Camino De Vuelta A Ti

Anoche te escribí una carta con jirones de mi piel como soporte y recuerdos anegados de nostalgia como tinta que manchaba dando forma a cada letra. Fueron pocas las palabras, pero miles las memorias que trazaron en mi mente los bosquejos de un amor roto en pena y llanto, como las hojas descosidas de las ramas en aquellos tiempos de felicidad caduca. Era gris otoño, gris sonrisa, gris mirada, negro día. Un descuido como burda excusa encubridora de un corazón caído en desidia. Continué escribiendo.
Cada frase era el resultado de una multiplicación de evocaciones, maquilladas por la labor de una memoria selectiva, de las que extraía más sonrisas que muecas tintadas de pena. Tracé con esmero descripciones ostentosas con vivencias retomadas por instantes en mi mente. Deslicé la pluma con sigilo en un baile de recuerdos transformados en un trazo fino y cuidado, en el que sólo tu nombre gozaba del privilegio de coronarse mayúsculo entre los demás. -Qué bonito es tu nombre sea escrito o pronunciado; qué sutil en sus formas; qué divino en su esencia.
Y mientras completaba aquella esquela -tan esquela por breve, como por reveladora de una muerte (se ahogó el amor)- recordé que hacía mucho tiempo, cuando los días se pintaban del carmín de tus labios, cuando la inocencia del primer amor invadía nuestros pechos, escondí en uno de tus cajones -el que más tarde sería el cajón de las ilusiones aciagas- un papel doblado con prisas ante el sonido cercano de tus pasos. En la cara vista de aquel pliego rezaba una breve indicación de uso, una suerte de norma básica a modo de manual:
Desdóblalo sólo cuando sientas tu alma reclamando mi presencia de nuevo.
Dentro, oculto por las arrugas, había dibujado un mapa sin leyenda, en el que se explicaba dónde encontrarme, hubiese llovido una o un millón de veces desde el preciso instante en que decidí esconder aquello en el fondo del cajón de tu mesita de noche. Justo en el momento en que sellé aquel mensaje en el tiempo, encerrado en tu cajón, apareciste sonriendo por la puerta de la habitación y despacio, sin apartar tu mirada de la mía, me besaste recostándome en la cama, mientras tus brazos rodeaban mi cuerpo.
Jamás volví a recordar la existencia de aquel mísero papel escondido, hasta que anoche lo rescaté del olvido mientras lo plasmaba en la carta. Entonces fui consciente de que el misterio quedaba desvelado en ella y que, de abrir el sobre, pasarías a ser conocedora del secreto. Y alentado por la idea de que tal vez estuvieses buscando la manera de encontrarme de nuevo, pensé que aquella carta podría convertirse en el mejor modo de hallar la respuesta. Firmé sin despedirme -como jamás hice contigo-, cerré el sobre y salí sin tiempo que perder encaminado a tu buzón.

Y es que Sucede Que Hoy quiero que sepas que...

6 comentarios :

Anónimo | 00:44

Buenas noches Pablo, de repente me vi reflejada en tu historia, como otras tantas veces. Esta vez en la misma posición que tú. Pasa el tiempo, y lo "malo" cada vez se hace más pequeñito y es mucho más fácil que el recuerdo de los buenos momentos vuelvan a nosotros en la soledad de la noche.

Era evidente que el reencuentro tendría esta consecuencia.

Solo quiero que recuerdes algo que te dije en el último post "Que nada ni nadie te quite el aire acumulado durante estos largos meses en tus pulmones, lo necesitas para gritar al mundo"

Hay una frase en una canción que dice "si vuelves que no sea solo por calma en mi dolor". Siempre es mejor analizar las situaciones en "frío"...

Un besote enorme.

Pablo Martín Lozano | 01:16

Frío es lo que reclamo a voces entre tanto pensamiento en caliente después de aquel momento inoportuno. Ojalá hubiese sido evitable. Lucho por mantener mis pulmones llenos, pero si te soy sincero, es cierto que han dejado escapar un soplido del que todavía padezco las consecuencias. Sigo valorando la cantidad de aire expulsado y de veras que trato ansioso de ocupar el espacio vacío.

Un beso y gracias.

Cris Lago | 10:12

Pablito, he leido tu post en voz alta, y entre lo melódico de tus sílabas y el contenido me ha encantao.

Quiero pensar que siempre es mejor decir las cosas a tiempo,que cuando sientes algo,cuentes a tres y lo digas.Aunque es solo eso, que lo quiero pensar,porque no siempre es tan fácil,hablar cuando el corazón bombea más de lo normal y te sientes algo descolocado.De todos modos, cuando menos te lo esperas,la temperatura baja y llega esa fuerza que hace que grites a los cuatro vientos, para que lleguen a esa persona tus sentimientos.

Un besito desde aquí guapito

Pablo Martín Lozano | 13:52

Hola Cris! Me alegro de que te haya gustado el post y de que hayas descubierto una nueva forma de leerlos.
Yo también soy de decir las cosas como me vienen; lo pienso, pero acabo diciéndolo todo, sea bueno o malo. Lo difícil de todo esto es que te escuchen primero y que te comprendan después.

Un beso gaditana.

...................................... | 23:11

mmm... siempre hay algo que nos lleva de vuelta hasta ahi... hasta ese instante donde pudimos "ser"...
algún aroma,una imagen, palabras... una canción... que nos devuelven los momentos...y vemos detras de los cristales, el paso del tiempo y sus deterioros, las marcas, cicatrices de aquel instante...y nos sentimos de vuelta empapados de sentimientos... y volvemos otra vez... hasta ahi...al centro, de vuelta hasta su nombre...hasta el brillo de esos ojos que nos quitaron el aliento... y que hoy... hoy... no son mas que recuerdos...

"de recuerdos vive el hombre"... me dijeron, perdona mi melancolia de hoy Pablo... quizas tus palabras y mis días... me llevaron de vuelta hasta donde preferia no llegar... pero no hay caso, asi es la vida... totalmente tan inmensamente llena de recuerdos...

recordando entonces me despido, un besito, cuidate...
vicky

Pablo Martín Lozano | 23:22

Hola Vicky. Tu melancolía está más que justificada por el tono de mis palabras en esta historia. Son días de recuerdos forzosos, venidos a mí por un encuentro inesperado e inoportuno. Sentimientos que despiertan de su recién logrado sueño. Pero cada noche desde entonces sigo cantándoles nanas para que vuelvan a enterrarse, silenciosos, dormidos y no causen lo que no estaría bien -por cierto qué bien estaría-.

Un beso. Sigo disfrutando con tus comentarios. Gracias.