cuerpo sin sentido....y es que te ha acariciado con sus suaves alas blancas que nunca dejarán de acunarte.

OE.

Pablo Martín Lozano | 16:20

Hola Anónima. Lo sentí y lo siento cada vez que me siento solo. Cuando decaigo, viene a mi rescate, cuando estoy pletórico, viene en forma de prudencia y juicio y cuando creo que no está sigue velando por mí.
El soplo del alma nunca cesa.

Un beso.
OE.