El Roce De Tu Piel En Mis Manos

Por más que pusiera todo mi empeño, jamás logré recordar las caras de la gente de nuestro alrededor, el día preciso de la cita, las conversaciones que nos envolvían o ni siquiera el título de la película que se proyectaba en la gran pantalla frente a nosotros. Sin embargo recuerdo perfectamente tu ropa, el olor de tu perfume y el tacto de tu piel rosada y cálida. Fue una tarde de las que marcó época, unas horas a tu lado de las que ni el tiempo ni el olvido podrán jamás privarme. En aquella sala de cine, sin importarnos nada más que el uno al otro, compartimos la primera caricia de manos temblorosas y palpar tímido. Camisa blanca a rallas rosas, pantalón vaquero y botas, pelo rizado suelto y el perfume del que todavía guardo la muestra que un día me regalaste y que en ocasiones destapo para embriagar con los efluvios de tu recuerdo, las noches solitarias en mi fría habitación. Ocupabas la butaca de mi izquierda y, por aquel entonces, eran pocos los días que llevábamos tachados juntos en el calendario. Posiblemente un mes, tal vez dos, tres, un año, no importa. Ahora es sólo un recuerdo más de los millones que guardo en el archivo de las mejores épocas de mi vida. La inocencia llenaba la estrecha línea que separaba tu butaca de la mía, elevando una pared vaporosa de timidez y duda. Éramos tan jóvenes... Ahora cierro los ojos y me vienen los detalles de la escena; mi mano acariciando el filo de tu ombligo, tu mirada perdida mirando a la pantalla sin prestar atención y pidiéndome a gritos de silencio sepulcral, que iniciara el surco ascendente de mi suave roce hacia rincones vírgenes del tacto de manos ajenas. Yo me desentendía del empuje disimulado de tus brazos, incapaz de creer en tus intenciones. Pero finalmente relajé la tensión de mis músculos y me dejé llevar de tu mano hasta sentir tu corazón latiendo de cerca, muy cerca. Se aceleró, de la misma manera que lo hizo el mío. Y allí, en aquel liso y dulce rincón de tu cuerpo, instalé mi reino para la eternidad; cavé mi tumba para la posteridad.

Y es que Sucede Que Hoy tu sonrojo será fruto de la añoranza...

7 comentarios :

Lunettas | 09:00

Ayyyyyy !!! ... cada vez que leo tus escritos, no se si pienso en ti o en mi vida pasada, o quizás le das un carácter tan usual a eso que escribes que puede acomodarse a cada corazón.

Te cuento que desde que abro mi laptop me voy directo a tu pagina, sin mas, incluso olvidandome por instantes de mi mundo propio.

Y pues siga ahi enamorado del amor igual que una servidora e igual que todos los que tratamos de sobrevivir a este mundo tan peculiar que nos ha tocado habitar.

Besos...

Ishhh *_^

Domingo | 11:19

Recuerdos finos y dolorosos también propaga mi cabeza. Son aquellos que te catapultan hasta lo más azul del cielo y que, de pronto, si al final patinas o te hacen patinar, te descienden hasta el mismísimo .infierno. Caliente, árduo y tenaz, pero infierno al fin y al cabo. Un mundo con un corte difuso entre la vida y la muerte. ¿Comala?
No sé amigo si Juan Rulfo aceptaría esta interrogación. Lo que sí sé es que recordar lo bello es rendir pleitesía al corazón... y te aseguro que lo engrandece.
Tú lo vas haciendo. Creces y creces...

Un abrazo

Pablo Martín Lozano | 14:03

Lunettas: A decir verdad escribo según mis propias experiencias, pero resulta que el amor -y por desgracia el desamor- son sentimientos tan universales que cualquiera puede hacer suya la historia. Es cierto que me gusta que sea así y así lo hago.
En cuanto a lo de tu hábito de entrar a mi rincón...gracias, el día que dejes de hacerlo será porque algo va mal. Y respecto a lo último, descuida, siempre digo que el amor es el motor que mueve el mundo y por lo tanto, a él me rindo siempre.

Besos.

Domingo: Me alegra ver que repites en esto de pasar por aquí y dejar marca de tu paso. Si te soy sincero he descendido ya en más de una ocasión hasta lo más profundo del infierno y, sobre todo con la última vez, descubrí que allá abajo, justo al fondo, cuando crees que incluso vas a agotar el infierno, existe una especie de cama elástica o muelle que te impulsa de nuevo hacia lo más alto y atraviesas de un plumazo todo lo malo. Con todo, la experiencia del descenso no la borraría jamás de mi vida. De todo se aprende, todo nos hace crecer.

Un abrazo.

Anónimo | 14:44

Que bonito!!!!...sabes??nunk es tarde para "re"vivir ese temblor incontrolado, esa aceleración del pulso, ese vuelco del corazón.....en fin, esa PASIÓN.

4 años de pasión extinguida,frios,apagados....y luego te das cuenta de que lo que buscas no se encuentra donde intentas hacerte a la idea de que está....xo sucede que hoy....me codeo de nuevo con la PASIÓN.

OE.

Pablo Martín Lozano | 16:17

Nunca es tarde para eso ni para nada. La vida es un regalo, una fiesta para el alma, un saco repleto de buenos y malos momentos. La pasión es algo que nunca se debería perder, pero ocurre. Lo bueno, y lo que alienta, es ver ejemplos como el tuyo.
Me alegro muchísimo "anónima", espero que me pongas al corriente pronto.

Un beso fuerte.

Anónimo | 20:18

La inocencia de ese primer beso, de esa primera caricia, de esa primera mirada hace que todo sea fantástico, que el corazón solo necesite un instante para acelerarse de forma sorprendente.

A veces ese roce fugaz de la piel en unas manos permanece en nuestro recuerdo una eternidad.

Besos.

Pablo Martín Lozano | 21:18

Hola Encarni. Es cierto que un simple roce puede quedar grabado para siempre en la memoria, y eso es lo que ocurrió con el que aquí relato. Ya han pasado cuatro años de aquello y sin embargo lo recuerdo como si cada noche se repitiera. Lástima que ya no sea así. Seguramente ahora la inocencia no sería la misma, pero la pasión y el deseo en nada habrían cambiado.

Hay instantes que duran toda una vida.

Besos.