Un Temor Vencido Por Amor

Con el sol rayando en el horizonte recién pintado después de unas horas escondido en la oscuridad y con los nervios a flor de piel -por más que lo intentaba el respeto a los aviones no terminaba nunca por marcharse-, ocupé la plaza que me habían asignado en la ventanilla de la compañía aérea. Mi reloj marcaba las 6 a.m y en apenas dos horas pondría pie en la cité de l'amour. Todavía arrastraba el sueño que había debido interrumpir para llegar a tiempo al aeropuerto, pero la excitación ante el inminente despegue y la visita a París me mantenían despierto, no sin cierta sensación de cansancio. Poco a poco el habitáculo se fue llenando con los pasajeros que compartirían viaje y destino conmigo, a los que las azafatas daban la bienvenida amablemente, tal y como había hecho conmigo unos minutos atrás. Aproveché mi paso por la puerta de la cabina para coger uno de los periódicos que se ofrecían y ponerme al día de la actualidad, mientras durara el viaje. Bueno, a decir verdad, mi única pretensión era tener la cabeza ocupada y no pensar que estaba a miles de metros por encima del suelo, metido en un angosto aparato de cuya mecánica y fiabilidad nunca llegué a estar del todo convencido. Finalmente, con la entrada del último pasajero en el avión, aquel que mostraba cara de felicidad al ver que por fin se encontraba dentro cuando ya daba el vuelo por perdido, las azafatas cerraron la puerta y ocuparon sus respectivos lugares para realizar las indicaciones pertinentes. Fue en ese instante cuando la vi por primera vez. Debe ser que con el miedo metido en el cuerpo, no había querido ni levantar la vista al pasar por su lado, como los animales que desfilan cabizbajos camino al matadero con la consciencia de trágico final que se acerca. Sin embargo ahora la tenía a sólo dos pasos de mí, de pie y perfectamente uniformada, con un pañuelo de seda de color azul atado al cuello, que resaltaba el color de sus ojos acompasados en el tono. En otro tiempo aquella joven de piel morena y rizos dorados perfectamente definidos habría sido la musa del mejor de los pintores. Les bastará saber que después de media hora de viaje, con el avión ya completamente estabilizado y mi ritmo cardíaco algo más relajado -siempre y cuando no mirara por la ventanilla-, entramos en una zona de turbulencias y las luces de aviso del cinturón de seguridad se encendieron. Pronto la voz del piloto se dejó escuchar advirtiendo de las irregularidades, con un tono algo más nervioso del que había utilizado para recibirnos. Allí, en mitad de aquellos bruscos vaivenes, las azafatas trataban de transmitirnos tranquilidad con un gesto forzado que más de una vez daba muestras de preocupación. Finalmente, comenzamos un descenso en picado con el consecuente pánico general desatado y manifestado en forma de gritos, llantos y desesperación cuando, desobedeciendo a los indicadores y a las instrucciones de la tripulación, me levanté de mi asiento y fui directo a la azafata que desde el momento del despegue me había cautivado. Justo en el momento en que llegué hasta ella, el avión dio un bandazo y nos tiró a ambos al suelo, con tan buena suerte que ella cayó justo encima de mí. No era la mejor de las situaciones, pero la tenía en mis brazos a escasos milímetros de mi cara. Le aferré fuerte para evitar que se golpeara y besé sus labios como si realmente aquel fuese el último beso que fuera a dar en mi vida. Cuando nos separamos, le pedí perdón y, sin tiempo para escuchar siquiera un insulto por su parte, se abalanzó de nuevo sobre mi boca y me besó sin mediar palabra. Después de aquello me obligó a volver a mi asiento y afortunadamente el piloto logró controlar el desbocado aparato, estabilizando el vuelo de nuevo. Ahora la duda me venía en forma de pregunta sin respuesta. ¿Cómo mirar a la azafata a la que acaba de besar, pensando que aquel sería el único y último momento para poder hacerlo? De alguna manera la vergüenza se iba apoderando de mí. Vergüenza que pronto se disipó, cuando para calmar de nuevo a los pasajeros, las azafatas comenzaron una ronda ofreciendo agua, zumos y una buena dosis de tranquilidad. Como no podía ser de otra forma, paró el carrito de servicio a mi lado, dirigió una sonrisa hacia mí y guiñándome un ojo, dijo:
- ¿Un poco de agua, señor?
De esto hace ya dos semanas y ahora, en cuanto he tenido la oportunidad y la decisión necesaria, me encuentro haciendo cola currículum en mano, dispuesto a presentar mi solicitud para ser azafato de vuelo en la misma compañía. Quién sabe qué destinos juntos nos deparará el propio Destino, qué ciudades serán testigo de nuestra pasión, o los pasajeros de qué vuelo serán compañeros de viaje de este par de locos que se conocieron en las alturas y de una manera poco ortodoxa. Eso sí, por la luna de miel no me preocupo.

Y es que Sucede Que Hoy se acerca el día del vuelo...

10 comentarios :

Anónimo | 14:37

Hola Genio:

Ya he terminado el curso y...todo muy bien. El esfuerzo tiene su recompensa, Gracias a Dios.

Ahora el problema está en que mi pc esta un poco infeccioso, asíque tendré que esperar a volver a visitar a diario este pequeño gran ríncón de la red.

Un saludo, gracias por seguir ahí y ánimo que sigues prometiendo.

Pablo Martín Lozano | 19:26

Hola "Yo Mismo", cuánto tiempo. Pues como ves aquí sigo, a lo mío, aunque con no tanta suerte como tú; a mí todavía me queda un examen.
En fin, sabes que aquí seguirán mis escritos cuando vuelvas.
Un saludo y gracias.

cristina | 21:29

Vamos a ver... La historia con la azafata muy ocurrente como de costumbre. Sin embargo la historia del vuelo, teniendo en cuenta las circunstancias que las nos encontramos, no me parece la más apropiada... Espero que no sea una especie de visión :p.
El viaje se acerca y te juro que cada día me cuesta más dormir por las noches. Si pudiera adelantaría dos días en el calendario.

Un besito y... ¡Te espero en el avión! Que miedoooooooooooooo!!!

Pablo Martín Lozano | 00:23

Hola Cris! Gracias por lo de "muy ocurrente como de costumbre". Respecto a lo del viaje, tranquila, sabes que estoy en la misma situación que tú, pero un par de respiraciones profundas antes del despegue y todo se pasa! Por cierto, todo va a ir bien, tranquila.

Un beso rubia, ya quedan sólo horas!

Anónimo | 18:47

Poco a poco mi vuelo se acerca, aunque aún quedan 13 días para aterrizar en Valencia y ya se me dibuja una sonrisa en la cara con solo pensarlo.

No me importaría vivir un breve pero intenso romance con un lindo azafato, como en tu historia, jeje.

Nos vemos pronto.

Mil besos.

Pablo Martín Lozano | 23:48

Hola Encarni, yo estoy recién aterrizado y mis oídos aún pagan por ello, jeje.
A cualquiera le gustaría una historia así, sobre todo con final feliz, porque cuando hablamos de aviones...los finales felices son contados cuando surgen problemas. Pero para eso estamos, para soñar y pensar que tal vez un día...

Besos.

Anónimo | 10:12

Hola Pablo!
De casualidad paré aqui, cosas de la vida, no?
Pues me llamó la atención tu entrada porque a lo más curioso que he llegado en este tiempo de profesión, que son 5 años, a lo que me vi obligada hacer fue zampar un guantazo a un pasajero que se quiso pasar de listo y ufff, no sabes que mal lo pasé por los problemas que me podía echar encima, pero por suerte todo quedó en eso, un susto.
Si me veo en esa situación, no se si realmente daría el mismo guantazo...habrá que esperar...
Un saludo:
Carla Desiree

Pablo Martín Lozano | 15:27

Hola Carla, encantado de saludarte. Bienvenida a mi pequeño rincón de relatos, reflexiones e historias! Estás invitada a quedarte el tiempo que te apetezca.
Supongo que sería incómoda la situación que describes, pero me alegro de que todo quedara en susto nada más.
Lo que yo narro en esta historia parece tener buen final.

Un beso y gracias por el comentario!

Anónimo | 22:19

Hola Pablo!
Hace tiempo que te dejé el comentario y como te tenía entre mis favoritos, aqui estoy de nuevo leyendo tus historias y anécdotas. No puedo estar a menudo como quisiera porque como sabes, este trabajo te deja tiempo para casi nada fuera de lo que son los vuelos aveces largos e interminables, pero prometo venir con más frecuencia.
Bueno y quien sabe, tal vez en algún lugar coincidimos, aunque sea compartiendo carrito de bebidas por un largo pasillo de un avión, jajaja...todo es posible.
Aún no me pongo al día de tu blog, y te confieso que estoy ya medio enganchada a leerte, pero me voy a trabajar, espero estar pronto por aqui.
Un beso y hasta pronto:
CARLA

Pablo Martín Lozano | 12:18

Hola Carla! Pues estaria muy bien aunque no nos reconoceriamos, jeje. Quien sabe,. a lo mejor ya hemos coincidido en algun vuelo. A lo mejor eres una de las azafatas que me ha regalado una sonrisa...espero que no una de las malas caras, jeje, aunque confieso que nunca me han puesto, suelo portarme bien, jeje.
Gracias por volver a pasar y tranquila por a adiccion; en este caso es sana.

Un beso fuerte y felices vuelos! Yo vuelo MArsella-Madrid el dia 21 con ryanair, te vere?? jeje.

Besos y perdona por los acentos pero estoy en Cannes y el ordenador no esta configurado.