No Dejaba de Llover
No dejaba de llover. Durante las últimas dos horas el sonido de la lluvia golpeando la ventana había sido todo lo que se dejaba oír en aquella noche silenciosa. La lluvia, y tus respiraciones pausadas mientras dormías acostada en el sofá con tu cabeza sobre mis piernas. Al final la falta de argumento de la película había vencido a tu tentativa de permanecer con los ojos abiertos. Ya hacía rato que los últimos diálogos habían pasado a formar parte de tus sueños como personajes anónimos; voces lejanas que resonaban en tu inconsciencia. Por momentos, el segundero del reloj se dejaba escuchar robándome la atención, pero no alcanzaba a ver la hora. Tampoco importaba. El sueño parecía haberse olvidado de venir a por mí aquella noche y la escena era lo suficientemente apacible como para no importarme la hora. La lluvia, las luces de la ciudad encendida de noche al otro lado de la ventana, las noventa páginas que todavía restaban para llegar al final del libro, tu respiración y el calor en mis piernas desprendido de tu rostro. Sobre la mesa todavía yacían erguidas las dos copas apenas tintadas ya de vino, que brillaban a la luz parpadeante de la televisión silenciada y desatendida. La primavera comenzaba fría y lluviosa, perfecta para disfrutar de noches como aquella. De pronto, lanzaste una risa breve sin salir de tu sueño, seguida de una respiración profunda y larga. Giraste la cabeza, acomodaste el cuello y la melena resbaló hasta cubrirte los ojos. Seguías allí, conmigo, a mi lado. Y no dejaba de llover.
Y es que Sucede Que Hoy la lluvia me trajo estas letras...