Una Respuesta Enterrada

No es que fuese la mejor de las horas, pero sí la hora en la que mejor podía disfrutar de aquel entorno. Llevaba tiempo sintiendo la necesidad de escuchar el sonido de las olas de cerca, de sentir la humedad rozando mi piel, de disfrutar con el perfume salado y primitivo de un mar iluminado por la tenue y mágica luz de la luna. Perderme en la inmensidad del feroz manto azul disfrazado de negro en aquellas horas y darle forma a mis pensamientos uniendo líneas de estrellas infinitas dispuestas ante mí como imanes pegados a una gran pizarra oscura. Allí modelaba ideas, dibujaba sentimientos, transformaba la nada en figuras imposibles y representaba las dudas de mi corazón en busca de respuestas astrales y ancestrales. Y se me fue la noche en ello, embrujado por la belleza del momento y la soledad perenne de la playa desierta.
Pronto el sol despertó de su descanso latitudinal y sus primeros rayos comenzaron a trazarse sobre el lejano lomo del horizonte, despidiendo una noche más a la luna entre nubes de algodón dorado. Pocos momentos de la vida son tan dignos portadores del significado de la palabra belleza; tal vez sólo lo acompañe justo el instante previo a que el amor brote irremediablemente, directo a herir de muerte a un corazón desprevenido aunque esperanzado.
Y de pronto algo brilló entre la arena haciendo reflejar directamente en mi cara una de las flechas áureas que me lanzaban desde arriba. Un tesoro enterrado que venía a traerme las respuestas que la noche no se atrevió a dar. Una reliquia que al igual que el día, despertaba entre silencios y el cobijo tostado de una arena virgen peinada por la suave brisa matutina. Aquello fue una señal, un signo, una revelación, una respuesta. Un regalo que llegaba con demora o que lo hacía en el momento preciso, ya no me atrevo a juzgarlo.
Me acerqué lentamente y tiré de una suerte de cadena plateada que asomaba, hasta desenterrar por completo aquel objeto. Era un precioso reloj de bolsillo de tiempos pasados, sobre la tapa del cual una inscripción latina aludía a la velocidad del tiempo. Presioné el botón que aseguraba el cierre y como si los años no hubiesen pasado por él, se abrió lentamente. No me pregunten cómo pero las agujas de aquella maquinaria todavía se placían en marcar las horas, los minutos y los segundos con una precisión exacta. Sin embargo aquel efecto solamente duró un minuto, el que tardé en admirar una vuelta completa de aquella reliquia. Transcurrido ese lapso, dando respuesta a mis dudas, las manecillas ralentizaron su curso estirando el tiempo y dejando que cada milésima se cumpliese como si fuese la última.

Y es que Sucede Que Hoy en un reloj encontré la respuesta...

6 comentarios :

Anónimo | 16:00

Volví, un poco agobiado, es verdad, que dos meses nos quedan.

Un abrazo.

Pablo Martín Lozano | 21:30

Hola, de nuevo. Mis dos meses han empezado hoy mismo. No va a ser nada sencillo, pero todo sea por la satisfacción personal de acabar las cosas bien.

Otro para ti.

Anónimo | 22:25

Estamos hechos unos crak´s. Espero que seamos capaces. Y cuando tengas un momento un email.

Sucede que hoy comienza una etapa, intrigante, dura...pero merece la pena.

Pablo Martín Lozano | 22:32

Seguro que somos capaces. No depende de nadie más que de nosotros mismos y, cuando dependes de ti, si te conoces, tú te marcas las metas y la manera de conseguirlas.

Ánimo que pasarán pronto.

Anónimo | 19:40

hola.. soy Vanesa de Argentina.. y por casualidad encontre tu blog.. te felicito por la forma en q escribis y decis lo q sentis.. es muy bello..
bueno nada nada mas por ahora..
un gran beso..

Pablo Martín Lozano | 19:45

Hola Vanesa y bienvenida. Gracias por tus palabras, qué alegría recibir comentarios del otro lado del charco.
Si te gusta, como dices, aquí tienes tu rinconcito para que te pases cuando quieras.
Un Beso.