Un Becario En El Universo

Definitivamente, llámese Dios, Destino, Providencia o Universo, el ser encargado de velar por el orden cósmico se ha cogido unas vacaciones. Pero ese no es el verdadero problema. Al parecer, no ha encontrado a nadie para suplir su puesto con garantías durante su ausencia y se ha visto obligado a delegar en un becario. Un joven e inexperto becario al que, sin ninguna duda y como va a quedar más que demostrado a continuación, la situación le ha venido demasiado grande. Un traje al que le sobraban varias tallas. Un cetro demasiado pesado para sus flojos brazos.
Todo ha comenzado esta mañana cuando, como cada sábado, he amanecido algo más tarde de lo habitual y durante unos minutos me he quedado remoloneando en la cama, tratando de afrontar la realidad del largo y tedioso día que asomaba. En un momento determinado, al darme la vuelta para observar el escenario horizontal que se dibujaba en mi ventana, dos hechos han llamado mi atención sobremanera. Primero ha sido el vuelo raso próximo al cristal de un búho a plena luz del día. ¿Un búho a estas horas? -Me he preguntado. A decir verdad, tampoco le he dado demasiada importancia y he seguido absorto, mirando sin mirar a través del cristal entreabierto por el que se colaba un soplo lento y tranquilo. Pero entonces otro hecho me ha descolocado. ¿Eso que estaba viendo brillar en el cielo eran estrellas en mitad de un cielo azul claro, con un sol radiante y a las doce de la mañana? O el mundo se había vuelto loco o yo seguía soñando.
Me he levantado de un salto, dispuesto a salir a la calle a comprobar de qué se trataba todo este juego. ¿Me habría dado cuenta yo solo de todas aquellas disfunciones? Nadie en la calle parecía extrañado. Tampoco yo podía ni quería preguntar por no parecer un loco recién escapado de un psiquiátrico, lleno de paranoias y conspiraciones en mi contra. Así que he decidido seguir caminando. Pero parece ser que hoy había amanecido con una sensibilidad más despierta de lo normal -o con alguna neurona más dormida de lo normal- y nada a mi alrededor parecía tener sentido. A sólo dos manzanas de mi casa, distraído por el sonido estridente de un avión a punto de aterrizar, he mirado al cielo para seguir su trayectoria con mi vista. Y de nuevo la sorpresa, el sinsentido. No me pregunten cómo, no me exijan detalles, pero puedo asegurarles que he visto un agujero en el cielo de tamaño considerable y del otro lado un ojo enorme observando. Cuando nuestras miradas se han cruzado, la imagen del ojo se ha perdido en la oscuridad y el boquete ha quedado cubierto al instante del mismo azul de su contorno. He tenido la sensación de estar metido en un enorme acuario, una bola de cristal, un gran plató de televisión. He recordado la película El Show de Truman, pero pronto he desechado la idea de estar viviendo en su argumento, ya que de ser cierto, no hubiesen permitido que yo la hubiese visto en su día. La lógica se había esfumado en la oscuridad de la noche anterior sin dejar rastro.
Pero si ha ocurrido algo que definitivamente me ha hecho perder el control, ha sido cuando después de estar esperando a que el semáforo cambiara a verde para cruzar la calle, mi sombra reflejada en la acera se ha quedado atrás en el momento en que he arrancado y, cuando ya nos separaban más de dos metros, ha echado a correr hasta pegarse de nuevo a mis pies. ¿Quién me estaba gastando aquella pesada broma? Porque...era una broma, ¿verdad?. Parecía un mundo de locos. Un cuento de terror de los que no dan miedo pero parece que te aplasten contra el suelo. Un espejismo constante. Y para colmo, cuando ya he pensado que nada superaría a lo de mi sombra, me he topado de frente con un auténtico ángel caído del cielo. Esos ojos, esa sonrisa, esa piel no podían ser terrenales. Les diré algo más -a estas alturas ya no temo sus juicios sobre mi cordura o su ausencia-, estoy seguro de que lo que le asomaba por debajo de la parte de atrás de su camiseta era un trozo de ala de plumaje blanco.
Todo escapa a mi entender. Nada parece tener sentido. Vivo en un continuo fallo de raccord; un salto en la continuidad de mis días. O mi locura ha terminado por vencerme, o desde hoy soy el único ser consciente de la realidad: somos como diminutas hormigas encerradas en un terrario al antojo de los dioses.

Y es que Sucede Que Hoy la inmensidad del cosmos me superó...

4 comentarios :

Lunettas | 07:36

Y... pues quizás no estrellas(mas que en mi mente por que me encantan), pero si la luna en pleno día por eso de que cada día se acuesta una hora mas tarde.

En lo que a los Ángeles respecta, pues si he visto muchos, son hermosos, muy alegres y juguetones, suelo llamarle niños otros aun mas grandes prefiero distinguirlos como damas y caballeros de buena voluntad, y si, debe haber alguien vigilándonos por allí y te cuento que es un escritor tremendo así como tu, por que se da a la tarea de escribir lo que nos va a suceder a todos y cada uno en el mundo día a día, sin refutar.

Besos
Ishhh *_^

P.s.: Y como dices tu… y creo firmemente yo… que siga la magia.

Pablo Martín Lozano | 13:04

Hola Lunettas.
También hay algunos de esos que dices ser ángeles que más bien parecen demonios, jeje, pero siguen siendo inocentes.
Gracias por lo de escritor; el día que yo pueda escribir lo que nos va a suceder...ese día quemad mis libros si los hay, o no volváis a entrar aquí, jeje. Yo sería como el becario, se me escaparían los cuidados.

Besos!

Anónimo | 21:54

Puede que alguien al leer este post piense que solo es parte de tu "locura"... yo, como ya sabes, confío en ti con los ojos cerrados porque tú jamás dudaste de mi cordura ;)

Mil besos niño perdido.

Pablo Martín Lozano | 22:21

Cada día estoy más convencido de que la cordura no es más que un momento de descanso de la locura que todos llevamos dentro.

La cosa está en encontrar a alguien que no tenga ese punto de locura, ya que será el único con capacidad para juzgar la locura o no de un tercero; mientras tanto, todos somos locos, con pequeños momentos cuerdos.

Besos y gracias por tu confianza!