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Quiero ser quien te haga feliz- y las paredes de la habitación parecieron resquebrajarse incapaces de soportar tanto amor entre aquellas palabras. De pronto, la luz, que entraba tímida por la ventana, se tiñó de rojo ruborizando la atmósfera de aquel espacio. Y como si hasta las sábanas hubiesen sentido celos de aquella declaración, terminaron por descubrir sus cuerpos y resbalaron por el borde de la cama hasta caer al suelo. Afuera, la tarde transcurría lenta entre el sonido de voces ajenas y el rumor constante de los coches atravesando la ciudad. Su cuerpo se estremeció casi tanto como las paredes cuando escuchó aquella voz jurando amor y entrega sabiendo que, por encima de todo, siempre se tendrían el uno al otro a pesar de las esperas. Y en los ojos, sin saberlo, se le dibujaron sonrisas. Lo que acababa de escuchar le había atravesado el pecho como una flecha en llamas, directa a su corazón, desnudando a su paso las dudas y penas que días atrás habían estado carcomiéndole sin descanso cada segundo. Y tras la pausa que siguió a aquellas palabras, dejó escapar un suspiro que jamás debió de ser escuchado, mientras repetía internamente la frase que acababa de marcarle a fuego el corazón y que habría de repetir todavía durante muchos días después de aquel regalo en forma de palabras.
Y es que Sucede Que Hoy sobró con ese momento...
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