
Por las noches mi mente no descansa. Se siente prisionera del recuerdo de un paraíso. Ese que nos dio cobijo durante horas que parecieron siglos. Cierro los ojos y veo un manto turquesa. Me huelen a mar las sábanas; me sabe a sal la almohada y viceversa. Escucho el sonido de las chicharras en plena madrugada y siento el agua envolviendo mis tobillos con tanta pasión como con la que me rodeaban tus brazos en aquel primer baño de besos y sonrisas en Cala Saona. Y revivo la libertad que nos brindó durante horas la isla que todo lo transforma. Viajo una y otra vez a la arena de tus piernas y me quedo a vivir contigo escondidos en la cueva de tu alma. Y disfruto del sonido de las olas rompiendo en tu silueta de sirena esculpida a golpe de esfuerzo y constancia. Bendita la hora en que nos perdimos por aquel lugar de pinos y estampas mediterráneas. Porque encontré el paraíso en tu sombra y prometí volver de vez en cuando a pasar contigo unas horas. Las justas para conectar de nuevo con la magia y hacer de aquellas playas el destino de nuestras memorias.
Y es que Sucede Que Hoy descubrí un paraíso contigo...
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