Compañera De Calle

Las hojas secas cubrían el suelo de las calles en aquella época. Los ocres y marrones bañaban la escena de la ciudad silenciosa en otoño. Los pájaros se resguardaban del frío en sus nidos ocultos. Las nubes cubrían de gris el cielo encapotado. El viento silbaba a su paso removiendo el manto inerte de savia reseca. El sol había pasado a ser un desconocido en aquellos días; un actor escondido detrás del telón. La ciudad sentía el frío del invierno azotando con fuerza. La escarcha se apoderaba de los charcos y las fuentes. Estalactitas puntiagudas caían del techo de la estación a primera hora de la mañana. Las bufandas y los guantes se mostraban sin pudor en paseos breves y veloces de los aventureros de asfalto que se resistían a permanecer encerrados en sus casas. El humo de los coches salía más blanco y espeso por los escapes y los cristales, empañados, sudaban el rocío matutino. Enfundado en un abrigo oscuro y largo, gorro, guantes y bufanda, caminaba hacia el trabajo con un vaso de cartón entre las manos. El expresso ardiendo devolvía la temperatura al cuerpo mientras recorría la distancia hasta el centro de la ciudad, amenizado por las noticias del día que resonaban con fuerza en los auriculares. Aquella era una mañana más de tantas iguales. La misma gente en el camino, el mismo padre esperando a los mismos hijos en el mismo coche, el mismo beso de despedida de la misma pareja de la misma casa de la esquina, el mismo perro siguiendo la misma ruta cogido del mismo amo, la misma rutina de cada día, pero diferente trayecto en el recorrido. De vez en cuando me gustaba variar y transitar por nuevas calles aunque aquella decisión retrasara mi llegada. Aquel día tenía tiempo. Al torcer la esquina encontré una calle desierta que dormía a la sombra de los grandes edificios de la paralela. Una de esas calles de casitas antiguas de dos alturas, pequeñas, que sólo Londres conservaba en el centro de su mapa. Las aceras desiertas se abrían como raíles de una vía por la que los trenes habían dejado de pasar hacía tiempo. Las persianas de los comercios y los hogares permanecían cerradas mientras el alba comenzaba a despuntar con fuerza. . Y a lo lejos, al fin, se dibujaba una figura caminando en el sentido contrario al que seguía yo. Poco a poco la distancia entre los dos se acortaba al ritmo que nuestros pasos devoraban los adoquines del suelo, acercando el momento en el que ambos cruzaríamos la delgada línea imaginaria que se dibujaría en paralelo entre los dos cuerpos. Cada vez veía con más claridad esa figura, femenina, por cierto. Cubierta con una gabardina beige con el cuello levantado, las botas marrones a juego con el bolso y la bufanda, el periódico bajo el brazo y un café en la mano que le quedaba libre, la compañera de calle caminaba con ritmo. Y lo hacía mirando hacia abajo cortando el frío viento que soplaba en su contra. Y cuando sólo nos separaban apenas cuatro o cinco metros para estar a la misma altura, cada uno en su acera, un autobús vacío pasó por mi lado sin hacer parada; nadie lo esperaba a aquellas horas en esa singular calle de la ciudad. Sin embargo fue suficiente para hacerme perder de vista a la única persona que había compartido calle conmigo. Tal vez trabajaba en una de esas casas. O puede que viviera allí y sólo hubiese salido a comprar el desayuno. Existía la posibilidad de que fuera uno de aquellos chaletitos de ladrillo rojo y columnas en la puerta. Mañana lo descubriría; repetiría ruta y, con suerte, compañera.

Y es que Sucede Que Hoy recordé una calle de Londres...

4 comentarios :

Cris Lago | 09:34

Nada más ver la foto, se me he ido la cabeza para Londres.Esa calle, los hostel, la gente, esos viajes allí, la de veces que he recorrido los rincones de esa ciudad y el Hyde Park...Y ya con tus palabras mejor que mejor.

Gracias por darme unos buenos días llevandome de nuevo tan cerquita de Nottinhg Hill.

Muakis

Pablo Martín Lozano | 14:39

Hola Cris! A mí se me fue la cabeza anoche hacia esas calles de Londres...empecé a recordar esas casas, esas esquinas... Suerte la tuya de haberte podido perder tantas veces. Yo de momento sólo una, pero estoy seguro que habrá muchas más. Con suerte, ya este próximo verano y durante un par de meses. Todo se verá.

Un beso niña!

Encarni | 18:11

Recuerdo que la primera noche cuando llegué, mientras me dirigía hacia Victoria, pensé "qué distinto es esto a Cádiz", me pareció muy gris. Al día siguiente ya estaba perdidamente enamorada de cada detalle de esa ciudad. Un par de viajes allí no han sido suficientes, volveré aunque esta vez será con mejor compañía.

Gracias, me gustó perderme un ratito hoy por Londres, pero ya sólo con buenos recuerdos.

Un besote.

Pablo Martín Lozano | 18:50

Hola Encarni. Seguro que volverás y con mejor compañía o sola, que tampoco debe estar nada mal. Vivimos en tiempos de querer-es-poder. Ojalá a tu vuelta me digas que encontraste una calle solitaria...y te cruzaste con un chico en la otra acera...ya sabes.

Besos!