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Entre Acordes y Velas

Sonaban canciones que hablaban de ti mientras las velas iluminaban de melancolía y desasosiego la sala repleta de gente que no eras tú. Los acordes se entrelazaban formando notas que mi mente rellenaba con letras pronunciadas por el recuerdo de tu voz. Y de pronto me pareció ver que los muros de aquel café nocturno comenzaban a ceder incapaces de soportar por más tiempo el peso de tu ausencia. Todo a mi alrededor se derrumbaba, ahora que no quedaba en pie ni la sombra de mi memoria. Debía de ser casi medianoche y, con la madrugada ansiosa esperando su turno, me invadió la melodía de tus labios en los míos mientras te imaginaba sentada en mis rodillas. Y saboreé tus besos en el cuello de la botella que sujetaba con fuerza como para tratar de tener algo entre unas manos que extrañaban demasiado el calor de las tuyas. Los aplausos parecían pisadas sobre los charcos profundos que dibujaba a mi alrededor la soledad. Tan presente y tan lejana. Tan ausente y anhelada. Una tras otra las canciones se sucedían acercando tu recuerdo a mi memoria hasta que la siguiente estrofa terminaba siempre por encajar mejor que la anterior. Como si la hubiesen escrito para ti. Como si la hubiese escrito una noche de estas cuando siento que no estás aquí. Y entre acordes, letras y recuerdos se me fue la noche perdido en tus secretos, tratando de apagar con música el ardor de ti que suscitan mis deseos.

Y es que Sucede Que Hoy te extrañé entre acordes y velas...
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Ya Llego, Ya Llego

Mantengo los ojos cerrados esperando a sentir el cosquilleo en el estómago de saber que dentro de unos instantes estaré surcando el cielo a más metros de altitud de los que a mi delicado sentido del vértigo le gusta experimentar. Aprieto los párpados con fuerza, aferrado con furia al reposabrazos y con el cuello totalmente apoyado en paralelo al asiento. Vamos, vamos, vamos -pienso. Los motores rugen afuera, del otro lado del cristal que me muestra las rayas de la pista pasando a gran velocidad. La tensión alcanza el punto máximo en el momento justo en que, sin poder evitarlo, se me abre un ojo y veo que la zona de cabina ya está apuntando al cielo. Allá vamos; espérame, enseguida llego. Y como si de pronto mi mente prefiriese desconectar y perder el conocimiento para permanecer ajena al mal trago del vuelo, entro en una ensoñación en la que escucho tu sonrisa de fondo, tu voz dulce y esperanzada susurrándome un deseo verte ya. La imagen de tus ojos clavados en los míos se dibuja frente a mi rostro y creo sentir tus manos apretando con fuerza las mías, empapadas por los nervios del despegue. Y para cuando tu imagen comienza a desvancerse como las nubes que atravesamos, de nuevo el sonido de aviso me alerta de que van a comenzar las maniobras de preparación para el aterrizaje. Ya llego. Ya llego. Empieza a extender tus brazos que es mucho el amor que traigo; empieza a preparar tu cuerpo que es muy grande el deseo de arroparte en mi regazo.

Y es que Sucede Que Hoy ya llego, ya llego...
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