Arbeit Macht Frei

Fue el día en el que Itzhak decidió no seguir cavando el túnel cuando el resto de los que formaban la división del crematorio entendieron que no podían escapar al destino de pasar el resto de sus vidas entre las alambradas y los barracones del campo de concentración. Hasta ese momento, día tras día, el grupo de presos destinado a mantener los hornos al rojo vivo cavaban con las palas del carbón y sus propias manos un túnel oculto tras el muro del último horno. Un horno que había dejado de ser útil desde que el general de las SS al mando se enteró por el registro de que entre las llamas de esas paredes se había desintegrado su mejor amigo de la infancia, capturado por orden suya meses atrás sin ni siquiera mirar el nombre del inquilino de aquel piso de mala muerte. Le bastaba la cruz dorada de seis puntas que colgaba de su cuello para perder el derecho a todo, incluso a identificarse. Pero Itzhak, afligido por la falta de aliento y los pulmones repletos de ceniza, no pudo sino entregarse a la derrota y aceptar un porvenir del que la única escapatoria pasaba por la victoria de un ejército del que no formaba parte. Atrás quedarían las largas jornadas en las que aprovechaban los momentos de descanso de la guardia para avanzar algunos metros, ocultando la tierra extraída entre las montañas de cenizas de los que habían corrido peor suerte que ellos. Pero más atrás todavía quedaban las tantas ocasiones en las que Itzhak se había planteado entregarse él mismo a la voracidad de las llamas en uno de los muchos momentos que tuvo para hacerlo, sin llegar nunca a culminarlo, más por un hilo casi invisible de esperanza de que todo aquel infierno terminara pronto, que por falta de valor o decisión. Sin embargo llegó el día en el que faltó a su turno porque entendió que a pesar de lograr el utópico plan del túnel secreto, seguramente al otro lado del mismo estaría esperándoles la guadaña de la muerte bajo cualquier forma, ya que la vida la habían perdido mucho tiempo atrás; justo el mismo día en el que atravesaron aquella puerta enorme de hierro en la que se podía leer la sentencia "Arbeit Macht Frei".

Y es que Sucede Que Hoy volví a Berlín mentalmente...

2 comentarios :

Encarni | 15:45

No se que sucede ultimamente pero cada vez me apetece más saber sobre aquella época y todo lo que allí ocurrió. No se si será por la influencia que provoca cierta piedra que me acompaña en mi mesa de estudio...

Este fin de semana quiero buscar un hueco para ir al cine a ver "El último tren a Auschwitz".

Por cierto, espero que hay suerte con lo de Bruselas.

Mil besos.

Pablo Martín Lozano | 18:54

Hola Encarni, es un tema apasionante, tristemente apasionante. Sin duda es mi preferido a la hora de leer, ver una película o estudiar, porque mientras lo analizo me siento más lejano de la raza humana; más ajeno; más desubicado. Sigue sin entrarme en la cabeza una atrocidad como aquella y hace tan poco tiempo.

El Último Tren a Auschwitz es una gran película. Sobrecogedora y muy bien ambientada; te metes en ese vagón con ellos y te transmiten toda la agonía de las horas.

Conserva la piedra porque olvidarnos de esa época es no querer hacer frente a la fragilidad de la humanidad.

Ojalá haya suerte con lo de Bruselas.

Besos.