Antesala Del Final

Hacía días que el ruido de las explosiones se escuchaba casi más próximo que los propios latidos de su corazón maltrecho. El paisaje que podía verse a través de la ventana sin cristal del salón de lo que un día fue su hogar era desolador. Sólo escombros, sacos de arena formando trincheras desiertas, casquillos de bala como colillas por el suelo de las aceras plagadas de socavones y lo poco que quedaba de los edificios de los alrededores. Entregado a la ruina del destino amargo de sus últimos días, el anciano Ernst esperaba a la muerte recostado en el interior de la bañera, con la única fotografía de su esposa que había podido salvar apoyada sobre el pecho. Y mientras permanecía inmóvil con los ojos cerrados abandonado a su hora, recordó el inicio de un amor del que ya sólo quedaba el recuerdo, la fotografía y el pesar por la pérdida de su amada esposa. Su memoria viajó hasta los tiempos de paz, en su pueblo natal, en el día en que el dios del que ahora desconfiaba le quiso regalar la visión de aquella joven atravesando el camino de tierra montada en su bicicleta. Creyó sentir los mismos rayos de sol que aquella mañana le habían dorado la piel sentado a las puertas de su casa a la espera del regreso de su musa. Y sucedió el regreso y de nuevo la admiración, la sonrisa ingenua, el rubor en sus mejillas, el latido intenso de un corazón que comenzaba a despertar a los encantos del amor. Pero de pronto, una fuerte explosión le sacó de aquel sueño en la vigilia y se conmovió al comprobar que todo lo que podía escuchar era un pitido intenso y agudo que le atravesaba de lado a lado el cráneo. Por lo demás, el silencio absoluto, antesala del final. Un hilo de sangre comenzó a descender lento, ardiente y espeso de sus tímpanos desbordados por el estruendo. Lo que Ernst no sabía era que aquella sangre habría de confundirse con la que sólo segundos después anegaría la bañera entera y las calles de toda una ciudad entregada al fracaso por el delirio de un ser abominable.

Y es que Sucede Que Hoy los ecos de la guerra me visitaron...

2 comentarios :

Anónimo | 05:39

Que maravilloso y que fuerte.
Gracias.
Espero tu opinión de "La ciencia del sueño".

Un Beso
Marlene

Pablo Martín Lozano | 12:50

Hola Marlene; fuerte, como todo lo que ocurrió en aquella época gris.

Tendrás mi opinión cuando la vea!

Besos!