Un Torrente De Dudas

Cansado del ruido sórdido y alborotado de la ciudad en hora punta, en ese instante en que el bullicio de las calles se torna insoportable, decidí sacar la vieja y olvidada bicicleta para acercarme a las afueras y perderme durante apenas un par de horas en el bosque que quedaba a sólo diez kilómetros del último bloque de casas. Cada vez que me acercaba hasta allí, me preguntaba cómo era posible que a tan poca distancia la atmósfera que se respiraba fuese tan diferente a la de unos pasos más allá. Y siempre también me venía la misma respuesta: porque aquí todavía reina la naturaleza sobre el asfalto y no al contrario. Dejé la bicicleta apoyada en uno de los árboles cercanos al arroyo, me descalcé para sentir la tierra húmeda en mi piel y me acerqué a la orilla donde me agaché hasta ver mi rostro reflejado en el agua que fluía río abajo arrastrando piedras, hojas y dudas hasta el mar. Toqué con mis dedos el agua fresca y clara que llenaba de vida aquel paisaje y debido al contacto de mis yemas con la corriente interceptando su curso natural, el reflejo de mi faz se desdibujó sinuosamente como un cuadro impresionista. La luz del sol doraba la tierra y nutría a las flores espléndidas en su función clorofílica, que se traducía en aquellos tallos de un verde intenso y en la sonrisa de las hojas que mostraban sus mejores galas ante su adorado superior. Allí, tan alejado del mundo como próximo a él, me perdí en divagaciones mientras contemplaba la realidad a través del espejo en constante devenir que se abría ante mí. Y pensé entonces dónde viajaban los besos que nunca se atrevieron a salir de mi boca; dónde quedaban los sueños que olvidaba al despertar; dónde volaban las palabras que jamás llegué a pronunciar; dónde se resguardaban las vivencias que perdí por no elegir luchar; dónde brillaban entonces los ojos que un día decidí dejar de mirar; dónde escucharían las suaves melodías que hace tanto que dejaron de sonar; dónde se guardaban los recuerdos que en silencio opté por olvidar; dónde irían las caricias que marcharon al pasar; o dónde quedó la magia de la noche esfumada con el alba al despertar.

Y es que Sucede Que Hoy quise saber hasta el color del viento...

7 comentarios :

Anónimo | 13:27

Menos mal que nos quedan esos rinconcitos que aún el hombre no ha decidido borrar con cemento y frialdad. Lugares perfectos donde dejar escapar los pensamientos para que tomen aire nuevo.

Aunque me gustaría mucho, yo no tengo respuestas para esas dudas. Tal vez todos tengamos un pequeño baúl donde ir echando todo lo que "quedó en el aire". Todas tus preguntas tienen un fondo triste, y guardar tristeza no es recomendable. Por eso, pasado el tiempo, cuando todo se calma, debemos abrirlo para que el viento se los lleve...

Besos.

P.D: Recuerda, mientras tú escribas yo comentaré :)

Anónimo | 16:05

Dónde se guardará todo eso que el silencio nos hace olvidar...

Creo que en el corazón, lugar donde todo tiene un hueco, por mucho que se quiera olvidar.

Gracias

Pablo Martín Lozano | 21:32

Encarni: Cada vez son menos esos lugares donde se siente a la naturaleza de verdad, pero los que quedan guardan todo el poder de ésta y aguardan nuestra llegada para regalarnos toda esa energía. Debemos aprovecharlos al máximo, no sabemos si dentro de poco tendremos que viajar a alguna isla virgen para recordar lo que era el verde de un bosque.
Creo que debo abrir el baúl y dejar que el viento remueva todo el interior para, una vez renovado, pueda comenzar a llenarlo de nuevo. A veces creo que está rebosante.

PD: Estaré encantado de recibirlos.

Besos.

Yo Mismo: El problema es que mientras permanecen en el corazón algunos pesan demasiado y duelen, por eso buscaba un lugar externo, donde no cargar con ellos.
Un abrazo.

...................................... | 23:39

si... quizas la pregunta sería hasta cuando uno carga con los dolores, cuanto peso podemos soportar en el viaje?... ¿cuando es el momento de dejar ir... de soltar el pasado?...porque si la vida se sostiene por instantes... y un instante, es el momento de existir... todo lo que somos es un puñado de recuerdos... que nos mantienen vivos... despiertos... algunos alumbran... y estan esos que nostalgicos se esconden en los rincones del alma...

pero a veces es bueno sentirlos... porque cuando llegan esos instantes que nos estremecen de felicidad... podemos abrazarnos a ellos... y soñar hasta el amanecer...

yo sueño... no me canso de soñar....

vos?...

besos

Pablo Martín Lozano | 23:46

Yo sueño cada día también Vicky, porque incluso los días que no sueño, sueño que sueño. A veces lo mejor es abrir de golpe, sin premeditación la puerta de ese rincón de dudas y vaciarte, librarte de un peso que cada día cuesta más soportar. Hacerte hueco para llenarlo con nuevas vivencias y recuerdos. Yo lo necesitaba. Y digo necesitABA.

Un beso y gracias por seguir ahí.

Unknown | 17:23

Hola, e visto la foto y me gusta muchísimo. Te importa que la use de fondo en mi blog?

Pablo Martín Lozano | 18:30

Hola Nukaway, siento no poder ayudarte. La foto no es mía, la tomé prestada, por lo que no tengo licencia para decirte úsala o no.

Saludos.