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Miniatura De Vida

-Florentino, se ha de llamar Florentino, como el ilustre personaje del más ilustre todavía escritor colombiano. Y con Florentino se quedó a pesar de no ser humano el cuerpo de aquel árbol que sin embargo rebosaba vida pese a su calvicie estacional. Desde aquel día, el pequeño bonsái quedó bautizado y se le concedió el mejor convite con horas de agua y sol sobre el muro del balcón más alto de la casa. Y después de la resaca y los excesos ocupó el que debiera ser su lugar salvo en los días festivos y en las ocasiones especiales; justo sobre el alféizar de la ventana de la habitación del dueño, para que en las noches de luna llena se proyectara su sombra engrandecida sobre la cortina. Durante el día, la diminuta criatura respiraba los aires puros que descendían de las montañas lejanas y brindaba con los rayos de sol hasta culminar una fotosíntesis de la que el resto de plantas del entorno sentían una envidia poco sana. Se decía de él que era dado a los abusos de vida y a las borracheras de clorofila y que aprovechaba las mañanas de música clásica de su amo para hacer bailar sus raíces por debajo de la tierra de la maceta. Y fue tal vez por eso que creció fuerte y sano, con hojas enanas de un verde intenso y vivo, mimado por las caricias y los versos que le recitaba su dueño en las noches en las que ni uno ni otro podían dormir, arrastrados por la marea de sus musas retomadas del olvido por los descuidos de la memoria.

Y es que Sucede Que Hoy me regalaron un bonsái...

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Entrañas Glaciales

Fue suficiente el frío de un adiós para hacerle saber que su corazón se había congelado a base de infortunios y dolores en el amor. Que no era el mismo de antaño; aquel que latía con fuerza y su calor se proyectaba hacia el exterior en forma de caricias y atenciones de las que ahora sólo quedaba el recuerdo. Las sombras de lo que un tiempo fue y se marchó vagaban sin dueño por el lejano reino de unos sentimientos que, desde entonces, jamás habían vuelto a entregarse de la manera en que lo hicieron cuando sus te quiero iban dirigidos todavía a él. Ahora, sin embargo, la escarcha colgaba de sus entrañas glaciales y los únicos atisbos de cariño y dedicación se esfumaban al instante de generarse en su pensamiento. De todo su bagaje sólo conservó la pasión que acostumbraba a derrochar en cada gesto de amor, pero incluso la magia y la entrega habían decidido abandonarlo el mismo día en que derramó la última lágrima por su primer dolor de amor. Ni siquiera sus manos eran capaces de rememorar la manera en la que se deslizaban por la piel de otro cuerpo; ni su voz podía recordar si debía hablar o no después de un beso; ni sus ojos se acordaban ya de cerrarse al sentir otros labios en contacto con los suyos. Su corazón ardiente y entregado en otros tiempos se había convertido en un órgano aséptico. Y fue cuando intentó llorar y descubrió que las lágrimas se habían exiliado de sus lagrimales cuando comprendió que necesitaba una cura de amor. Un impulso de fervor afectuoso como el que la primavera regalaba cada mes de marzo. Un encuentro sanador que le devolviese la ilusión por recuperar del desván de su pecho los sentimientos despojados a fuerza de dolor y desamor.

Y es que Sucede Que Hoy encontró sólo frío en su interior...

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Antesala Del Final

Hacía días que el ruido de las explosiones se escuchaba casi más próximo que los propios latidos de su corazón maltrecho. El paisaje que podía verse a través de la ventana sin cristal del salón de lo que un día fue su hogar era desolador. Sólo escombros, sacos de arena formando trincheras desiertas, casquillos de bala como colillas por el suelo de las aceras plagadas de socavones y lo poco que quedaba de los edificios de los alrededores. Entregado a la ruina del destino amargo de sus últimos días, el anciano Ernst esperaba a la muerte recostado en el interior de la bañera, con la única fotografía de su esposa que había podido salvar apoyada sobre el pecho. Y mientras permanecía inmóvil con los ojos cerrados abandonado a su hora, recordó el inicio de un amor del que ya sólo quedaba el recuerdo, la fotografía y el pesar por la pérdida de su amada esposa. Su memoria viajó hasta los tiempos de paz, en su pueblo natal, en el día en que el dios del que ahora desconfiaba le quiso regalar la visión de aquella joven atravesando el camino de tierra montada en su bicicleta. Creyó sentir los mismos rayos de sol que aquella mañana le habían dorado la piel sentado a las puertas de su casa a la espera del regreso de su musa. Y sucedió el regreso y de nuevo la admiración, la sonrisa ingenua, el rubor en sus mejillas, el latido intenso de un corazón que comenzaba a despertar a los encantos del amor. Pero de pronto, una fuerte explosión le sacó de aquel sueño en la vigilia y se conmovió al comprobar que todo lo que podía escuchar era un pitido intenso y agudo que le atravesaba de lado a lado el cráneo. Por lo demás, el silencio absoluto, antesala del final. Un hilo de sangre comenzó a descender lento, ardiente y espeso de sus tímpanos desbordados por el estruendo. Lo que Ernst no sabía era que aquella sangre habría de confundirse con la que sólo segundos después anegaría la bañera entera y las calles de toda una ciudad entregada al fracaso por el delirio de un ser abominable.

Y es que Sucede Que Hoy los ecos de la guerra me visitaron...

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En La Espera Del Semáforo

La niebla espesa caía sobre la ciudad de noche cubriendo los techos de los coches de una brillante capa de humedad reveladora de dibujos invisibles en los cristales. El semáforo de la esquina de tu casa se puso en rojo justo antes de mi paso, no sé ya si por azar o porque hasta aquel cruce mi inconsciente había jugado con la velocidad para cuadrar mi llegada con el cambio de color. Mientras esperaba, comprobé que las flores seguían vivas en tu balcón a pesar del frío de las noches en soledad y al mirarlas recordé su olor tan real como la mañana en la que me regalaron su perfume por primera vez después del amor. Y con la mirada perdida en lo alto tratando de intuir tu cama a través de la ventana imaginé que llegabas con tu coche, dispuesta a guardarlo en el garaje cuyo acceso bloqueaba el mío. Dibujé en mi mente cada escena de aquella película que sólo estaba sucediendo en mi imaginación, movida por el impulso de encontrarte un día sin más en aquella misma esquina. Tú llegabas, el semáforo cambiaba, arrancábamos los dos, tú sin darte cuenta todavía de mi presencia, tu intermitente hacia el garaje, el mío hacia el lado opuesto para aparcar en doble fila de cualquier manera y correr hacia tu coche dispuesto a subir a tu lado sin preguntar. Y calmar tu susto con un beso que te hiciese reconocerme en la penumbra de la farola fundida, mientras la plataforma del ascensor del párking descendía lentamente en un viaje hasta los subsuelos de la pasión. Y sin mediar palabra, mirar de cerca de nuevo el reflejo de mis ojos en los tuyos, palpar tu rostro recordando el tacto de tu piel en mis dedos y marcharme sellando tu adiós silencioso con un último beso. Pero aquel cortometraje quedó grabado para siempre sólo en mi cabeza. Fuera de ella, el semáforo cambió a verde y por el retrovisor de mi coche lo único que se veía era la soledad de una calle vacía y neblinosa.

Y es que Sucede Que Hoy te recordé en la espera del semáforo...

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Con La Voz Entrecortada

Sucede. Sucede que. Sucede que hoy. Sucede que hoy busqué. Sucede que hoy busqué la. Sucede que hoy busqué la manera. Sucede que hoy busqué la manera de. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y. Sucede que hoy busqué la manera de encontrar a solas para tenerte frente a frente y poder. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya tenía. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya tenía ganas. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya tenía ganas de. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya tenía ganas de volver. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya tenía ganas de volver a. Sucede que hoy busqué la manera de encontrarte a solas para tenerte frente a frente y poder decirte que ya tenía ganas de volver a verte.

Y es que Sucede Que Hoy lo intenté pero se entrecortó mi voz...
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Viena A Bordo Del Tranvía

Al otro lado del cristal empañado del tranvía el cielo descargaba con rabia su ira sobre una Viena empapada en cuestión de minutos. La humedad traspasaba la vieja chapa de aquel tranvía cargado de historia que circulaba por el centro de la ciudad en un recorrido circular sin fin. Las gotas resbalaban por el vidrio de las ventanas dibujando trayectorias imposibles a fuerza de un viento arremolinado que soplaba intenso en el exterior. Sentado en uno de los asientos de madera vieja del vagón recordaba todas y cada una de las emociones que las diferentes ciudades visitadas me habían transmitido, repasando la felicidad derrochada en dos semanas de viajes, trenes, hostales y estaciones. Entretanto, el traqueteo y el sonido de la lluvia me acompañaban en aquella tarde en la que Viena se escondió de la voracidad de mis pasos y las ganas de mundo insaciables de mis ojos. La gente corría despavorida bajo la lluvia repentina y los coches levantaban el agua de los charcos a su paso, bautizando sin compasión a los desprotegidos de las aceras. Y como el gris del cielo agrietado por los truenos, los días se agotaban en un calendario que no quiso detener el transcurso de sus hojas efímeras. Atrás quedaban las anécdotas y los secretos escondidos en los rincones de las ciudades, a la espera de un retorno a bordo de dos trenes que nos hiciese poner el broche final a una experiencia única mostrándonos de nuevo la bella París. Y fue en aquella ciudad donde dejé olvidado un suspiro lanzado al presenciar el espectáculo de lluvia a través del cristal, jurando que volvería a recuperar el suspiro entregado y admirar de nuevo sus edificios y su historia sin el reflejo del cristal de aquel tranvía mediando entre los dos.

Y es que Sucede Que Hoy recordé Viena a bordo del tranvía...

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Tu Voz Entre El Tráfico

Y sin más aviso que el cambio repentino del semáforo, tu voz resonó con un eco tan cercano que mi piel comenzó a erizarse incluso antes de que llegara a procesar el sonido de aquella tonalidad familiar. La gente deambulaba ajena por las aceras siempre transitadas de tu barrio en aquella hora en la que bastó escuchar un grito con mi nombre para saber que habías sido tú la dueña del clamor. Hacía más de un año que no escuchaba tu melodiosa voz en la realidad y, no sé si por el largo tiempo en el que me acostumbré a ella, o por el hecho de recordarla y sentirla en mi oído en más de una, dos y mil noches, volver a escucharla incluso entre el bramido del tráfico en la ciudad me trajo al instante tu recuerdo. La tarde avanzaba en la misma dirección de mi marcha, con la oscuridad pisándome los talones y el rumor de aquel alarido inesperado me acompañó en el camino de regreso a casa. En mi mente, miles de imágenes se hacinaban pasando como los frames a cámara lenta de una película empolvada por el tiempo y el olvido forzado de la memoria. Y aunque nunca tuve ni tendré la certeza de que aquella voz que vino a clavarse en mis oídos una tarde de las muchas en las que ya te había olvidado fuese la tuya, nunca nadie me podrá arrebatar la sensación que recorrió mi cuerpo durante el fugaz segundo del reencuentro con las palabras adornadas por tus labios ya enterrados.

Y es que Sucede Que Hoy creí escuchar tu voz de nuevo...

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Arbeit Macht Frei

Fue el día en el que Itzhak decidió no seguir cavando el túnel cuando el resto de los que formaban la división del crematorio entendieron que no podían escapar al destino de pasar el resto de sus vidas entre las alambradas y los barracones del campo de concentración. Hasta ese momento, día tras día, el grupo de presos destinado a mantener los hornos al rojo vivo cavaban con las palas del carbón y sus propias manos un túnel oculto tras el muro del último horno. Un horno que había dejado de ser útil desde que el general de las SS al mando se enteró por el registro de que entre las llamas de esas paredes se había desintegrado su mejor amigo de la infancia, capturado por orden suya meses atrás sin ni siquiera mirar el nombre del inquilino de aquel piso de mala muerte. Le bastaba la cruz dorada de seis puntas que colgaba de su cuello para perder el derecho a todo, incluso a identificarse. Pero Itzhak, afligido por la falta de aliento y los pulmones repletos de ceniza, no pudo sino entregarse a la derrota y aceptar un porvenir del que la única escapatoria pasaba por la victoria de un ejército del que no formaba parte. Atrás quedarían las largas jornadas en las que aprovechaban los momentos de descanso de la guardia para avanzar algunos metros, ocultando la tierra extraída entre las montañas de cenizas de los que habían corrido peor suerte que ellos. Pero más atrás todavía quedaban las tantas ocasiones en las que Itzhak se había planteado entregarse él mismo a la voracidad de las llamas en uno de los muchos momentos que tuvo para hacerlo, sin llegar nunca a culminarlo, más por un hilo casi invisible de esperanza de que todo aquel infierno terminara pronto, que por falta de valor o decisión. Sin embargo llegó el día en el que faltó a su turno porque entendió que a pesar de lograr el utópico plan del túnel secreto, seguramente al otro lado del mismo estaría esperándoles la guadaña de la muerte bajo cualquier forma, ya que la vida la habían perdido mucho tiempo atrás; justo el mismo día en el que atravesaron aquella puerta enorme de hierro en la que se podía leer la sentencia "Arbeit Macht Frei".

Y es que Sucede Que Hoy volví a Berlín mentalmente...

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Ensoñación

Un día soñé que pensaba que soñar era seguir pensando en la inconsciencia de un sueño pensativo o de un pensamiento soñador. Que durante la liturgia de las horas durmientes no cesaba en mis labores de pesquisas con las dudas y los enigmas que en la vigilia habían quedado sin responder. ¿Era o sentía? ¿Creía estar viviendo o vivía? ¿Soñaba estar despierto o despertaba envuelto en sueños? Y fue durante el tiempo entre sábanas que entendí aquellos versos que decían que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son. Pues soñando que pensaba me acercaba al conocimiento de que pensar es sólo un sueño que persiguen los filósofos que, durante toda su vida, sólo han aprendido que la sabiduría se alcanza en otra vida a la que se se llega después de exprimir la que nos dan. Que no importa si setenta o setecientos, estos años sólo sirven para practicar. Para experimentar y ser conscientes de que no es ahora cuando debemos despertar y que el camino es largo, pero se hace al caminar. Y entre sueños vagos y pensamientos vaporosos olvidé contar el tiempo que hacía que no soñaba, que no pensaba. Y olvidé que fue durmiendo la última vez en la que creí estar despierto, pues no volví a sentir en vida lo que pude percibir en aquel sueño. Pero fue justo al despertar que entendí el significado de aquellos sueños y pensando que vivía respiré olvidando que hacía años que estaba muerto.

Y es que Sucede Que Hoy soñé y pensé y también viceversa...

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Recordando Un Primer Encuentro

Volver a pisar aquel mismo suelo le transportó sin remedio hasta la primera noche que la vida le regaló su presencia. Recordó el temblor de sus manos agitadas por el frío y el nerviosismo del encuentro inminente; la respiración jadeante y profunda al ver cómo se acercaba el momento; el pulso acelerado de un corazón emocionado por la cita. El ambiente espesaba con la niebla prenavideña y en el cielo una luna reluciente sostenía la luz tenue que iluminaba la escena. En el reloj los minutos pasaban tan lentos que por momentos creía ver cómo las manecillas se burlaban retrocediendo en la esfera plana. Disimulando, mirando un escaparate iluminado, esperaba su llegada nervioso. En realidad, aunque eso nunca lo reconocería, lo que miraba a través del cristal del escaparate era su propio reflejo, pasando revista meticulosamente a cada centímetro de su cuerpo para causar una buena impresión. Desde la bufanda, hasta los cordones, pasando por la caída prevista, aunque disimulada, de los pantalones que finalmente había elegido después de desechar otros tres. La gente, entretanto, iba y venía a sus espaldas inmersa en conversaciones pasajeras de las que sólo flotaban palabras sueltas tras sus pasos fugaces. Sin embargo era el sonido de esos pasos inconfundibles de mujer los que más se le clavaban ante la duda de si eran los de ella o no. La espera se prolongaba y por cada minuto que pasaba sin producirse el encuentro, su palpitar aumentaba el ritmo de tal manera, que de no haber sido invierno y andar enfundado contra el frío, el corazón parecería salir desbocado de su pecho. Y de pronto, justo por el lugar por el que menos pensaba que iba a aparecer, silenciosa, sin pasos sonoros, sin perfumes delatores ni avisos lejanos, apareció sonriente por la puerta de atrás saludando alegre con un "hola" que ocultaba un nerviosismo latente en su voz.

Y es que Sucede Que Hoy recordé el primer encuentro...

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El Caprichoso Viaje De La Enfermedad

En su cara se reflejaba el indomable y caprichoso viaje de la enfermedad. La tristeza de su rostro, gris y apagado como una flor mustia en otoño, mostraba el desencanto ante una vida que había decidido perder la batalla de la salud. En su mirada se intuía el pesar por las horas lentas y anodinas apoltronada en su contra en una cama empapada en lágrimas silenciosas derramadas en la soledad de las noches. Y en sus palabras reverberaba un eco profundo de esperanza ante el infortunio que le había tocado vivir porque así estaba escrito en su destino. Pero esa esperanza caía en saco roto ante las caras de los doctores y sus frases a medio terminar, ocultando una información que ninguno de ellos se sentía capaz de dar. Entretanto, sus movimientos torpes y lentos chocaban con la sensatez de unas palabras que salían tímidas de unos labios ensuciados por la inquebrantable seña del sufrimiento y la enfermedad. Su piel, fría y del color de las sábanas, dejaba entrever el sinuoso curso de unas venas por las que corría una sangre gélida y turbia impregnada en cortisona. Pero la incertidumbre de su diagnóstico le provocaba más dolor que todas las agujas que colgaban de su brazo repleto de goteros. La ciencia estaba tardando más de lo normal en esclarecer la causa de su estado, mientras ella poco a poco se consumía acurrucada entre recuerdos de tiempos mejores. Y allí, acostada junto a la ventana observaba cómo pasaba el invierno sin esperarla, mientras su cuerpo endeble y afligido se removía sobre el colchón para no entregarse a las llagas de la inactividad. Sin embargo saldría de aquella y lo vi en sus ojos mientras disfrutaba del pequeño placer de un paquete de pipas peladas al tiempo que su mente anhelaba caminar como la gente que se veía en las aceras de la avenida donde, por desgracia, se hospedaba temporalmente.

Y es que Sucede Que Hoy la observé en su cama del Hospital...

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Las Raíces Del Amor

Y el quejido del amor le sobrevino con tal fuerza que un sentimiento tan absurdo como aquel llegó para instalarse y reinar en su alma. Pero la espera se hizo tan larga que sus piernas enraizaron con la tierra húmeda y oscura que se abría bajo sus pies, aprisionando a un corazón que se negaba al derrotismo. Como tallos enrevesados ascendían por su cuerpo los delirios de un cariño no correspondido, mientras el veneno de la incertidumbre se le inoculaba con la suavidad con la que la abeja desprendía el polen de la flor cada primavera. Y ni el viento ni la lluvia fueron capaces de desarmar aquel nudo de infortunios que la desdicha le había presentado en los tiempos en los que hablar de entrega y pasión era sólo un juego de premoniciones y futuros lejanos e inciertos. La confusión le golpeaba duro cada noche acabando con la sensación de paz y esperanza con la que cada mañana se enfrentaba al nuevo día. Y allí, enraizado al suelo en mitad de la mísera nada, su cuerpo permaneció durante años hasta tal punto, que los niños del lugar jugaban a hacerle rabiar para ver si salía corriendo tras ellos, ajenos al impedimento próximo al vudú que le obstaculizaba para poder dar un paso y terminar con la mofa. La misma inmovilidad que le invadió el día en que por primera vez sintió sus manos acariciándole, le atormentaba ahora agravada por el peso de la desazón de saberse tan distante en su memoria. Y con la llegada de la hojarasca una tarde violeta acariciando un crepúsculo otoñal, una carta escrita sobre un papel viejo y arrugado lanzado al aire desde un punto lo suficientemente lejano como para que en el camino se hubiese impregnado del aroma del tiempo, le llegó a la cara empujada por la fuerza del aire y, como quien se desprende de una máscara, la apartó para leerla. Sólo entonces volvió a sonreír y con un leve chasquido las raíces retorcidas de sus piernas se desprendieron devolviéndole la libertad para echar a correr en busca de un amor que se marchó con la misma improvisación con la que tiempo atrás había llegado...

Y es que Sucede Que Hoy me identifiqué con Florentino Ariza...

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Historia De Una Moleskine

Aquel tesoro en forma de cuaderno había recorrido tanto mundo que cada una de sus páginas desprendía el olor de un país. Páginas repletas de historias, dibujos, sensaciones, sentimientos, descripciones y notas que le habían sobrevenido en sus numerosos viajes. París, Amsterdam, Berlín, Praga, Viena, Roma, Florencia, Venecia, Londres... Grandes genios de todas las ramas artísticas contaban con una de ellas para plasmar sus esquemas, argumentos, ideas, bocetos o versos fugaces en las tardes de café. De Van Gogh a Picasso, de Hemingway a Chatwin o Sartre, durante siglos los más preciados cuadernos de los grandes artistas y pensadores siempre había tenido un mismo nombre: Moleskine. Y yo, ahora, armado con una de ellas, me dispongo a recorrer el mundo y continuar mi eterno viaje por tierras lejanas en las que respirar nuevos aires inspiradores de historias, de imágenes, de experiencias; sensaciones, vivencias...Y en la travesía me acompañará mi cuaderno de tapas de piel y hojas amarillentas, hasta que sus páginas se cubran con sinuosos ríos de tinta que den forma a mis pensamientos. Y en la primera página escribiré el nombre, pero no la dirección. Por si alguna vez se pierde y encuentra nuevo dueño, sepa a quien perteneció, pero no cómo hacérsela llegar. Porque el viaje de la cultura no tiene límite y compartirla puede ser un regalo. Y en ese momento sentiré que he perdido parte de mí. Que existe alguien en el mundo que es poseedor de lo más preciado de mi intimidad. Pero entonces entenderé que la aventura del cuaderno seguirá su curso sin mí y sus páginas seguirán cubriéndose de otras tintas hasta que el tiempo o el olvido acabe con ellas, o el destino haga que me reencuentre con ella un día, perdida en algún país.

Y es que Sucede Que Hoy me acordé de mi Moleskine...

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Flotando A La Deriva

Como un leño a la deriva impulsado por el oleaje de tu marea hasta que llegue el día de quedar varado en la playa de tu boca. Flotando en la superficie de un mar turbio de sentimientos cálidos enfriados a fuerza de distancia y silencio. Vagando sin rumbo a nado hasta desistir y entregarme sumiso a la corriente. Empapando mi espalda con el agua gélida que desprende el iceberg de tu temporalidad tozuda pero necesaria, mientras mi rostro mira al cielo y contempla taciturno la luna. Surcando sin norte ni brújula los océanos de tu mirada azul ausente. Arrastrándome sin fuerzas en la dirección opuesta a la costa que se expande en el desfiladero de tu pecho. Recorriendo millas sin sentido con la incertidumbre de si me acercan o me alejan más de ti. Y aunque las fuerzas no han flaqueado por momentos sube la marea y siento el agua al cuello. Gana en intensidad el oleaje y me empuja como a una lágrima en el recorrido infinito del torbellino bravo y feroz hacia las profundidades de la oscuridad absoluta. Y cuando estoy a punto de sucumbir ante el despiadado embate del mar, una luz se apodera de mi cuerpo y me empuja hacia la superficie. Una luz que esclarece las dudas y me ayuda a comprenderlo todo. Que la marea, tal y como sube, baja. Que las tormentas amainan y el mar también se viste de calma. Que detrás de las nubes nunca deja de brillar el sol. Que dejar correr el tiempo es positivo y productivo. Que de no hacerlo el disfrute sería efímero. Porque para lanzarse al mar primero hay que reparar las grietas del bote y restaurar la ilusión por volver a ver el reflejo de la luna con su estela blanca. Y la distancia me permite ahora valorar la situación sin el torpe impedimento del desasosiego, siempre tan tempranero e inoportuno. Y entiendo que el mar nunca dejará de ser azul, como yo nunca dejaré de admirar el azul del mar en tus ojos.

Y es que Sucede Que Hoy llegué al fondo y lo valoré...

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Silencio De Labios Sellados

Cuenta la leyenda que fue de tanto escribir por lo que se quedó sin habla. Que de las horas que pasaba encerrado en su alcoba frente al papel en blanco fue que poco a poco perdió el don de la palabra. Él que siempre había sido tan eminente en el discurso, tan meloso en el complicado arte de la seducción, a través de los sonidos que emanaban de sus labios. Y sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo acabó sentenciado al silencio de las hojas muertas; al castigo de la más aterradora mudez. Y cuentan las malas lenguas que fue por un amor prohibido su cambio de actitud ante la vida. Que adoptó desgarrado el silencio de la pluma y el tintero tras los días grises de un sentimiento robado. Que transformó lágrimas en palabras que corrían por el papel enlazando sollozos sordos ahogados en tinta negra. Que jugó a enmudecer poco a poco incapaz de hacerle frente al sufrimiento de un alma carente de cordura. Y se dice que nunca más salió de su buhardilla y el único mundo que vio fue el que imaginaba página tras página plasmando historias idílicas de lo que pudo ser y nunca fue. Que escribía tantos relatos que al final de cada día los tenía que romper y en la noche, atormentado, presa de un amargo sentimiento los volvía a recomponer. Pero lo que no cuenta nadie porque nadie lo ha podido nunca saber es que su silencio era voluntario, un capricho, un deber. Porque un día se juró no volver a utilizar su voz mas que para decir te quiero a la que un día marchó con la esperanza de volver. Porque sabía que sólo el beso de aquellos mismos labios le podía devolver el habla de la misma manera que un día le había hecho enmudecer.

Y es que Sucede Que Hoy encontré la medicina para la mudez...

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Cabalgando A Lomos De La Esperanza

Cabalgando a lomos de la esperanza atravieso campos yermos por tierras lejanas. Traspaso las fronteras de la dignidad en una expedición que me encamina hacia el remoto reino de la sonrisa. Viajo sin demora en busca de un preciado tesoro que se oculta en los bosques espesos de la distante dicha. La armadura pesa y lo hace hasta dejarme exhausto. Pero me niego a desprenderme del metal en el que un día se reflejó su rostro y en el que se posaron cálidas sus manos. Y aunque en el camino no pueda sino más que mirar a lo lejos el horizonte y entregar mis lágrimas por el viento gélido y veloz que me viene a rozar los ojos, sé que con mi llegada y el descubrimiento de la fortuna sólo habrá lugar para la felicidad. Será momento de que en el prado florezcan fuertes los girasoles, de que el río retumbe con la bravura de sus corrientes impetuosas, de que los búhos hagan resonar febril su canto nocturno. Entonces volveré recorriendo el mismo camino de vuelta hasta llegar de nuevo a mi castillo. Ese que hoy parece derrumbarse por las noches soltando sus quejidos de madera vieja y carcomida por el paso de un tiempo lento y caprichoso. Y proclamaré al cielo la victoria del corazón en una batalla en la que la única sangre derramada fue la que salió de la yema de mis dedos para lacrar el sobre en el que anunciaba mi regreso victorioso. Porque en la contienda del amor no es la sangre la que cuenta sino las lágrimas derramadas con dolor. Pero entonces sólo habrá tiempo para el abrazo y la emoción; para mirar de cerca sus ojos y recordar el camino que me trajo de vuelta hasta escuchar en susurro los tequiero de su voz.

Y es que Sucede Que Hoy comprendí que el viaje del caballero es largo...

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Cosecha De Dudas

Sentado sobre el muro del balcón contemplaba el atardecer que caía por detrás de la última fila de casas que alcanzaba mi vista. El sol, cansado de una jornada en la que había tenido que luchar para hacer llegar sus rayos entre la gruesa capa de nubes opacas, se retiraba exhausto hacia nuevas tierras a probar suerte. Mientras pasaba el tiempo con la mirada perdida en el horizonte, las nubes adquirían la forma de signos de interrogación. Y pronto llegó la noche colándose silenciosa por encima de la ciudad y con ella los millones de luceros que le acompañaban en su travesía por el cielo que cubría de negro el infinito techo de mi balcón. Y de la misma manera que durante la claridad violeta del atardecer las nubes habían adquirido esa forma singular, ahora eran las estrellas las que se agrupaban en constelaciones con la misma fisonomía. Interrogaciones brillantes que copaban el firmamento de dudas, de preguntas sin respuesta, como fiel reflejo de una mente sembrada con la misma semilla. Sólo existía la posibilidad de esperar al tiempo de la recolecta y comprobar entonces si la cosecha finalmente valía la pena. Pero para que los frutos de la tierra nacieran con la fuerza de la naturaleza en sus entrañas era necesaria la lluvia que regara los campos y no permitiera que la siembra marchitara reseca en un terreno agrietado. Un goteo de agua y esperanza que mantuviera viva la savia a la espera de una decisión madura que hiciera caer los frutos, buenos o malos. Pero ese regalo en forma de riego se hacía de rogar y entretanto el invierno no cesaba en su empuje helando los primeros tallos que con tanta devoción y salud habían comenzado a brotar apenas unas semanas atrás.

Y es que Sucede Que Hoy ni siquiera chispea...

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Bendita Paciencia

Bendita paciencia que habitas oculta en el reino de la prudencia y la perfección. Que pasas de puntillas por mi vida sin tiempo para que aprenda la lección. Y entretanto mi mente vuela demasiado lejos y sólo encuentra desesperación. Una vida acelerada incapaz de un día sin acción. Y vaya desazón. Creer que puedes sobrellevarlo y equivocarte en la primera ocasión, al dejar hablar al pecho y dar de lado a la razón. Un impulso desatinado que se lleva por delante todo intento de control. Y qué le voy a hacer si nunca fui experto en frialdades ni moderación. Si yo siempre fui de instinto, de emociones y pasión. Sin embargo son tiempos en los que ser comedido es sinónimo de correcta actuación; quien sabe si incluso llegue a serlo de mayor aceptación. Pero qué complicado me resulta a veces guardar los tempos y no caer en la búsqueda de una determinación. Y es por esto que ruego a quien me entienda, me conceda su perdón. Que es por causa del silencio el que las palabras se agolpen y salgan disparadas en cualquier dirección. Que aunque cueste y salte el nervio, nunca es tarde para aprender y sólo es cuestión de dedicación. Así que empiezo la partida sabiendo ahora que no existe manual de instrucción. Que el único requisito es no correr más que el tiempo y echar el freno al empuje del corazón. Que a pesar de que decaiga por momentos la ilusión, siempre es mejor la prudencia que una dura amonestación. Bendita paciencia que habitas oculta en el reino de la prudencia y la perfección, despréndete del polvo y ven a situarte a los mandos de este corazón. Que sin ti no encuentro el rumbo y siempre equivoco la ocasión; que nadie vino a prevenirme de lo difícil que era todo esto del amor. Y perdón.

Y es que Sucede Que Hoy faltó paciencia, faltó prudencia...

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Sinsentidos Sentidos En Lo Más Profundo

Me contengo con la incertidumbre de si debo o no debo. Que si puedo ser visto o mi imagen sólo causa desconsuelo. Si es preciso este silencio o es el fruto de una espiral de la que salir sería tan sencillo que da miedo. Que si mi ausencia es positiva o sólo la consecuencia de un hasta nunca oculto detrás de un hasta dentro de un tiempo. Y ojalá todo fuese tan fácil como seguir a los sentimientos. Como detener el tiempo durante un instante y dejarte llevar por las indicaciones de tu pecho. Sensaciones incontrolables que resuelven el enigma sin tropiezos, pues es el conocimiento que viene de dentro el que viaja de la mano de la verdad y el acierto. Que no es cuestión de más sufrimiento. Que la mente en estos casos es traidora y sus dudas son palabras huecas y sin argumento. Que ser feliz no cuesta tanto ni es tan negro. Basta con fluir y dejar correr la sangre ardiendo. Con no frenar instintos y dejar volar un sentimiento. Y que las únicas barreras sean las de no llegar nunca al arrepentimiento, pero no las de no querer que todo suceda porque jugamos a ser esclavos del tiempo. Y ¿qué es el tiempo?. A veces una bonita forma de desperdiciar la vida, a veces un medicamento, pero nunca un impedimento. Y luchando en la batalla me mantengo; la de no saber si decir algo por si molesto, o cogerle de la mano y preguntarle ¿de verdad no sientes esto?. El problema es que me niego. Que no entiendo. Que si busco la respuesta, me pierdo. Que si hago oídos sordos, me desespero. Y fingiendo que transcurre se apiada de mí el silencio; ese que me impongo a pesar de querer gritar al viento. Y quisiera poder decir mucho más que todo esto. Pero tal vez no debo. Pero tal vez no puedo. O tal vez es que no me atrevo.

Y es que Sucede Que Hoy se suscitan tantas dudas...

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Deseos Sobre La Vía Del Tren

Como cada vez que salía un día gris o los turbios sentimientos de su corazón rasgado le acechaban, Zeo se adentró silencioso en el bosque meditando, al tiempo que se dejaba impregnar por el cariño y el calor que la naturaleza le brindaba a cada paso. Ese afecto, esa comprensión de madre, era la única que nunca le fallaba. Y caminaba solo, dejando tras de sí las finas huellas de un cuerpo que se deslizaba por la tierra sin dejar caer su peso. Era liviano, casi gaseoso. Siempre que viajaba a aquel lugar parecía dejarse hasta el cuerpo en casa; sin piel, sin más músculos que el corazón apesadumbrado; sin recuerdos, sin equipaje, solos su mente y un latido tenue y apagado. Y entre árboles y plantas de todos los verdes imaginables, como impulsado por una fuerza invisible que siempre le empujaba hasta el mismo lugar, Zeo llegó hasta un viejo puente de madera que cruzaba de parte a parte un corte en la montaña por el que discurrían infinitamente rectas las vías de un tren imaginario. Tal vez no existía aquel paisaje; tal vez no existían aquellas vías, ni él mismo, ni ese dolor que le acompañaba cada vez que volvía a aquel lugar. Quizá todo era fruto de su imaginación; un sueño; el argumento de un libro olvidado... Pero Zoe se sentía real. Tan real como la tristeza que le invadía el pecho. Y allí, sentado con las piernas colgando del puente, esperaba a que el tren pasara para arrojar una flor y pedir un deseo. Un deseo que, aunque disfrazado cada vez de palabras distintas, siempre venía a pedir lo mismo. Porque si similares eran las circunstancias que le hacían viajar hasta allí a pesar del tiempo, también lo era su anhelo más profundo en cada ocasión; encontrar la felicidad. Y así, a base de pétalos lanzados al aire al compás del traqueteo del tren, Zeo suspiraba divagando entre pensamientos y sentimientos que trataba de entender, desechar o interiorizar, según la flor cayese del derecho o del revés.

Y es que Sucede Que Hoy deseé lo mismo de siempre...

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Como Si Nunca Más...

La fina lluvia disfrazada a ratos en pequeños copos de nieve golpeaba el cristal de la pequeña librería parisina en la que me encontraba. Fuera, soportando el frío enfundadas en abrigos largos y bufandas, las parejas paseaban ajenas al devenir constante de lluvia; París se pasea mejor mojado. Entretanto, perdido entre montañas de libros apilados en las que lo mismo encontrabas un tratado de Cicerón que el último ejemplar del autor de moda, devoraba las contracubiertas en busca de algún título desconocido que me entretuviese en las frías noches navideñas. No buscaba nada en concreto; ni temática, ni autor, ni estilo. Había decidido dejarme llevar por la atracción de la sinopsis. Agotadas las columnas del principio de la tienda, caminé en dirección al fondo, al último rincón donde posiblemente se encontraban los volúmenes descatalogados; aquellos imposibles de colocar en un mercado cada vez más empujado por el apellido de best-seller. Allí, desordenados, un buen número de libros envueltos en una fina capa de polvo y aromatizados por el perfume añejo del papel desgastado, descansaban olvidados, lejos de los ojos de la gente. Rebusqué con esmero y entusiasmo en busca de alguna joya vintage cuando, de pronto, del interior de uno de aquellos tomos una hoja manuscrita resbaló hasta posarse suavemente en el suelo. Me agaché para recogerla y comencé a leerla.
"Desde hoy viviré cada segundo a tu lado como si fuera el último; como si nunca más fuera a existir otro momento, otro abrazo, otro beso; como si el regalo de haberte conocido caducara cada día al caer el sol y no supiera si al amanecer respirarías; como si en cada instante que paso contigo se me fuera consumiendo el tiempo en un reloj de arena. Y no seré yo quien te busque en las horas, quien persiga tus manos, quien conquiste tu tiempo. Y sin embargo sí seré el que te sueñe cada noche, el que suspire por tenerte y el que no sonría hasta no volver a verte. Te echaré de menos con el corazón mientras la razón me diga que, aunque duela, esto es lo mejor..."
Y después de haber leído la pequeña cuartilla, la introduje de nuevo entre las hojas del libro del que se había desprendido y me lo llevé. El hecho de que hubiese llamado mi atención de aquella manera me hizo augurar que disfrutaría con su lectura.

Y es que Sucede Que Hoy ese libro tiene título y protagonistas...

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Noche Sin Luna(s)

Los ecos lejanos de un piano resuenan de fondo llenando el espacio que delimitan las cuatro paredes de mi habitación. La luz anaranjada de la lámpara de sal ambienta una atmósfera cargada por el humo de la última barra de incienso. La tarde pasa lenta y el teléfono no suena. Agoto las horas buscando quehaceres que no culminar, a la espera de noticias, de propuestas que me hagan desconectar. Pero no llegan. El desasosiego se va apoderando cada vez más de un lugar que sueña con tenerte y arroparte entre las sábanas de la cama que lo preside. Parece que el viento del nuevo año ha borrado las huellas del camino que nos guiaba hasta reunirnos cada noche y vagamos en busca el uno del otro sin hallar el modo de encontrarnos. Y aunque son sólo horas las que hace que no nos vemos, mi mente, desubicada y trasnochada, cree y siente que ya son días enteros los que se cuentan sin tus besos. Días, horas o segundos que se tornan suficientes como para querer salir corriendo a abrazarte; como para notar que me falta algo y no aguanto sin verte. La falta de costumbre enturbia la tarde y el no saber de ti me lleva de vuelta a parajes ya olvidados que reapareciendo vienen a demostrar que entre los dos hay algo más que un sentimiento ahogado en silencios. Miro el reloj y las manecillas ya han dado dos vueltas completas. Me asomo a la ventana y las nubes opacas ocultan la luna. Entonces lo entiendo todo.

Y es que Sucede Que Hoy te eché de menos...

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Año Nuevo Y Algo Más

El aroma a año nuevo se dejaba respirar por todas las calles de la ciudad. Las personas, o lo que quedaba de ellas, volvían a casa con la aparición de los primeros rayos de sol a escena. Mi cuerpo, llevado en volandas por la fuerza de saber que te iba a ver, sobrevolaba sigiloso el trecho que nos distanciaba. Y con el frío matutino calado en los huesos por debajo de la ropa entonces ya arrugada, te busqué entre las sombras con el rumor del mar de fondo. Te encontré, te alcancé, te besé y con la mirada te insistí en desaparecer. El azul grisáceo de tus ojos brillaba como hasta entonces nunca había hecho y la intensidad de sus colores se encendió cuando te tuve a un sólo milímetro y me perdí hipnotizado en su magia. Y de la misma manera en que la noche desapareció, también las personas que había a nuestro alrededor se esfumaron al instante. Al fin solos. La playa, los primeros rayos de sol, restos de luna todavía en lo alto, tú y yo. Tus manos, tus labios, tus ojos, tus besos. Tú y yo. Y el paso del tiempo se convirtió en el protagonista a pesar de no haber sido invitado a aquel encuentro entre dos almas que vibraban al tenerse frente a frente. Sin olvidarse de nosotros, las olas trataban de llamar nuestra atención al otro lado de la calle, convencidas de que ellas iban a ser el objetivo de nuestras miradas, sin entender que cuando estamos juntos nuestras pupilas son incapaces de ver más allá de las del otro. Y aunque compartir contigo la primera mañana del año se convirtió en la mejor manera de darle la bienvenida al 2008, mis ganas de ti no quedaron del todo satisfechas y ahora, mientras escribo estas líneas dejando regresar a mi imaginación hasta el lugar en el que nos despedimos, espero tu llamada dispuesta a retomar los besos justo en el momento en el que los dejamos...

Y es que Sucede Que Hoy empecé el año con buen pie...

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