Novela Anónimamente Propia

Agotadas mis leídas debido al calor de las últimas noches que me impedía coger el sueño con facilidad y me abocaba de pleno al placer de la lectura, salí de casa en dirección a la pequeña librería de barrio en la que solía adquirir mis tesoros. Iba en busca de un nuevo cargamento de historias e intrigas que llenaran mi mesita de noche, para aliviar el desasosiego que me producían las horas muertas. Después de atravesar buena parte de la ciudad a pie, llegué hasta el acogedor local, hogar y asilo de palabras, y entré decidido a nutrirme de novedades, sinopsis y ejemplares de extraña factura que supusieran un descubrimiento digno de llenar mis desvelos. Entre todos las obras que abarrotaban las estanterías de aquella vieja librería, una llamó especialmente mi atención por su extraño formato, por estar apartada del resto y, sobre todo, por la rara inscripción que ocupaba el lugar en el que normalmente figuraba el título y el autor en el lomo: un signo de interrogación dorado. Yo, que siempre ando en busca de joyas desconocidas, que me apasiona el instante en el que por un casual descubro un nuevo valor ignorado, pronto recaí en aquel extraño volumen y la tentación fue completamente incontenible. Así que cargué con aquel ejemplar y de camino a la caja, me paré en el anaquel de novedades donde seleccioné un par de títulos que parecían interesantes y, cuando creí haber acabado, pagué. Al salir de la tienda era tal la intriga que me provocaba mi nueva adquisición, que sin tiempo que perder, lo saqué de la bolsa mientras esperaba a que llegara el autobús. Una a una fui devorando sus páginas a una velocidad atroz y pronto había terminado el primer capítulo. En él se presentaba la trama; una historia de amor apasionado entre dos jóvenes de los que no daba nombres, y que vivían un auténtico cuento de pasión y entrega, muy al estilo de la novela decimonónica. Un amor puro y pleno que se alimentaba día a día con la fuerza de la lucha y la magia del encuentro. Todo transcurría en una ciudad a la que el autor se refería como "su nido" y cuya localización no quedaba del todo clara en la historia, si bien decía que "sus playas bañaban la costa de uno de los últimos paraísos de la Tierra". Llegó el autobús y yo continué leyendo, introducido de pleno en la historia, mientras recorría el camino de vuelta a casa. En uno de los semáforos, levanté por primera vez la vista de aquellas páginas y, tras observar que estaba muy cerca de la cafetería en la que solía pasar algunas tardes disfrutando del sol y del ambiente en su terraza, decidí bajar en la siguiente parada y continuar con la lectura mientras tomaba un tentempié, rodeado de palomas y turistas. Estaba en pleno centro histórico. Con mi vermut en mano, volví a sacar el libro y continué con la lectura que había dejado al bajar del autobús, en un momento realmente interesante; parecía que al fin se iba a desvelar el misterio de la identidad de aquel par de enamorados que, si bien puede parecer un dato superfluo desde fuera, les aseguro que en aquel momento me resultaba de vital importancia para aceptar o rechazar algunas ideas que se me pasaban por la cabeza ante la coincidencia de muchos datos que se narraban. -¿Saben de aquellos libros que parecen estar escritos contando la historia de uno mismo?-. Continué el eterno pasar de páginas todavía sin hallar respuestas y disfrutando con cada párrafo de la lectura de aquella novela de autor desconocido, pero de calidad suprema. Pasé una hora aproximadamente sentado en aquella terraza hasta que, con la incertidumbre resonando en mi interior al unísono con el rugir de mi estómago, volví a casa caminando para cenar disfrutando de la compañía de la silla -ahora vacía- de enfrente, que en su día estuvo ocupada por quien hoy huía de mis pasos y mi anodina vida. Después de servirme las sobras de la comida, que a su vez eran sobras de la cena de la noche anterior, -la última jornada no había sido demasiada buena- me senté en el sofá con la lámpara enfocada en el libro al que restaban apenas cuarenta páginas, que leí de un tirón en poco menos de una hora, saboreando cada palabra, cada descripción, cada diálogo, cada situación. Y por fin llegué al último capítulo, del que constaté contar con un único párrafo, que decía lo siguiente:
"Y recuerde que si en algún momento de esta historia usted, lector, se ha sentido identificado con alguno de los personajes, no debe olvidar que todos formamos parte de la novela o el sueño de alguien que un día nos crea, nos da forma y vida y se divierte a placer inventando vivencias y situaciones en las que nos suelta a merced de su imaginación. Pero si, pese a todo, la curiosidad por conocer la identidad del protagonista de esta historia no deja de perseguirle, puede pasar la página y observar un retrato del dueño del amor y el sufrimiento que se ha presentado en estas ciento cuarenta y tres planas. Espero que sus dudas queden saciadas. "
Al pasar la página observé que era la última e inmediatamente después, en la cara interna de la tapa trasera, un letrero rezaba: "He aquí el protagonista de esta historia". Justo debajo, perfectamente centrado, una especie de papel charol plateado reflejaba mi rostro enmarcado.

Y es que Sucede Que Hoy volví a ser protagonista de la historia...

3 comentarios :

Anónimo | 16:52

A mi tb me encanta ir a librerías, y me puedo psar mucho tiempo, buscando libros, ojeando, eligiendo…. Me llevaría un montón, pero luego viene el problema al pagar...y es q los libros son muy caros! Y las bibliotecas un fraude...no te parece?
Pero nunk he tenido la suerte, de encontrar un libro personalizado...jeje.
Me ha encantado la historia, final sorprendente. Me gustan los relatos en los que el final, es difícil de imaginar...!
Mucha suerte para mañana, y en tu gran aventura!
mua
mua

Pablo Martín Lozano | 17:09

Hola Mar. He de decirte que entonces compartimos gusto! La desgracia es que también compartimos opinión respecto al precio. Y es que la cultura está muy cara! Últimamente he probado con una nueva fórmula: me he comprado algún ejemplar de segunda mano y así mato dos pájaros de un tiro. Por un lado, rebajo considerablemente el precio de los libros y, en segundo lugar aunque con mayor importancia, sacio el gusto que me da saber que el libro que tengo entre manos tuvo otra vida y otro dueño antes. Es una sensación extrañamente placentera.

Gracias por la suerte, la acepto, y en cuanto a mi gran aventura, bueno, deseando estoy que sea mañana. Sólo horas me separan de unos de los mejores viajes de mi vida, sin duda.

Besos y que tu verano sea como merece.

Anónimo | 23:47

De pronto sentí que te habías metido en uno de mis sueños...
Pues podría jurar que tu historia antes la he vivido... (O soñado tal vez...)

Por instantes... mágicos instantes... sabia lo que describirías en el siguiente renglón...

Esas cosas bellas que tiene este mundo...
Sin saber como... ni porque... ya me había cruzado o encontrado en aquella situación...

Te juro quede sorprendida..Por como me sentí al leerte.. Tuve la sensación de estar jugando a las escondidas .. y.. De pronto lograrás dar con mi escondite... extraña sensación mezcla de euforia y sorpresa..y tantas otras que no se como describirlas.. Sensaciones..

Creo que ya te he dicho que no creo en casualidades..... y es que pienso que nada sucede porque si..

Y si ..lo confieso..necesitaba volver a ser protagonista de mi propia historia..

Hacia tiempo ya, que aquella idea había quedado en un rincón..

..Te doy las gracias..

..Porque sin saberlo lograste recordármelo.. y te aseguro que fue como una de las frescas bocanas de aire de las que antes has hablado..

Siempre.. miles de personas se cruzan en nuestro camino y aun sin que lo percibamos nos regalan una enseñanza..Te aseguro que hoy me regalaste una muy importante..

Estaré ansiosa por seguir leyendote luego de tus vacaciones...
Imagino que volverás con mil historias bajo el brazo..


Miles de besos..

..Salvando distancias..