
Ahora que no estás las paredes de mi habitación se contraen achicando el espacio que llenas con tu ausencia. El aire se vuelve espeso y respirar resulta cada vez más complicado. Me falta tu aliento llenando mis pulmones de oxígeno y amor a partes iguales. Y cercano a la locura de la asfixia me aferro al recuerdo de tu sonrisa resonando en la cavidad que se forma entre la almohada y mi cuello. Pienso en tu melena enredada entre mis dedos y me agarro con fuerza a ella como si fuese una soga tendida para salvarme de las profundidades de mi propio recogimiento. Y cuando creo que mi cuerpo se rinde y el corazón comienza a preparar sus últimos latidos escucho tu voz de lejos gritándome que has vuelto, que me amas como siempre y quieres volver a soñar de nuevo. Y entonces llega el revuelo; el palpitar renovado y la sensación de que vuelvo a ser dueño; dueño del amor más grande y puro que jamás haya existido siquiera en sueños. Me perdonen los amantes si les hiero, pero dudo que lo alcancen a pesar de poner todo su empeño. Se les escapó uno sólo a los dioses y yo lo cacé al vuelo. Y siento defraudarles pero yo ya no lo suelto; deberán de conformarse con regalar un simple
te quiero, mientras yo no encuentro forma de verbalizar la magnitud de un sentimiento tan intenso.
Y es que Sucede Que Hoy te extrañé hasta escucharte...
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