- Puedes seguir huyendo el resto de tus días, pero nunca conseguirás escapar del amor. Aquella sentencia le había acompañado durante toda su vida como un estigma en forma de recuerdo persecutorio que se reproducía internamente sin remedio. Y sin comprensión. Porque por más que trataba de analizar aquel conjunto de palabras que le recordaban a algún epitafio que seguramente jamás existió, nunca hasta ahora le había encontrado sentido. Y sin embargo ahí estaba, resonando en su interior con fuerza cada vez que se vanagloriaba de su ajetreada vida profesional de agenda repleta de cambios de última hora. Un día, mucho tiempo atrás, él también se había repetido una y otra vez el famoso
"nunca más"; la gran mentira que todo despechado pronuncia, como único remedio para cerrar heridas y autoconvencerse de que jamás volverá a sufrir del corazón. Infartos del amor, como lo llamaba él. Sin embargo, aquella sentencia cobró todo el sentido cuando, aparentemente de manera fortuita, su maleta chocó con la de aquella mujer en la sala de embarque del aeropuerto. Y de pronto el aferrado
"nunca más" fue trasformándose en un
"y si...", un
"quizás", un
"algún día tenía que llegar". Y mientras se miraban intensamente ajenos a todo lo demás, como si el mundo entero hubiese dejado de girar, de su boca se desprendió un susurro que no pudo frenar.
"Al final no conseguiste escapar".
Y es que Sucede Que Hoy comprendí que el amor...
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