Un Viaje Revelador

Desperté sobresaltado de aquella especie de revelación y, sin tiempo para más explicaciones absurdas, me levanté de un salto dispuesto a preparar el poco equipaje que requeriría para aquel viaje rodeado de misterio. Llevaba días en que mis sueños se habían transformado en algo más profundo que un simple juego de mi subconsciente, para pasar a ser momentos repletos de mensajes ocultos y respuestas a las dudas que me atormentaban durante el día. Para cuando quise darme cuenta ya estaba involucrado en aquella expedición que desde mi más tierna juventud había deseado emprender. En ella, atravesé ríos, me introduje en bosques frondosos habitados por árboles milenarios de formas inimaginables, crucé selvas en las que el espesor de la vegetación me impedía ver más allá de lo que tenía a escasos dos metros delante de mí, contemplé enormes cascadas y hasta caminé sobre las ruinas de lo que en otros tiempos había sido el centro espiritual y místico de toda una civilización ahora relegada a las páginas de las novelas de misterio más compradas. Durante la mayor parte del tiempo, el trayecto que debía seguir se dibujaba ante mí sin que yo tuviera que hacer nada más que preocuparme por seguir el estrecho sendero que parecía serpentear bajo mis pies allá donde quería que pisaran. Sin embargo, en otras ocasiones, cuando me sentía perdido, bastaba con detener mis pasos y respirar profundamente tratando de abrirme a la realidad que tenía a mi alrededor, para que el camino me fuera mostrado con claridad y sin lugar para la equivocación. Por momentos llovía, otras veces lucía un sol espléndido que iluminaba con intensidad toda la riqueza que me rodeaba y hasta, en una ocasión, de forma inesperada, sentí caer pequeños copos de nieve sobre mi cabeza y mis brazos que se agitaban con fuerza para impulsar el ritmo de unos pasos acelerados en busca de no sabían qué. Me extrañó en la misma medida que me tranquilizó la idea de que todo cuanto necesitaba lo tenía cuándo y dónde lo necesitaba; si la sed se apoderaba de mí, bastaba girar la cabeza para descubrir un nacimiento de agua en la roca de la montaña a sólo dos pasos de donde estaba y, cuando era el hambre la que más insistía en ser satisfecha, decenas de ramas se interponían en mi paso cargadas de los más exquisitos frutos que jamás hubiese probado. Y ya cuando estaba a punto de anochecer, después de mucha distancia recorrida y con las fuerzas medradas por el impulso agotador que guiaba mis pasos, creí llegar al lugar por el que me había decidido a realizar aquel viaje. Así me lo decía el latido de mi corazón y la extraña sensación de bienestar que me recorrió el cuerpo al tiempo que mis pies se detenían ajenos a la voluntad de mis órdenes que, por inercia, insistían en que continuaran caminando. Caía la luz del crepúsculo tintando de violeta y naranja el cielo raso que se abría sobre mi cabeza y allí, justo delante de mí, apareció majestuosa la gran roca que siempre aparecía en los sueños de mis últimas noches. Me acerqué lentamente para tocarla cuando, al rodearla con mis brazos, sentí que por la cara trasera tenía unas extrañas hendiduras. Le di la vuelta y me alejé dos pasos para contemplarla en su totalidad y entonces descubrí una antigua inscripción tallada en ella. El idioma lo desconocía por completo pero, para mi sorpresa, no me hizo falta conocer más que mirar detenidamente, pues su mensaje se expuso con claridad frente a mis ojos. Sin ningún esfuerzo y como si por momentos fuese un miembro más de aquella civilización extinguida, pude leer el mensaje:
"Todo cuanto desas está al alcance de tu mano; sólo debes confiar en el poder de tu mente y en la sabiduría del Universo"
Después de aquella revelación, todo mi entorno comenzó a desmenuzarse en partículas minúsculas y de pronto me vi tumbado en mi cama, con los ojos clavados en el techo y las manos entrelazadas sobre el pecho. Entonces entendí que mi travesía, aquella gran aventura, no había sido sino el más espectacular e importante de los viajes: aquel que se realiza hacia el interior de uno mismo.

Y es que Sucede Que Hoy traté de escucharme y algo sonó...

5 comentarios :

Anónimo | 10:06

Veo que el "intercambio" que hicimos te ha aportado mucho. Con este post me hiciste regresar unos instantes a Perú, siguiendo los mismos pasos que tantas noches me llevaron hasta allí... Ese es el fantástico poder de las palabras, nada es demasiado difícil, nada está lejos, nada es imposible para ellas.

Hoy me quedo con tu mensaje, espero no olvidarlo jamás.

Besos.

Pablo Martín Lozano | 14:20

El "intercambio" fue tremendamente beneficioso y gratificante para mí. Anoche me sentía con la necesidad de hacerme partícipe de ese mensaje e indudablemente en ello estaba la influencia que resaltas.
"Mi" mensaje no lo es mío, tampoco un plagio, sólo traté de escuchar a las voces que hablaban en mi interior.

Besos!

Anónimo | 17:59

Hola
bien dicen que "Cuando quieres alguna cosa, todo el Universo conspira para que la consigas"

Somos energía...aquello que deseamos lo tenemos...

hermoso como siempre...


un beso

Lunettas | 20:14

Confiar en el poder de tu mente... tu mismo lo has dicho y alli justamente esta la clave de la vida.

Besos

Ishhh *_~

Pablo Martín Lozano | 00:52

Hola Carolina, como dices, el Universo siempre escucha y se muestra a disposición de nuestros pensamientos. Somos energía...cómo me gusta leer eso de ti. Cada vez más esto se vuelve un círculo mágico.
Gracias y besos.

Lunettas: Lo sencillo que suena y lo poco que lo pone en práctica la sociedad. Cuando descubres el secreto todo se vuelve simple. Y tú lo sabes.

Besos!