Reencuentro En El Aeropuerto

Después de algo más de dos horas de vuelo, el avión deslizó con extremada suavidad las ruedas de un tren de aterrizaje que me devolvía a casa, tras de una semana de viaje a un ritmo frenético. Llegaba cansado, con ganas de volver a tener mi cama, pero con la mente todavía perdida en algún rincón de Venecia, o tal vez Florencia. Por delante me esperaba todavía una hora, entre la espera para salir del avión, la llegada a la terminal, la recogida del equipaje y al fin la puerta de salida. Los mismos gestos, en las mismas caras, de las mismas personas que me habían acompañado durante las horas previas. Había desde a quien apenas le faltaba un soplo torcido para soltar una lágrima, hasta la pareja de enamorados que continuaba en aquel baile de besos pegados que comenzara poco tiempo después de iniciar la marcha. Y entre aquel pesar general que invade a quien se siente próximo a su hogar, pero todavía le separa un trámite tedioso e indeseado, llegué hasta la cinta por la que debía circular mi vieja maleta repleta de historias y recuerdos todavía por asimilar. El muestrario de equipajes era tan diverso como los ansiosos dueños que esperaban ver asomar una esquina cualquiera de su preciado tesoro. Y allí, mientras esperaba para recoger mi equipaje, ocurrió algo con lo que jamás hubiese contado. Ni siquiera en los días en los que mi mente volaba imaginando reencuentros imposibles para recuperar tu amor. Aburrido en la espera, levanté la vista para echar una ojeada general al aeropuerto, cuando te descubrí a escasos metros de mí, esperando tú maleta en la cinta de al lado. Allí estabas, sola como yo, con el mismo gesto que recordaba de tus esperas cuando te hacía rabiar llegando tarde, sin que jamás llegaras a saber que me gustaba espiarte desde la distancia para ver tu reacción al verme, cansada de esperar, de ser siempre la primera. Te reconocí por tus piernas, tan bonitas como siempre, tan eternas como nunca. De pronto, tu equipaje apareció entre el montón de maletas ajenas y diste media vuelta dispuesta a salir. Suponía que alguien te esperaba al otro lado de la puerta corredera que te separaba de la sala de llegadas. Impaciente por la tardanza de mi equipaje y nervioso por el miedo a perder tus huellas, intuí lo que debía ser mi maleta y tiré con fuerza de ella hasta dejarla en el suelo. Corrí detrás de ti tratando de no llamar demasiado la atención del resto de personas que abarrotaban el aeropuerto a aquella hora, por temor a que te giraras ante las miradas atónitas de los demás. Respirar tus aires al andar me devolvió miles de recuerdos de los paseos a tu lado. Y una vez fuera, después de comprobar que definitivamente nadie había ido a buscarte, me armé de valor y decidí saludarte. Un "perdona" en tono de excusa bastó para hacerte mirar y, después, el impulsó me venció y me abalancé en busca de tu abrazo. Mi maleta cayó y resonó en toda la ciudad. Pero había logrado robarte otro abrazo, como tantos me regalaste un día que perdí en la memoria, como tantos te regalé una noche que aún guardo en el recuerdo. Sentí tus brazos envolviéndome fuerte por la espalda, mientras apoyabas tu cara contra la mía agachada. No quisimos ni mirarnos, ni siquiera hizo falta. Luego te propuse venir hasta mi casa y allí coger mi coche para acercarte hasta la tuya. Pero mi coche ya nunca volvió a pisar tu calle y tú nunca volviste a pisar la que fuera tu casa.

Y como con una voz celestial, ronca, grave y firmé, el piloto anunció el aterrizaje inminente del avión en el que viajaba, interrumpiendo el sueño en el que había logrado caer nada más despegar. Una vez más, debía volver a los reencuentros imposibles fabricados por mi mente y, una vez más, habías venido a visitarme mientras la inconsciencia dejaba la puerta entreabierta para la sinrazón de tu anhelo.

Y es que Sucede Que Hoy volví de mis re-vacaciones...

8 comentarios :

Anónimo | 09:20

Saludos y bienvenido a mi blog. No sé cómo habrás llegado pero estás en tu casa. maximhuerta.

Pablo Martín Lozano | 13:56

Hola Màxim, bienvenido tú también aquí.

Estaba yo por Italia disfrutando de mis re-vacaciones, cuando recibí un comentario de un tal BECARIO que, al parecer, compartía Facultad conmigo. Me intrigó, indagué, descubrí y me quedé.
Nos seguimos leyendo y, lo mismo, como en casa.

Saludos.

Anónimo | 16:51

Me quede con una sensación de desesperación… me ha pasado, tanto he imaginado un reencuentro tan perfecto que confundo la realidad con la fantasía y después es tan difícil diferenciarla…
*como quiero un abrazo así…

Saludos…

Un enorme Beso…

t extrañe...

Pablo Martín Lozano | 18:13

Hola Carolina, siento tu desesperación y la entiendo perfectamente. Imaginamos lo que queremos que nos ocurra y luego viene la desazón del imposible. Pero pienso que lo que define a algo como "real" o "fantasioso" no es más que pura convención y tradición. Tú decides qué es real y qué fantasía. Te dan las piezas; construye el puzzle de tu vida a placer.

Besos. (Os extrañé)

Rosa | 22:52

Que alegria verte de vuelta!
Un beso enorme.

Pablo Martín Lozano | 23:13

La misma alegría que la mía al recibir tu comentario.
Gracias por la bienvenida.

Besos.

Anónimo | 18:56

Solo un sueño... me has hecho sentir una vez más esa rara "cosa", quizá frustración por ser solo un sueño...que bien que ya estas de regreso.
besos
Marlene

Pablo Martín Lozano | 19:22

Hola Marlene, gracias por la bienvenida. Esa "rara cosa" es la misma que me produce a mí pensar que son sólo sueños. Esa misma frustración cargada de dudas, de misterio.

Un beso!