Soledad De Un Banco

En un lugar transitado de Viena, entre museos y palacios de valor incalculable, yace solitario un banco de madera cargado de historias y momentos, que ahora resbalan lentamente por sus patas, mientras observa triste el devenir de coches levantando agua a su paso. A ojos ajenos y vulgares es un banco más, como los miles que uno puede encontrarse a lo largo de un paseo por cualquier ciudad del mundo. Sin embargo este es especial. Y lo es por el suave palpitar que se siente cuando estás sentado sobre él. Está vivo, respira, ríe, llora, acomoda o incomoda según el trato de quien lo emplea. Pero lo más curioso y por lo que realmente es famoso este banco, es porque tiene la capacidad de hablar, si logras conectar con él y crear un clima de confianza. A mí me ocurrió la otra noche. Les cuento.
Volvía caminando al hotel, después de un día agotador, con largas caminatas, esperas y carreras, cuando pasé por su lado y sentí que algo me atraía hacia él. En un principio pensé en el propio cansancio y la flaqueza de unas piernas que comenzaban a reclamar una tregua, después del abuso cometido hacia ellas. Sin embargo, la sensación de atracción era más fuerte todavía. Así que, movido por alguna fuerza extraña, me dirigí directo hacia él y caí sentado sobre la madera. Me acomodé recostándome sobre el reposabrazos de hierro y traté de aprovechar aquel parón involuntario para coger aire y relajarme. Respiré profundamente unas cuantas veces hasta que el pulso de mi corazón disminuyó el ritmo y pronto quedé en un estado de quietud absoluta, sin importarme la continua danza de coches que deambulaban frente a mí. Y fue entonces, en el momento en que más relajado me encontraba, cuando comencé a escuchar un leve susurro de voz anciana. Rápidamente me giré para comprobar de quién se trataba, pero a mi alrededor no había absolutamente nada ni nadie. Pensé de nuevo en el cansancio y en una mala pasada de mis sentidos, pero la voz resonó al instante por segunda vez. En aquella ocasión, pude descifrar el mensaje narrado con voz de ultratumba y de entre la secuencia de sonidos creí escuchar una frase, que decía algo así como: "no busques más, estoy justo debajo de ti, y en tu espalda, y en tu brazo... "
Entonces entendí que era el propio banco quien hablaba y, una vez advertido aquello, éste comenzó su discurso:
"Verás, siento haberte forzado a sentarte en mí de esta manera, pero durante todo el día de hoy ha llovido y nadie me ha utilizado. A estas horas y estando como estoy acostumbrado a estar siempre ocupado, la soledad se ha apoderado de mí en este día gris. Si tienes mucha prisa, entenderé tu marcha, pero sólo quería compartir unos minutos con alguien, para contarle mi vida y estar acompañado por poco rato que sea." -Yo creía estar alucinando pero, a decir verdad, inexplicablemente, tampoco me resultaba del todo extraño estar hablando con un banco. Siguió.
"Por la madera de mi cuerpo ha pasado todo tipo de gente: solteros, casados, divorciados, altos, bajos, gordos, flacos, gente de aquí, de allá, jóvenes, ancianos...Pero sin duda los que más me gustan son las parejas de enamorados. En ocasiones me siento privilegiado de servirle a dos jóvenes apasionados de lugar de unión, de escenario para el beso, para la caricia, para el abrazo. Incluso me apasiono cuando siento el tacto de un rotulador o una pequeña navaja desquebrajando mi piel, mientras dibuja el trazo de un corazón con dos iniciales dentro. Desde ese momento paso a formar parte del recuerdo de los dos dueños de esas letras enmarcadas. Escucho melodiosas palabras en forma de piropos, halagos, promesas. Se enciende mi piel cuando pasan horas y horas y los cuerpos encendidos de los enamorados permanecen fundidos. Me sonrojo cuando se crean silencios inoportunos por la falta de tacto de uno de ellos, e incluso lloro desconsolado cuando sólo sirvo de platea para poner el punto y final a una relación. Son momentos tristes, en los que quisiera ser otra cosa. Tal vez una flor, sí una flor, una rosa, por ejemplo, para ser regalada en esos momentos y provocar la reconciliación. Pero no puedo transformarme en rosa y me toca escuchar palabras dolorosas y soportar el goteo incesante de lágrimas cayendo de unos ojos que pierden brillo a cada instante. Es duro y traumático, pero esa tristeza desaparece al momento cuando, sólo minutos después, de nuevo el amor inunda mi cuerpo bajo la forma de otra pareja que viene a mí para regalarse besos apasionados. Ellos nunca se dan cuenta, pero en este tipo de ocasiones, hago lo posible por acomodar a las personas que me emplean, acolchando mi piel y calentando con suavidad la parte que ocupa cada uno. Es la mejor manera de hacer que permanezcan por más tiempo. Pero si me dejas, ahora te voy a contar lo que me sucedió ayer..."
De pronto, sentí que me mojaba los zapatos y desperté asustado. Entonces comprendí que todo había sido un sueño. Que mientras había estado descansando en aquel banco, el cansancio me había vencido definitivamente y la fantasía se había apoderado de mi mente. En cuanto a mis zapatos...nada, un buen hombre a bordo de su coche, seguramente con prisa, que había pasado junto a mí a toda velocidad, levantando el agua de un charco próximo que vino a parar directa al bajo de mis pantalones. Me puse en pie, dispuesto a continuar mi camino y, antes de marcharme, me despedí de mi compañero de sueño con un par de palmaditas sobre el respaldo.

Y es que Sucede Que Hoy recordé aquel banco de Viena...

2 comentarios :

Anónimo | 00:18

Siempre nos fijamos en espectaculares edificios, en el lujoso coche que circula delante nuestra, en los zapatos tan elegantes que lleva la chica que se acaba de cruzar con nosotros... pero pocas veces nos paramos a ver esos "pequeños" detalles junto a los que pasamos cada dia. Como por ejemplo el banco de la historia. Seguro que todos recordamos ese "viejo" banco, en el que necesitabamos ayuda para subirnos cuando eramos diminutos, aquel mismo en el que te sentaste con el primer amor, o en el que pasabas horas con una amiga para contarle todo lo que te había sucedido... y me gusta pensar que algún dia yo me sentaré mientras mis pequeños juegan frente a mi.

Me ha recordado a los libros de "segunda mano", esos que están llenos de historia debido a la diversidad de dueños. El banco es igual, lo hacemos nuestro por un rato pero luego nos levantamos para que otros puedan disfrutar de él.

Todo lo que se comparte con más personas se enriquece dia a dia.

Besos.

Pablo Martín Lozano | 00:43

Ahí es donde entro en juego yo, para fijarme en las cosas simples y desapercibidas de la vida, jeje. Siempre digo que sin todo eso nada tendría sentido. ¿De qué sirve un gran palacio si no se tiene un banco enfrente para ser admirado?

Si los bancos hablaran como en la historia, estoy seguro de que serían premios Nobel por la cantidad de historias que podrían ofrecer.

Un beso. Yo sigo compartiendo y enriqueciéndome con vuestros comentarios.