Testigo De Guerra

El sonido de una explosión hizo que despertara sobresaltado. En un acto reflejo, estiró las sábanas cubriéndose hasta la cabeza como si aquel trozo de tela hubiera de salvarle de la metralla. Pasado el primer segundo y analizado el absurdo que siempre necesita de una milésima de más para ser digerido, miró la hora en su reloj. Lo llevaba puesto siempre, incluso mientras dormía, al igual que los zapatos. -Uno nunca sabe cuando va a tener que salir corriendo -le dijo una vez su compañero en el primer conflicto que le tocó cubrir cámara en mano. Desde aquel día Ricardo siempre recordaba la frase justo antes de irse a descansar las horas que la situación le permitieran. Hoy todavía no llevaba ni tres seguidas cuando la explosión le hizo abrir los ojos espantado. Había sonado cerca, muy cerca del hotel de mala muerte en el que llevaba ya más de tres semanas viviendo. O malviviendo; vivir es un verbo demasiado noble para tiempos de guerra. Así que, una vez consciente de la realidad y de que aquellas sábanas no le protegerían de las balas o los escombros por más que se cubriera el cuerpo entero, se incorporó rápidamente, se colgó la cámara al cuello y se asomó a la ventana de la habitación que le había conseguido el medio de comunicación que difundía sus crónicas y publicaba sus fotografías. Mientras buscaba con la vista el lugar exacto de la explosión, un nuevo estruendo le hizo encogerse de hombros y entornar los ojos. Un pitido agudo comenzó a resonar en el interior de su cabeza. Aquella segunda bomba había estallado delante de su propio hotel. Se echó hacia atrás y cogió lo imprescindible antes de echar a correr escaleras abajo dispuesto a salir a la calle a ser testigo con su Nikon de aquella masacre civil sin pretexto. Nada más bajar captó la mirada aséptica de un niño acostumbrado al dolor que se alejaba sin prisa del lugar, como indiferente ante aquel tipo de situaciones, tal vez demasiado cotiadianas en su corta vida como para causarle impresión. El alba despuntaba y el bando sublevado había decidido despertar a la población con aquel alarde de cobardía. El día de hoy sería largo o, al menos, eso es lo que esperaba, pues el hecho de no serlo sería mala noticia para él en el momento y para su familia unas horas más tarde. La guerra se recrudecía mientras su vocación y entrega en la denuncia del conflicto aumentaba, aportando la visión crítica que sólo una pequeña parte de la sociedad le agradecía desde sus cómodos sillones.

Y es que Sucede Que Hoy quise brindar homenaje a los corresponsales de guerra...

2 comentarios :

Anónimo | 05:21

Pues no hay que decir... Gracias por compartir lo que escribes.
un beso
Marlene

Pablo Martín Lozano | 14:16

Gracias a ti por tus palabras, Marlene.

Un beso.