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Cogito, Ergo Sum

Me sedujo la idea de pararme a pensar y pensando pensé que hay veces que mejor no pensar. Así que dejé de hacerlo y me puse a hablar. Hablé en voz alta y dialogué conmigo mismo, pero en una réplica de mi voz escuché que hay veces que mejor no hablar. Así que callé y me puse a observar. Miré en todas direcciones, contemplé paisajes, lugares y horrores y entonces comprendí que hay veces que mejor no observar. Así que dejé de hacerlo y me puse a soñar. Cerré los ojos, abrí la mente y de una imagen a otra llegué hasta una pesadilla que todavía no he podido borrar y desperté sabiendo que hay veces que mejor no soñar. Así que decidí no hacerlo y me puse otra vez a pensar. Sin embargo, ahora ya sabía que era mejor no pensar, pero elegí hacerlo porque pensé que pensando me evitaba tener que hablar, mirar o soñar. Así que me entretuve pensando qué podía hacer sin pensar y descubrí que mi cuerpo, sin ayuda intencionada, era capaz de respirar. Respiré profundamente y al hacerlo noté que mis problemas encogían y se diluían en el aire de mis pulmones, hasta salir flotando por mi boca al espirar. Sentí una paz como hacía tiempo que no sentía y comprendí que siempre es mejor continuar. Me sedujo la idea de pararme a pensar y pensando pensé que, aunque hay veces que mejor no pensar, pensando descubres que vivir no es sólo respirar.

Y es que Sucede Que Hoy pensé, luego existí, luego fui...

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El Poder De Los Abrazos

Esta noche abrazaré tu espíritu contra mi pecho abierto como una ventana al Universo. Lo rodearé con mis brazos sabiendo que en la magia del contacto se encuentra la sanación de lo corrupto. Sentiré la explosión de la vida que nace y respira por la piel de nuestros pechos fusionados en uno solo. Y en el transcurso eterno y lento de nuestro abrazo respiraré profundo para llenarme de ti y de tus problemas y expulsarlos por la boca y la nariz hasta alejarlos de ti, de nosotros. Cerraré los ojos y en la penumbra de mis párpados cerrados dibujaré tu rostro sonriendo al saberse y sentirse curado. Y te amaré entre mis brazos con la intensidad con la que amo el silencio que se crea entre los dos cuando nos miramos. Entraré en tu alma con susurros de energía pura y cristalina como las lágrimas que rodarán por tu rostro evidenciando la expulsión de tu tormento. Proyectaré mi luz con la potencia suficiente para atravesar el oscuro telón que encierra y oculta a un corazón encojido ante el frío de la soledad y la duda. Y cuando mi rayo penetre directamente en lo más profundo de tu ser renacerás en el sosiego y la paz de un alma purificada. Entonces abriré los ojos de nuevo, todavía sin separar nuestros cuerpos y, tomando tus manos, miraré la trastienda de tus ojos hasta que de sus entrañas nazca de nuevo una sonrisa verdadera.

Y es que Sucede Que Hoy retomé la creencia en los abrazos...

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Un Poco Más Mañana

No me dejes nunca. No me dejes nunca. No me dejes nunca y acuérdate siempre de mí -dijo mientras apoyaba su cabeza en el pecho desnudo de él. Al otro lado de las cortinas, la noche caía espesa y oscura sobre los techos de los coches aparcados junto a las aceras. -No me dejes nunca, porque no imagino mi vida sin ti. Porque no hay amor más allá de tus labios, ni pasión más allá de tus manos, ni vida más allá de tu regazo. Y acuérdate de mí y no me olvides jamás, porque tu olvido será como ver mi propia esquela en el periódico. Como perder la identidad y borrar los años más felices de mi vida. -Él acariciaba su pelo mientras deslizaba su otra mano por la espalda también desnuda de ella, sin obstáculos, suave y húmeda, sintiendo la vibración de cada palabra resonando en su cuerpo, saliendo de lo más profundo de su pecho. -Y no dejes que ni el tiempo ni la rutina acabe por arruinar lo que tanta felicidad me ha regalado en estos años. No permitas que el orgullo o mis estupideces terminen por cansarte. Sabes que me basta un abrazo para solucionar y a ti una mirada para perdonar. Y tampoco dejes nunca que se muera la magia que existe entre los dos, ni que falte cada día este ratito de promesas y pasiones envueltos entre sábanas en tu habitación. Cariño, recuerda siempre esto, porque te lo digo desde el corazón. -Y eso fue lo último que él escuchó, la noche en la que ella confundió el cambio de hora estacional por un cambio de vida, de memoria y de personalidad.

Y es que Sucede Que Hoy ya es un poco más mañana...

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Antes De Que Sea Tarde

Me asomo al balcón del Universo y observo impávido el devenir de un planeta alocado y sin rumbo. Descubro que la física miente, las leyes mienten, la ciencia y los saberes mienten. La humanidad ya no parece humana; el humanismo se quedó atrás, como todos los -ismos. Asisto desalentado al espectáculo del nihilismo aberrante, de la sinrazón y la falta de sentimientos. Un ser aséptico y esterilizado contra la vida misma camina despreocupado por las calles de ciudades grises. Ya no hay ideales más allá del propio ombligo. Murió la sensatez mientras acudía al entierro del sentido común. Pereció lo que de hombre le quedaba al hombre. El único credencial superviviente del fracaso es el del impulso ennegrecido por billetes igualmente ennegrecidos por la sangre oscura y densa de las entrañas de la tierra perforada. Lástima que sea tan superviviente del fracaso como inevitable colaborador. Y desde el balcón privilegiado, empiezo a comprender que los antiguos y los no tanto, olvidaron que la Tierra no sólo gira alrededor del Sol y sobre sí misma, también lo hace sobre su propia historia, repitiendo errores, compareciendo ante los mismos fracasos, acudiendo a escenarios grises con desenlace conocido, reabriendo heridas mal cicatrizadas. Y el corazón se encoje ante la injusticia terrenal; no reconocemos lo que el planeta nos regala y desgraciadamente es algo de lo que empezamos a darnos cuenta cuando comenzamos a echarlo en falta.

Y es que Sucede Que Hoy vi necesario un llamamiento...
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Melodías A Orilla Del Mar

La noche caía templada sobre la tapa blanca del piano olvidado en la orilla del mar. Como una ballena varada en la arena, o el casco antiguo de una embarcación carcomida por el tiempo y por su propia leyenda. Con las teclas desnudas y bañadas por la cálida brisa nocturna, el viejo Erard conservaba toda su nobleza, más todavía iluminado únicamente por la luz refleja de una espléndida luna llena. Delante, una banqueta de terciopelo granate desgastado invitaba a sentarse como esperando la entrada del metrónomo para interpretar melodías armoniosas de las que despiertan al alma. El sonido de las olas rompiendo contra el espigón aportaba los graves de aquella orquesta improvisada, que se asemejaba a un bodegón en el que el fruto era la caja sonora y las flores, las notas que salían y teñían la noche de romanticismo. Las olas comenzaron entonces a acercarse para acariciar las patas finas con su magia. Los astros en los palcos y la arena en la platea disfrutaban de las piezas que sin conocimiento musical salían de mis dedos al posarlos sobre el teclado. Ni solfeo, ni partituras, ni oído suficiente; bastaba aquella noche con imaginar tu rostro en mi mente y relajar mis manos para que se deslizaran según el impulso de mi corazón ferviente.

Y es que Sucede Que Hoy me sedujo el sonido de un piano...

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Sin Espacio Entre Los Dos

Adoro la manera en que evitas dejar un espacio vacío entre los dos cuando compartimos mesa a solas. Cómo eliges siempre al lado, porque enfrente es demasiado frío. Es como querer recortar distancias o permitir que los efluvios que brotan de nuestras pieles ardientes y ansiosas se entremezclen en el poco aire que nos separa. Como para estrechar los lazos que todavía están a medio anudar. Es como consentir roces involuntarios -¿involuntarios?- entre nuestras piernas por debajo de la mesa. Lo adoro, y lo hago tanto como que tus ojos permanezcan suspendidos en el tiempo cuando se entrecruzan con los míos descarados. Tanto como los silencios que se crean cuando los dos preferimos callar y nos mordemos la lengua antes que dejar salir un sentimiento esclavo del temor a la palabra. Tanto como poder contemplar de cerca tus manos jugando con el vaso casi vacío después de una larga conversación. Percibo tu perfume como olas que llegan a romper contra la costa de mi rostro cuando ríes y echas hacia atrás la cabeza dejando al descubierto tu cuello desnudo. Y para cuando me emborracho de ti, de tu aroma, de tu aura, las luces comienzan a apagarse anunciando la despedida. Por entonces ya mi mente ha imaginado mil y una formas posibles de hacerlo, a sabiendas de que ninguna de ellas será la definitiva.

Y es que Sucede Que Hoy me gustó tu manía...

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Vida Propia

El sonido de la máquina de escribir llevaba tiempo sin escucharse. El humo, en cambio, continuaba saliendo de su boca nublando el espacio pequeño de la habitación con vistas a la Catedral. La ventana cerrada contribuía al espesor del ambiente. Rodeado de papeles aprovechados hasta el último milímetro con anotaciones ininteligibles, recuadros, jerarquías y flechas que unían palabras sueltas de una esquina a la opuesta, Trifeau -un seudónimo de calidad discutible que se había apropiado después de leerlo en el remite de un sobre cuando todavía se ganaba la vida como cartero- repasaba las últimas páginas que acababa de escribir, en busca de un dato que se le escapaba. El protagonista de la novela a la que estaba dando forma, Garrick -la decisión del nombre de este personaje le había llevado más tiempo que los tres primeros capítulos enteros-, supuestamente no debía estar en el punto de la historia donde ahora se encontraba. Trifeau siempre fue consciente de su falta de memoria -de ahí las algarabías de apoyo- pero en ningún caso hasta ahora había sido consciente de la magnitud de su desvío. O eso, o algo extraño pasaba con Garrick. Hacía sólo unos minutos que él mismo había pulsado las teclas de su Olivetti narrando una escena en la que Garrick, después de una cena romántica con una vieja compañera de pasillos y algo más, se marchaba tras despedirse en el portal hasta donde la había acompañado. Ese era el punto en el que Trifeau había dejado de escribir para ir a buscar más tabaco en la mesilla de noche -lo guardaba allí porque cada mañana al verlo se juraba que sería el último y cada noche antes de acostarse se confortaba diciendo que era el primero del día porque ya pasaba de las doce-. Sin embargo, al volver y releer las últimas líneas -ya con el cigarro encendido entre los labios- se extrañó al comprobar que Garrick, su personaje, "se removía entre las sábanas de aquella cama que durante tanto tiempo había deseado en su juventud y por la que tuvo que esperar hasta aquel encuentro casual que desembocó en la cena romántica con despedida prolongada. Se acercó al teléfono." No recordaba haber escrito eso. Tampoco en el trayecto hasta su habitación había escuchado el sonido inconfundible de la máquina de escribir manchando el papel. En aquella casa sólo estaba él -muy a su pesar, a ratos- y su viejo perro Truman del que no se conocían hasta entonces dotes artísticas ni aptitudes para la escritura. Entonces, todavía sin comprender lo que había ocurrido, sonó el teléfono y del otro lado Trifeau escuchó:
"Lo siento jefe, pero si es por ti me marcho a casa sin ni siquiera besarla. He tenido que hacerlo sin tu permiso. Pero ya está. Vuelvo a ser tuyo. Puedes continuar dibujando mi destino a placer. ¡Ah! Sí. Soy Garrick."
Y es que Sucede Que Hoy me salté lo establecido...

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Luces En Los Charcos

Las calles vacías y mojadas ilustran el ánimo de una ciudad que se protege de la lluvia echando el pestillo de sus puertas. Sólo el sonido de algún autobús nocturno se escucha al pasar por delante, tan vacío y muerto como las avenidas. Para cuando mi vista ya no alcanza a verlo, el silencio vuelve a reinar. Toda la sinfonía es apenas el sonido de las gotas que caen de las cornisas y van a morir en los charcos de las aceras. A lo lejos, una sombra se proyecta sobre los escaparates apagados después de una jornada poco rentable por el mismo motivo por el que ahora la ciudad se atrinchera. Una sombra tal vez de mujer, a juzgar por la melena que se mueve alegre y va disminuyendo conforme los pasos se alejan cada vez más de mí. Y en mitad de la noche, caminando a solas entre los adoquines encharcados, pienso en mis propias sombras; esas que me persiguen y confunden la realidad con lo que fue. Sobre mí, en lo alto, por la farola que alumbra mi figura resbalan gotas de lluvia que parecen lágrimas, al recordar la ocasión en la que nos alumbró a los dos. Ahora sobra luz a mi alrededor. Demasiado espacio iluminado para un caminante nocturno solitario. Un quejido celeste alerta de que la tormenta todavía no se ha marchado y, sin tiempo de cortesía para llegar hasta el cobijo de un portal, de nuevo la lluvia empapa mi ropa y mi piel. Camino bajo el aguacero sin dejarme llevar por la histeria y la hidrofobia que ha infectado la ciudad. Me abrocho el cuello de la chaqueta, enfundo mis manos en los bolsillos y avanzo sin rumbo observando el reflejo de las luces de neón en los charcos.

Y es que Sucede Que Hoy recorrí la ciudad de noche en solitario...

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Palabras De Sanación

En forma de palabra tras palabra, de ideas amontonadas y cierto sentimiento esperanzador, te envío estas frases con el deseo de que produzcan el ansiado efecto sanador. Que al leerlas se produzca en tu cuerpo la reacción justa para hacer desaparecer el dolor, al tiempo que sonríes confundida por el poder oculto de la lectura impregnada de técnicas de curación. Por eso, y por lo que de cierto tiene el que lo hago de corazón, espero advertir pronto tu rápida, pero absoluta recuperación. Y en el intento de hacerte llegar todo mi calor, negocio con la noche para que te envuelva con su manto abrasador, como hizo aquella vez en que te soñé tumbada en la arena, desde la cama de mi habitación. La noche en que comenzaste a convertirte en musa de mi inspiración; en la piel en la que desde entonces he querido probar la pasión. Así que para comenzar a materializar efectos y que esto sirva de medicación, aquí te dejo mi consejo; te aseguro que funciona si lo ejerces con rutina y convicción. Empezaré diciendo que toda enfermedad proviene de una disfunción; una puerta abierta que ofrecemos a la infección. Para cerrarlas: sonrisas, felicidad y una buena dosis de amor. Que no mienten los que dicen que no hay medicina mejor. Yo te invito a que lo pruebes, a que intentes practicarlo siempre que tengas ocasión. No hay efectos secundarios y, si en algún momento te falta un ingrediente para la poción, llámame que intentaré hacerte sonreír, hacerte feliz y regalarte un poquito de mi amor.

Y es que Sucede Que Hoy quiero que te mejores...

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Melodía De Silencios

Te espero bajo el último árbol del parque, al lado de la fuente que tantas monedas me ha visto lanzar en busca de un deseo que tarda en cumplirse. Te espero sentado, sin prisas, con la mirada fija en un futuro incierto pero esperanzador, repleto de momentos que todavía habitan sólo en nuestra imaginación. Y para cuando decidas venir, hazlo sin avisar, de pronto, apareciendo por detrás sigilosamente. Llega y hazme saber sin hablar que has venido, que ya ha llegado el día, que desde entonces se da por comenzada la partida. Será como sentir la entrada de la primavera. Pero también te espero cauto, precavido, reservado; con el temor de volver a querer correr demasiado y ahogarme solo en un mar de reveses desdichados. Con la incertidumbre de si por esta vez irá ya en serio y no jugaremos a la fría y el olvidado. Te espero bajo el último árbol del parque, sabiendo que tampoco vendrás esta noche, pero con la esperanza de que el final de un ciclo demasiado ajetreado te devuelva al anterior estado y encuentres el camino para llegar al sitio donde llevo días esperándote sentado.

Y es que Sucede Que Hoy escuché tu melodía de silencios...

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Angustia De Desterrado

Como el personaje diminuto al que nadie presta atención en una obra de dimensiones colosales. El pequeño ser que, aún siendo parte de la historia narrada a pinceladas, ni siquiera el historiador advierte. Esa figura insignificante que sin embargo guarda en su mirada la fuerza expresiva y el drama que sustenta toda la creación. La única efigie que parece haber perdido el color y la única a la que la luz artificial no alcanza, quedando en la sombra. Lejos quedan ya los primeros bocetos en los que el artista había decidido que él sería su protagonista; grande, proporcionado, esbelto, centrado y mirando directamente a los ojos del espectador. Lejos también los días en que los colores vivos se deslizaban por sus ropajes con suavidad y alegría. Ahora, desterrado al rincón de la deshonra, siente cómo pasa inadvertido incluso ante los ojos de su creador. Cómo se diluye entre la nada y envejece sin remedio olvidado en un ángulo discreto. Y el dolor se hace todavía más insoportable cuando olvida la auto imposición de no mirar al frente y descubre a escasos metros de sí la figura de la Venus desnuda con los brazos abiertos invitándole a su paraíso de verdes intensos. Ninfas con susurros de sirena que tientan seduciendo a los sentidos, anulando todo poder racional. Y aunque el desasosiego aumenta y desazona la templanza del combatiente, en su escudo reza la insignia del tesón y la esperanza. No es destino de caballero caer olvidado en la batalla.

Y es que Sucede Que Hoy me esfuerzo por no inquietarme...

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Universo Paralelo

Amanecí desconcertado en un lugar en el que nunca antes había estado, rodeado de árboles y plantas de un verde intenso. Desperté de un sueño de ciudades y asfalto y al abrir los ojos descubrí que todo lo que había a mi alrededor era arena, vegetación y agua. Exploré intrigado los alrededores con la intención de encontrar alguna explicación a lo que estaba pasando y lo único que logré fue constatar que inexplicablemente me encontraba en una isla. Mi vista no alcanzaba a ver más que kilómetros y kilómetros de un mar cristalino aparentemente en calma. Continué caminando tanteando la costa hasta que, harto de dar vueltas en círculo a la diminuta -lo supe entonces- isla, me adentré en la selva frondosa que ocupaba el centro. Mi primera impresión fue la de estar penetrando en otro plano de la realidad; como retroceder en el tiempo viajando siglos conforme avanzaba con pasos temerosos hacia el interior. El entorno se oscurecía por la poca luz que atravesaba las densas copas de los árboles y la humedad penetraba hasta hacer sonar mis articulaciones como viejas bisagras de portones medievales. No había senda y me movía empujado por una suerte de instinto natural que me dirigía directo hacia un punto que desconocía. El silencio se apoderaba del espacio y fue entonces cuando me di cuenta de que en aquella isla no había vida animal. Entonces me llevé la mano al corazón para comprobar si seguía latiendo. Aquel ritmo acelerado que en otra ocasión me hubiera preocupado, esta vez me transmitió una calma y un alivio como hacía tiempo que no sentía. Y entre follaje y enormes rocas que entorpecían mi marcha llegué hasta un pequeño claro presidido por una especie de altar natural de piedra. Me acerqué hasta él con tiento y al llegar observé que en la superficie de aquel ara podía verme a mí mismo durmiendo en mi habitación. Alcé el rostro aturdido y comprobé que continuaba en aquella extraña isla a la que no sabía cómo había llegado. De nuevo miré y esta vez me asusté al ver cómo despertaba en esa representación y, sin levantarme de la cama, mirándome fijamente a mis propios ojos del otro lado de la realidad, me dije con mi misma voz que al fin había entendido que los límites del espacio y el tiempo no existían más que en mi mente.

Y es que Sucede Que Hoy traté de no limitarme...

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Los Tejados De París

Recuerdo los tejados de París como una antigua fotografía desgastada por el tiempo. Las cúpulas azuladas por la luz y la niebla crepusculares, las buhardillas coronadas por pináculos apuntando hacia un cielo que lucía más espléndido todavía sobre aquella ciudad, las primeras luces tras las cortinas de las ventanas. La noche caía lentamente sobre Montmartre y a lo lejos se divisaba entre la espesura difuminada la esbelta figura de la Torre Eiffel, como emergiendo de un mar de asfalto y hormigón, a la espera de vestirse de gala con su traje dorado de cada noche. A mis espaldas, blanca y colosal, la Basílica del Sacré Coeur ejercía su poder de anfitriona de aquel espacio abarrotado. Las escaleras parecían las gradas de un teatro clásico atestado de gente. Unos descansaban, otros charlaban, los había que incluso cantaban, pero antes o después todos ellos callaban y suspiraban al dirigir su vista al frente y admirar la belleza de un lugar que realmente atrapaba. Un hechizo que se respiraba en las paredes de las casas, en las calles, en el eco de su nombre susurrado por una voz femenina. París comenzaba a brillar por delante de mí, y mientras la bruma conquistaba calle a calle la ciudad, el embrujo de su magia me terminó de enamorar.

Y es que Sucede Que Hoy recordé aquella tarde en París...

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Me Sobra El Mundo Alrededor

Tengo la sana enfermedad de creerte sola a cada instante. Mi mente aisla todo lo que nos envuelve cuando estamos juntos rodeados de más gente y construye un escenario ficticio en el que sólo estamos tú y yo. Nada más importa. Me sobra el mundo alrededor cuando te tengo enfrente. De pronto es como si el universo entero se paralizara con la expectación del siguiente movimiento, la próxima mirada, la tímida palabra que sale sólo a media voz. Y en esa realidad paralela establecida a mi antojo, imagino que el cariño se hace visible saliéndonos por debajo de la ropa. Somos tan humanos cuando estamos solos; tan infinitamente humanos, tan insignificantemente humanos. Medimos nuestros pasos con la cautela del prudente por despecho, cuidamos cada instante al más mínimo detalle en la espera que se hace eterna, hasta que llega el momento clave y se desbarata todo el ceremonial. No existen protocolos cuando la naturalidad se hace con las riendas de la situación. Tú hablas, yo viajo. Tú ríes, yo embriago. Y para cuando ya mi mente no puede sostener más la ensoñación, mis ojos ya se han clavado en el fondo de los tuyos y no importa si la gente vuelve alrededor, porque ya nada puede distraer mi atención. Captas mis sentidos y me alejas de la situación. Para entonces ya no escucho ni la voz que parece decirme anda, vámonos que parece que hayas muerto a juzgar por tu expresión. Lo que no saben es que más que morir vivo, pues es pócima de vida lo que recibo cuando te miro.

Y es que Sucede Que Hoy creí tenerte a solas...

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Las Tres Y Diez

Entonces me giro sobresaltado y compruebo que sigues durmiendo plácidamente a mi lado. Respiro profundamente un par de veces, espero a que descienda el ritmo acelerado de mis pulsaciones, cojo tu mano por debajo de la almohada lentamente y vuelvo a cerrar los ojos con la esperanza de dejar atrás el sueño horroroso anterior y empezar uno nuevo en el que tú seas mi bálsamo. El reloj marca las tres y diez.

Y es que Sucede Que Hoy fuiste el alivio que necesitaba...

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Sin Miedo A Nada

Emborrachémonos de amor para olvidar las penas. Brindemos con pasión para endulzar el amargor que nos espera. Otorguemos al corazón la potestad de derrochar su entrega. Y antes de morir vaticinando, unámonos para que la incertidumbre sea pasajera. Que no importa si algún día tu futuro está allá afuera, pues no hay nada más sincero que el deseo de ir a verte adonde sea. Y ojalá no olvides que es fluyendo y paso a paso como se realizan las quimeras. Que el futuro acaba siempre haciéndose presente aunque no quieras.

Y es que Sucede Que Hoy no hipotequé mi vida a un pronóstico...

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Preso De Amor

Hace días que no duermo pensando en tu vida. Qué habrás hecho durante todo este tiempo, quién habrá ocupado mi lado de la cama, cuándo fue el día que involuntariamente empezaste a olvidarme sabiendo que no saldría. Yo sin embargo no he dejado de pensar en ti cada día, desde el toque matutino que nos avisa para desayunar hasta cuando sólo las luces de emergencia del pasillo iluminan una celda que cada vez me parece más pequeña. En todos estos años no ha habido forma de habituarme a este espacio. Echo en falta tu olor en toda la casa, escuchar el sonido tan tuyo al caminar, el eco de tu voz resonando en las paredes aún cuando te marchabas del hogar. Y sé que hace tiempo que no te escribo, pero la vida no es fácil aquí dentro. De no ser porque quien ocupa la celda de enfrente me ha prestado un trozo de su papel y el bolígrafo lanzándolo de parte a parte del pasillo tampoco esta carta hubiera existido. Hace tiempo que no tengo muchos amigos aquí adentro. Todo comenzó a los pocos meses de entrar, cuando mi llanto infortunaba en mitad de la noche al resto de reos. Cuando gritaba tu nombre entre sollozos hasta que los del turno de noche terminaban apaleándome en mitad del pasillo. Yo ni siquiera sentía el dolor por los golpes; me pesaba más la pena de saber que te perdía. Pero con esta carta sólo quiero hacerte saber que eres mi esperanza aquí. Mi hilo de vida, mi constante, mi vía de escape. Aferrarme a tu recuerdo es lo único que me libra de la locura entre rejas. Que a veces, cuando todos duermen, yo dibujo en el techo tu cuerpo con la mente y sueño que te acaricio el cuello y la espalda en silencio. Y cuando los primeros rayos de luz empiezan a iluminar el pasillo, el sueño me alcanza con la sonrisa plácida de creer que he compartido la noche contigo. Ya sé que te parecerá tonto, pero créeme que cuando echas de menos algo tanto, es suficiente la imaginación para recrear escenas y no acabar muriendo ansioso. Volveré algún día. Cuando este infierno acabe. Volveré y te miraré de frente a los ojos para ver si reconoces en los míos al hombre que fui antes de pasar este funeral en vida, y si encuentras un resquicio de la llama de nuestro amor todavía viva, olvidaré el pasado porque será como retomar una vida que me fue desposeída.

Y es que Sucede Que Hoy me sentí preso de amor...

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Al Respirar, Te Recuerdo

El amor es un olor atribuido al recuerdo de tu perfume en mi cabeza.

Y es que Sucede Que Hoy te recordé por tu perfume...
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El Perfil De Tu Rostro En La Noche

Todavía recuerdo el perfil de tu cara cuando subiste aquella noche inesperada a mi coche dispuesta a perderte en la oscuridad nocturna a mi lado. La imagen de tu rostro dibujado con punta fina me viene a la mente y lo recuerdo con una sonrisa en los labios mientras un escalofrío recorre mi cuerpo. Sería imposible olvidar aquel pelo recogido en una coleta alta; aquel perfil de musa con líneas perfectamente trazadas al contraluz de una farola; la superficie plana de tu frente, el acantilado de tu nariz descendiendo vertiginosamente hasta la brecha de tus labios a medio cerrar; tu barbilla respingona, perfectamente curva y aparentemente suave como un pétalo, hasta llegar a tu cuello desnudo en un trayecto sin fin hacia tu pecho, digno hogar para un corazón así. Afuera la ciudad respiraba un aire navideño y las calles iluminadas te rendían pleitesía conforme el coche avanzaba por ellas. Los árboles dormidos despertaban para hacerte la reverencia, las farolas parpadeaba celebrando la fiesta de tu paso, las flores de los balcones danzaban al compás del sonido de los pájaros acurrucados en sus nidos. Por delante una madrugada fría nos esperaba alejados de aquella jungla de asfalto y mi corazón palpitaba con más fuerza conforme las farolas se distanciaban más entre sí, anunciando el fin cercano de la civilización. Y mientras mi mente recorre los pasajes de aquella noche, mi esperanza se acomoda en la posibilidad de repetir la experiencia y encontrarte pronto de nuevo enfundada en tu abrigo rojo, sentada en el asiento de mi lado en el coche, rumbo a un reino sin luz.

Y es que Sucede Que Hoy recordé aquella vez...

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Recorriendo Tu Piel

Por delante de mí tus piernas infinitas, tu cuerpo a medio vestir, tu piel a medio lucir. Allá lejos, tan lejos como el país que te separa, tu cabeza ladeada esconde una sonrisa ahogada en parte en la almohada arrugada. El pelo revuelto oculta tu mirada perdida en la nada con los ojos entornados y bailando en espiral. En tu cara brilla el rojo ardiente de una pasión de entrañas; la humedad de las sábanas confirma que la escena es censurada. En tus labios se amontonan los besos que quedan por regalarnos y el carmín corrido se destapa como prueba del delito. El pecado más sagrado, de todos los vicios el más sano. Y mientras te remueves contenida sobre el colchón ahora ya desnudo -las sábanas cubren el suelo de blanco-, en tu cuello se trazan líneas tensionadas de vena, arteria y músculo. Por su precipicio todavía ruedan moribundos los restos de los besos que en silencio te he asestado estocándote en la yugular en celo. Y siguiendo el recorrido de tu cuerpo desciendo hasta el paisaje montañoso de tu pecho semicubierto con telas intrusas. Luego acaricio el camino hasta tu ombligo y acampo en él con mis sienes descansando en su danza acompasada con la respiración agitada. Y de pronto termina el viaje y mi reposo dormido sobre tu vientre se convierte en la última imagen. Por delante de mí tus piernas infinitas, tu cuerpo a medio vestir, tu piel a medio lucir, que ahora se desvanece al tiempo que mis párpados se empiezan a abrir. Bonito recorrerte aunque existieras sólo en mí.

Y es que Sucede Que Hoy te recorrí en mis sueños...

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El Primer Vuelo

Estoy a punto de cerrar la maleta. Me marcho. Pensado y hecho. No hay nada que me frene. Tengo ganas, ilusión y el dinero suficiente. Me voy lejos. A buscarte. A decirte que me encantas, que me muero. Y no espero tu respuesta, me bastará con ver tu gesto. Es que verás, ya no sé cómo decirte esto. Que me gustas, que te siento, y que si no te quiero es porque aún llevo pisado el freno. Porque todavía debo tener los pies en el suelo. Porque temo. Temo que en lugar de sonreírme gires la cara y vuelva a reinar el silencio. Que en lugar de abrazarme alces la voz y grites: "tu locura no la cura ni un experto". Pero me marcho. Y lo hago consciente de la incertidumbre y hasta del rechazo. De los peros, de los frenos, del saber que esto no lo haría si estuviera algo más cuerdo. Y lo acepto. Pero vuelo. Pronto estaré en el aeropuerto. Esperando a una voz que diga "atención a todos los pasajeros". Entonces sentiré un nudo en el pecho. Embarcaré, temblaré y soñaré con el encuentro. Soñaré con un momento. El momento de llamarte y decirte estoy aquí; estoy enfrente de una ventana por la que te estoy viendo. Y reirás, incrédula. Y reiré, nervioso. Y mirarás, por si acaso. Y me verás, nervioso. Todavía más nervioso. Será el instante decisivo: ¿por qué no me besas y nos ahorramos la tensión del momento? Pero callo y espero atento. Y aunque no he abierto aún la boca, por si acaso me la cierras con un beso.

Y es que Sucede Que Hoy cogería el primer vuelo...

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Otro Nuevo Amanecer

Y no cansarme de mirarte mientras bebes indiferente el café caliente de la taza. Y querer que nunca acabe el sorbo por no sentir celos del borde de cerámica manchado de tu carmín rojo. Y poder hablar contigo mientras nuestras piernas se acarician por debajo del mantel. Y desear que te revuelvas entre las sábanas soñando, mientras yo te observo trasnochado y te acaricio el cuerpo a un centímetro de tu piel. Y mirar a oscuras el suelo de la habitación y distinguir entre sombras la ropa esparcida que nos desgarramos antes de entregarnos al placer. Y cerrar al fin los ojos sabiendo que respiras a mi lado otro nuevo amanecer.

Y es que Sucede Que Hoy fueron suficientes seis frases...

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Tanto Tiempo

Te he esperado durante tanto tiempo que el tiempo se ha cansado de esperarte antes que yo.
Te he esperado durante tanto tiempo que no importa si no es hoy porque ya lo fue por siempre.
Te he esperado durante tanto tiempo que el destino acabó enviándote por desasosiego.
Te he esperado durante tanto tiempo que en la espera le dio tiempo a mi deseo a ir en aumento.
Te he esperado durante tanto tiempo que ahora sólo espero encontrarte en cada puerto.
Te he esperado durante tanto tiempo que por más que desespere me he rendido a ser tu preso.
Te he esperado durante tanto tiempo que el corazón dejó de latir y sin embargo no estoy muerto.
Te he esperado durante tanto tiempo que esperándote y soñándote te he llevado siempre adentro.
Te he esperado durante tanto tiempo que hace días que volviste y todavía no lo creo.

Y es que Sucede Que Hoy volví a esperarte sin desesperarme...
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