La ciudad sin ti


Caminar sin ti por la ciudad se convierte en el monótono devenir de unos pasos sin rumbo y una mente perdida en tu recuerdo, incapaz de centrar la atención en otra cosa que no sea la desazón por tu ausencia. Las calles no son más que una sucesión de nombres sin significado, ni vida. La gente, sumida en sus pensamientos, divaga ajena a mi deseo de llevarte al lado, de la mano, navegando entre baldosas que parecen encenderse a cada paso que doy indicando el camino de regreso a ti. El tráfico, ruidoso y molesto, añade banda sonora a la escena y me invita a imaginarme cruzando contigo la puerta de una cafetería para aislarnos de la jungla de asfalto y motores, pero todavía nos separan algunas horas y demasiados kilómetros. Te busco entre la gente, en sus miradas, en sus pasos, como tratando de atisbar un reflejo de ti, un caminar parecido, una melena corta moviéndose al ritmo del paso alegre. Pero no te encuentro. Ni a ti, ni a nada ni a nadie que pueda borrar de mi mente lo que estarías diciendo justo al pasar delante de ese escaparate, o al lado de aquel carrito con dos recién nacidos, o simplemente comentando el look desmesurado y atrevido de la juventud de hoy en día, recordándonos que, sin quererlo, nos hacemos cada vez más viejos. Juntos, pero viejos. Y sin apenas ser consciente, sumido en tu recuerdo y en el eco de las voces interiores con acento sureño, por fin atisbo de lejos la estación que marca el punto de partida del viaje que ha de llevarme de vuelta a casa. De regreso a ti. Y como si de pronto todo cobrase significado, mis pasos se aceleran de sentirse cada vez más cerca y en silencio te grito que ya llego, a sabiendas de que en algún punto del universo, mi quejido eufórico reverbera hasta llenar tu subconsciente de esperanza y alegría ante mi inminente llegada. Porque cuando tú no estás a mi lado, incluso la ciudad más vibrante se apaga, hasta que un tren acorta poco a poco la distancia y nos reúne de nuevo entre las sábanas. Juntos. Unidos. Inseparables. Inmensamente tuyo. Infinitamente mía.

Y es que Sucede Que Hoy, caminé sin ti por una ciudad lejana...

5 comentarios :

Anónimo | 17:55

al fin volviste, no sabes como extrañaba tus palabras...

muchos abrazos...

Pablo M. Lozano | 19:23

Muchas gracias, "Anónimo".
No sé quién se esconde detrás de esas palabras, pero agradezco tu comentario y me alegra saber que sigue habiendo gente que lee lo que escribo, a pesar de que no pueda mantener el blog actualizado como antes.

Saludos!

Pampiroladas | 12:19

Precioso.

Pampiroladas | 12:20

Precioso.

Pablo M. Lozano | 12:26

Muchas gracias, "Pampiroladas".
Saludos!