De Nuevo Venecia Y De Nuevo Tú

Fue una noche tranquila y todavía teñida de malva por el horizonte, en la que por fin iba a tener la ocasión de disfrutar de la belleza de Venecia contigo. En mi anterior visita había estado memorizando cada rincón para poder mostrarte todas y cada una de las maravillosas esquinas que conformaban aquel paraíso bañado en aguas saladas. Ahora comprendía que aquel primer viaje no fue más que la ocasión perfecta para aprehender cada detalle que desde hoy te iba a mostrar. Los callejones, la hermosa arquitectura, los canales con más encanto, los restaurantes más románticos, el balcón de la habitación con mejores vistas de toda la isla que, causalmente, sería el nuestro... Esta vez sería completamente distinta. Venecia se mostraba ante nuestros ojos como la ciudad perfecta para pasar aquel fin de semana de ensueño que tanto habíamos deseado. Y llegó la primera de las dos noches que pasaríamos y el primer lugar al que te llevé fue al embarcadero a pies del hotel Cavalletto, para emprender desde allí un romántico viaje a bordo de la góndola más ostentosa y cuidada de todas las que allí esperaban a ser ocupadas. Hablé con el gondolero para pedirle el trayecto más largo posible, y así poder disfrutar de la tranquilidad de la noche y el sosiego de aquella ciudad dormida, mientras el reflejo de la luna en el agua nos esperaba detrás de cada esquina. Poco a poco, calle a calle, puente a puente, ventana tras ventana fui contándote los detalles de cada lugar por el que pasábamos acompañando con besos cada una de las sonrisas de sorpresa que me regalabas cuando alguno de mis comentarios te asombraban. Hubiese inventado las historias más fantásticas con tal de recibir a cambio aquella hermosa sonrisa seguida de un cálido y apasionado beso. Te sentía al lado y feliz, admirando la ciudad y respirando la paz que se desprendía de la suave estela que dejábamos al pasar, dibujando ondas en el agua. Las mejores fotos que nadie hubiese tomado de aquel lugar se guardaban en mi cámara y en todas la protagonista eras tú. A veces desprevenida, otras posando y regalándome tus mejores muecas, lanzando besos, mirando a las ventanas iluminadas, acariciando el agua con tus manos... Me gustaba la manera en la que te aferrabas a mí cuando la góndola se inclinaba para pasar por debajo de los puentes. La tensión de los músculos de tu cara se relajaba cuando encontrabas amarre en mi pecho y mis brazos. Y entretanto yo me sentía la persona más afortunada del mundo. El puente de los suspiros, la casa de Giacomo Casanova, la de Marco Polo, restaurantes a orillas de los canales con velas iluminando las mesas que parecían sostenerse sobre el mismo agua, o el sonido de las ondas al chocar contra la madera de tu merecida embarcación real. No sé si sería el brillo de tus ojos o la sinceridad de tu sonrisa, pero aquella noche el corazón me latía más deprisa. Descorchamos una botella de champán para brindar por nuestro amor forjado en la noche, bajo la luna de Venecia. Y mientras nos fundíamos en uno de los muchos besos a los que nos rendíamos aquella noche, llegamos al lugar donde habíamos iniciado aquel memorable trayecto. Nuestro hotel estaba a escasos veinte metros del embarcadero y hacia él nos dirigimos sin tiempo que perder. La habitación, las vistas, la noche y las ganas de ti no podían esperar. Pronto pasó la noche, como pronto pasó el resto del viaje, dejando asomar el regreso cuando menos lo esperaba. Y fue al llegar de nuevo a casa, cuando sucedió lo inesperado. Incapaz de poder dormir recordando todos los momentos inolvidables que había pasado junto a ti, decidí repasar una a una todas las fotografías en el ordenador cuando, asombrado, descubrí que en todas ellas salía sólo yo abrazando al aire, besando al aire, acompañando de la mano al aire, enseñando la ciudad al aire. Entonces entendí el gesto extraño en la cara del gondolero cuando le preguntaba cuánto nos cobraría a los dos por el trayecto, o aquel niño que me señalaba asustado mientras creía estar hablando contigo, o la cara de compasión de la azafata del vuelo de vuelta cuando pasaba y me veía acariciar la butaca de al lado, como quien acaricia una pierna invisible. El aire de un suspiro me devolvió el aroma de aquellos besos que nunca existieron y una lágrima rodó por mi cara.

Y es que Sucede Que Hoy Venecia se quedó esperándonos...

8 comentarios :

Lunettas | 04:22

Ay amigo… compañero de letras… de vidas, como me estremecí al leer este post, y es que, se lo que es que nuestra memoria nos juegue una mala pasada, pero solo nos queda, seguir amando cada día con mayor esmero, seguir soñando cada día con mas fuerza, aunque realmente nos cueste. Porque nos quedan millones de vidas que vivir, y millones de amores por amar.

Ama, pero no temas de amar nuevamente y nunca te limites, que cada experiencia, cada día y sobre todo cada amor... son un regalo.

Un beso enorme

Lunettas *_~

Anónimo | 12:35

Cuando empecé a leer el post quise imaginar el final. Ojalá "ese camino pasara por Venecia" como te dije cierto dia. Me entristece que todos aquellos detalles que capturaste en tu mente no puedan ser compartidos con ella.

Puede que no haya sido Venecia, que finalmente no sea ella la afortunada pero quedan muchas ciudades bellas y la vida es muy larga.

No siempre todo es como deseamos...

Un besote.

Pablo Martín Lozano | 12:37

Compañera de letras y de vidas, agradezco enormemente tus palabras. Por supuesto que hay que seguir amando y luchando y sintiendo y siendo. Me basta con que me quede una sola vida más por vivir, un único amor más por amar; será motivo suficiente para entregarme. Es cierto que los amores son un regalo, pero el problema es cuando comienzas a quitar envoltorio, abres la caja y dentro descubres que no hay nada.

Un beso igual de enorme.

Pablo Martín Lozano | 12:47

Hola Encarni. Realmente, el de ayer fue un canto a la soledad y quien pasa por tu mente no es quien me la produce. En cualquier caso, esos detalles de mi mente no "fueron" compartidos con nadie, pero "podrán" serlo el día indicado para ello. Quedan tantas ciudades bellas como personas bellas por conocer. Tienes razón en tu despedida, salvo por una pequeña cuestión: te has equivocado en el tiempo verbal, estoy seguro de que querías ponerlo en pasado. Nuevos tiempos.

Besos y gracias!

Anónimo | 17:02

Hola


Plasmaste una sonrisa en mí mientras te leía
Era tan lindo imaginar aquel lugar…

Quizá suene atrevido pero yo ocupe el lugar de aquella persona que te acompañaba…
Solo por el hecho de sentirme tan involucrada en lo que escribiste…

Tan hermoso y Romántico como siempre....Simplemente me encanta

Besos

Pablo Martín Lozano | 17:51

Hola Carolina. Para nada es atrevido lo que dices, es más, me encanta leerlo porque al fin y al cabo me encanta que la gente haga suyo lo que escribo. Yo sólo invito a imaginar y ser protagonista. Gracias por tus palabras y por hacerme sentir que gustan las mías.

Besos!

Anónimo | 18:29

Si me encantan tus palabras y entendí gracias a ti la frase que dice que "Cuando amamos no tenemos ninguna necesidad de comprender lo que sucede, porque todo pasa a suceder dentro de nosotros."

besos

Pablo Martín Lozano | 19:22

Pues ahora con más motivo, mil gracias por decírmelo. Pensar que puedo ayudar a cosas así me supera en la misma medida en la que me enorgullece. Bonita frase y bonita alma la que escondes.

Besos!