
Quiero abrazarte y olvidar que el mundo existe. Respirar sólo por y para inhalar tu sentimiento. Latir únicamente para hacerte partícipe de la emoción de mi pecho cuando estás cerca. Encerrarme en ti y cerrar los ojos a las obligaciones. Hacer oídos sordos a todo menos a tus
te quiero. Desprenderme del estrés con la pócima mágica de tus besos. Quiero que el único camino que recorra mi cuerpo sea el que me lleve de tu labios hasta el final de tus piernas, mientras las sábanas nos cubren por completo. Desconectar, sentir, vivir al ritmo de tu respiración en mi cuello. Lento, pausado, entregado al noble arte de simplemente existir por un momento eterno. Cerrar los ojos y retener en mi mente la imagen de tu última sonrisa. Entrelazarnos para juntos escapar de la rutina. Quiero, quiero, quiero, pero no puedo. Y al no poder me desespero. Me desespero y sueño con poder hacerlo. Pero siempre termino por acatar las órdenes del maldito despertador y otro día como el de ayer comienza sin ni siquiera poder detenerlo. Y cuando ya me resigno al inevitable estrés de los días largos sin ti, me aferro al recuerdo de tu voz susurrando en el silencio un
te amo por encima de las circunstancias. Y en eso creo. Quiero, quiero, quiero, pero no puedo. Quiero, quiero, quiero y en cuanto pueda todo se hará cierto.